WASHINGTON- Ni el "Supermartes" de la semana pasada ni las primarias y caucuses celebrados este fin de semana acaban con la incertidumbre: Estados Unidos sigue votando territorio a territorio, pero mientras del lado republicano la candidatura presidencial está en la práctica definida a favor de John McCain, en terreno demócrata la carrera codo a codo entre Hillary Clinton y Barack Obama parece no tener fin.
De seguir estancada en la convención partidaria de agosto, la situación tendrá que ser resuelta por los llamados superdelegados, una suerte de "clase noble" dentro del partido que incluye a todos los gobernadores y senadores demócratas, así como políticos y funcionarios prominentes.
Los superdelegados, que el "Washington Post" cifra en 796, no están atados, como el resto de delegados, al voto de los electores de su estado, sino que pueden elegir libremente qué candidato prefieren para aspirar a la sucesión de George W. Bush al frente de la Casa Blanca.
Los medios destacan que hasta ahora apenas una mitad de ellos ya se ha manifestado a favor de la ex primera dama o del senador de color. El resto, más de 300, tiene el mismo peso que California, el estado norteamericano más poblado.
La ex primera dama parece contar con mejores posibilidades de éxito gracias a su marido y ex presidente, Bill. El "New York Times" se refirió a "dividendos de la larga relación entre los Clinton y la cúpula del partido y funcionarios selectos". Los mismos seguidores de Obama reconocen su desventaja: "Sería un error y una catástrofe si los superdelegados -representantes del establishment- aparecieran para torcer la voluntad de los votantes", lamentó el ex candidato presidencial John Kerry, que apoya al senador de Illinois.
La maquinaria, sin embargo, ya está puesta en marcha. Cada semana, ambos candidatos se reservan varias horas para comunicarse personalmente con superdelegados indecisos. En los casos más complejos, el propio Bill Clinton o su hija Chelsea se ponen al teléfono. Los cortejados corren el riesgo de ahogarse en elogios: "Todo el mundo nos bombardea con e-mails", relató al "New York Times" Donna Brazil, que ocupa un alto puesto en la estructura del partido. Si las opciones fracasan y ni siquiera los superdelegados llegan a una decisión definitiva, los demócratas podrían verse condenados a una candidatura negociada. (DPA)