Jorge Sapag ganó a pesar de la pronunciada fatiga que acusa la sociedad luego de casi ocho años de controvertida gestión del gobernador y líder de su partido, Jorge Sobisch. Ganó, también, a pesar del efecto evidentemente adverso que ha tenido en el electorado el asesinato del maestro Carlos Fuentealba, en el contexto de la represión policial desencadenada por el actual mandatario provincial.
Pero, acaso precisamente por esos contrastes, el triunfo de Sapag no se encuentra entre las mejores performances de los candidatos que a lo largo de 24 años de democracia ha tenido su partido.
Desde el punto del vista del MPN en sí mismo, la cosecha ha sido ostensiblemente menor. Si no fuera por los votos que le aportaron al candidato los tres partidos satélites del emepenismo,
el porcentual alcanzado podría ser alrededor de 10 puntos menor. Y se consigna en potencial porque el centro de cómputos oficial, insólitamente no proporcionó esa información.
Así las cosas, Sapag a duras penas pudo encarnar el cambio que predicaba su eslogan de campaña. Muchos prefirieron pensar que no era así, que el candidato era en buena medida más de lo mismo.
Tampoco parecen haberlo respaldado demasiado algunos de sus compañeros de partido. El porcentual no despreciable acumulado por los partidos satélites permite inferir que muchos sobischistas prefirieron usar esa vía para marcar sus diferencias.
A pesar de su rescatable gestión al frente de la municipalidad y de haberse pegado a un gobierno nacional con muy buena imagen, el líder radical Horacio Quiroga pagó las consecuencias de su seguidismo hacia Sobisch: recogió parte del rechazo que esa gestión provoca en la sociedad.
La incapacidad del actual intendente para encolumnar a la oposición detrás suyo fue decisiva para su derrota. Quiroga se volvió poco confiable para justicialistas, frentistas, socialistas, desarrollistas y aristas, inclusive para algunos radicales. Pero el punto de no retorno fue la Convención Constituyente. Al dar la espalda a sus aliados y ordenar el apoyo a Sobisch, Quiroga renunció a liderar la oposición.
Al gobierno nacional, particularmente a Oscar Parrilli, corresponsable del armado de la Concertación, le cabe también una cuota de responsabilidad en esta derrota.
Aunque el candidato de la Concertación hizo mejor papel en la capital, tampoco ganó. Difícilmente podría prescindir del resto de las fuerzas opositoras si quiere encarar con éxito las elecciones municipales.
El otro dato de esta elección fue la irrupción de dos fuerzas, Alternativa Neuquina y Une, que si bien lograron despegar no pudieron erigirse en una opción real.
A pesar de que compartieron la crítica a Quiroga, fueron incapaces de aunar sus fuerzas en los comicios. El resultado bastante más modesto de Une, una fuerza ligada a los gremios estatales, permite apreciar también un grado de censura de la sociedad hacia ese sector.
HECTOR MAURIÑO