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Martes 31 de Julio de 2007
 
Edicion impresa pag. 42 > Cultura y Espectaculos
La última escena de un director inmortal
Murió ayer, a los 89 años, en su casa de la isla de Faaro. Fue uno de los directores más respetados.
Incluso a su avanzada edad, la niñez fue su principal inspiración. Triste desde la muerte de su última mujer, Bergman vivía recluido en su casa de la isla del Faaro.
Incluso a su avanzada edad, la niñez fue su principal inspiración. Triste desde la muerte de su última mujer, Bergman vivía recluido en su casa de la isla del Faaro.
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Ingmar Bergman se fue ayer, a los 89 años, en silencio y tranquilamente. El genial director de cine y teatro, considerado un ícono del siglo XX, murió en su casa- fortaleza, donde se había refugiado en 2003, cuando decidió alejarse para siempre del sillón de director, en la pequeña isla báltica de Faaro, al norte de su Suecia natal. Allí, donde se había montado un cine propio para no perder el placer de una de sus dos obsesiones, el cine; allí donde recibía cientos de títulos y compartía el placer de la pantalla grande junto a su familia y a los ocasionales visitantes. Allí donde también escribía, su otra pasión.

Bergman amó a sus actrices, y sobre todo a las mujeres, a las que supo retratar como pocos en el cine. "Lo más importante son las actrices", destacó el director una y otra vez. "El universo de las mujeres es mi mundo", subrayó además.

Bergman se casó cinco veces, y tuvo ocho hijos a los que se le sumó, sorpresivamente, una novena hija hace pocos años. Su mujer más conocida fue seguramente la actriz noruega Liv Ullman, que además protagonizó dos de sus obras más personales: "Secretos de un matrimonio", que se estrenó en 1973, y que fue una de los que más influyó a su ferviente admirador, Woody Allen, y "Saraband", una continuación de aquel primer filme sobre el desbarrancado matrimonio de Johan y Marianne, que marcó, en 2003, 30 años después, el adiós definitivo de Bergman al cine.

Pero además de Ullman, Bibi Andersson, Ingrid Thulien o Harriet Andersson fueron protagonistas, que también en lo privado tuvieron estrechas relaciones con el director.

Bergman siempre evitó el revuelo de Hollywood o Cannes, aun cuando por su última gran película para el cine, "Fanny y Alexander", ganara cuatro Oscar en 1984. Los brillos, el show, la superficialidad, nunca fueron su mundo.

El rodaba películas "de alma a alma". Imperturbable, dirigía su mirada una y otra vez a los aspectos más dolorosos del amor y las relaciones humanas en un entorno difícil.

"El mundo de la infancia fue siempre el último cajón de mi trabajo", comentó Bergman. Y no mentía. Nacido el 14 de julio de 1918 en Uppsala, al norte de Estocolmo, Ernst Ingmar Bergman fue el segundo de los tres hijos de un pastor protestante puritano y recibió una educación estricta y austera de la que el intentó librarse durante toda su vida. Su infancia, que describió como "dolorosa y complicada", lo marcó profundamente y dejó huella en toda su obra, que gira alrededor de los momentos de crisis, resueltas o no. Una buena prueba de ello es la bellísima película "Fanny Alexander". un testamento sobre su infancia y su pasión por el mundo del espectáculo que se vio coronado por cuatro Oscar. Tras esa película aseguró haber puesto punto final a su carrera cinematográfica. Sin embargo, veinte años después retomó la cámara y rodó en 2003 para la televisión sueca "Saraband", que posteriormente se difundió también en las grandes pantallas..

Por su obra recibió, entre otras distinciones, un Oscar honorífico en Hollywood y la "Palma de todas las Palmas" del Festival de Cannes, un reconocimiento de sus colegas. Y la revista "Time" lo consideró en 2005 "el más grande cineasta vivo del mundo".

Las preguntas sobre el sentido de la vida y la muerte, el amor desesperado, la soledad y un Dios callado siempre, y nada redentor eran los ejes centrales en su trabajo. Obras como "El séptimo

sello" y "El silencio", llenas de dolor y seriedad, demostraron desde temprano cuál era su camino. Y eso que la mirada analítica de Bergman nunca fue fría ni presumida, sino sensible y basada casi hasta los límites de lo soportable en sus propias experiencias.

Para sus rodajes íntimos y emocionalmente estresantes a Bergman le gustaba recurrir a un equipo fijo de colaboradores. Junto a Josephson, Max von Sydow era uno de sus astros masculinos. Detrás de la cámara, el director de fotografía Sven Nykvist, fallecido en 2006, se ocupada de la iluminación y la atmósfera. El fue sus ojos.

Su carrera empezó en el teatro que fue durante toda su vida una de sus grandes pasiones junto con el cine, a principios de los años cuarenta, con una puesta en escena en la Opera de Estocolmo. Durante toda su vida escribió piezas teatrales, novelas y guiones. En 1960 fue contratado como director del prestigioso Dramaten, el teatro real de arte dramático. En 1945, decidió que el único medio moderno para expresarse era el cine.

"Hacer películas es para mí un instinto, una necesidad como comer, beber o amar", declaró en una ocasión. El cine se convirtió para él en una religión. Entró en contacto con Maurice Stiller, el protector de Greta Garbo, y Victor Sjostrom, un director de cine mudo que convirtió en intérprete de "Hacia la felicidad", y luego de una de sus obras maestras, "Cuando huye el día".

Fueron dos rioplatenses, Homero Alsina Thevenet y Emir Rodríguez Monegal, quienes a mediados de esa década pusieron al tanto a los popes de la revista francesa Cahiers du Cinéma, que desde el ombligo de la cultura europea determinaron su consagración.

Tras la muerte de su última esposa, Ingrid von Rosen, en 1995, vivía solo, en la isla de Faaro, donde también rodó varias de sus películas. En 2000 concedió una entrevista a la televisión sueca en la que calificó su vida de "infierno insoportable". "El hecho mismo de vivir es penoso. Jamás me encontraré con Ingrid", dijo en aquella oportunidad, el hombre que deseaba morir un día nublado. (AP/AFP/DPA/Télam)

 
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