En el póquer por el escudo antimisiles que Estados Unidos prevé instalar en el corazón de Europa, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha pasado al ataque: Ordenó por decreto congelar la participación de Moscú en el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (CFE, por sus siglas en inglés).
Con ello, el jefe del Kremlin sacude una de las piedras angulares de la arquitectura de la seguridad europea. La OTAN, por su parte, no ha ratificado hasta la fecha el renovado CFE, de 1999.
Sin alterar el gesto, Putin va de las amenazas a la política de distensión. No hace ni dos semanas ofreció al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, llevar a un nivel inédito la cooperación entre ambos Estados. En la cumbre de Kennebunkport, el jefe del Kremlin ofrecía un sistema conjunto de alerta temprana con una posible estación de radar en el sur de Rusia y centros en Moscú y Bruselas para olvidar la polémica por el escudo antimisles.
Con la decisión de suspender su participación en el CFE, que limita tanques, aviones y artillería entre los Urales y el Atlántico, Putin espera ahora que sus propuestas se escuchen en Occidente. De acuerdo con el tratado, Estados Unidos y la OTAN tienen 150 días de tiempo antes de que el decreto presidencial sea efectivo.
Aunque el Kremlin endurezca la polémica por el escudo antimisiles con Estados Unidos, Moscú no tiene al parecer ningún interés en un nuevo "telón de acero" entre Rusia y Europa, como con el que amenazó el vicejefe de gobierno Sergei Ivanov a principios de julio.
"Tan sólo Estados Unidos puede especular con el fantasma de la Guerra Fría, pues un empeoramiento de las relaciones ruso-europeas tan sólo haría que los europeos se lanzasen a los brazos de Estados Unidos", dijo el experto militar Ivan Safranchuk. "La suspensión del tratado no significa que comencemos ahora a desplegar tropas de blindados", comentó enseguida conciliador el presidente del Consejo de la Federación Rusa, Sergei Mironov. "Tan sólo hay que tratarnos como socios", añadió.
Desde hace tiempo Rusia se siente engañada por la OTAN y Estados Unidos. La guerra de Kosovo y la ampliación hacia el este de la alianza atlántica, ambas en contra de la voluntad de Moscú, hacen que la OTAN parezca una amenaza para una gran parte de los rusos, pese a que casi han pasado dos décadas desde el fin de la Guerra Fría. (DPA)