Pelos de punta, palabras destempladas y actitudes a un tris de llegar a las manos. Así se vive la interna en la Casa de Gobierno en medio del escenario del colapso energético.
La agria relación entre las áreas de Comercio Interior y Energía es antigua pero cada vez más aguda.
La crítica situación en las presas del Comahue que abastecen de energía al país fue, según se supo, el motivo de la fuerte discusión del 28 de junio que casi termina a golpes de puño, según testimonió el diario "La Nación".
El secretario de Energía, Daniel Cameron, es consciente -como sostienen los técnicos- de que es tan mínimo el nivel del aguas en las grandes presas de Alicura y Piedra del Aguila que hay serios riesgos de que se vean dañadas las turbinas.
Ya hace más de 20 días, este diario a través de especialistas alertó que sería necesario seguir de cerca el impacto de la bajante que, por caso, ya les sacó potencia a las máquinas. Cameron está de acuerdo en que se baje el ritmo de erogaciones para que los embalses se recuperen y no lamentar luego penas mayores. Pero su archienemigo Guillermo Moreno está en las antípodas.
Exégeta de Kirchner hasta la prepotencia, Moreno quiere energía hidráulica y quiere gas en volumen suficiente como para no generarle un costo político al presidente (y por extensión a la candidata Cristina) en un momento tan sensible de la campaña presidencial.
Resultado: Cameron está enfurecido con Moreno y su segundo Roberto Baratta. Y no estuvo en la reunión en la Rosada con Kirchner, De Vido y los petroleros, donde se cocinó el programa de abastecimiento subsidiado de gasoil y fueloil a industrias al precio del gas natural para preservar a este último producto del agotamiento. Tampoco se lo vio al subsecretario de Combustibles, Cristian Folgar.
Kirchner mima a Moreno y desautoriza a Cameron: ya se sabe que desechó su plan energético integral, que incluía restricciones más amplias, con alcance incluso a los hogares. Moreno en cambio tiene aire suficiente como para meterse (con su sello del apriete y la destemplanza) en Metrogas, en las industrias y en las petroleras, marcándoles el ritmo para parchar la gran imprevisión del gobierno nacional de estos años que llevó al caos energético -angustia de directivos de miles de empresas con necesidad de producir- y que está lejos de terminar.