Pareció una página especialmente dirigida al Frente para la Victoria. Se publicó el domingo en el diario "Perfil" con la firma de dos experimentados consultores: Santiago Nieto y Jaime Durán Barba. Dirigida porque se reflexiona sobre lo crudo que es interpretar y captar al elector en un escenario dominado desde años por la cultura del acostumbramiento a determinado poder político.

Si la máxima dirigencia del Frente rionegrino lee ese ensayo, cada uno de ellos se sentirá identificado en mucho de lo que hicieron a lo largo de la campaña. Y detectarán las razones de por qué las urnas del domingo no tuvieron la dialéctica que imaginaron.

Caso Pichetto: Trabajó la campaña desde una lealtad absoluta a sus ideas. En ese camino fue coherente al no aceptar las reiteradas sugerencias de su gente de bajar temas que se evaluaban como irritables para franjas de los rionegrinos. Caso concreto -por signar sólo uno-: La creación de la universidad de Río Negro. Trató el reclamo con verbo destemplado. Pichetto ve la política desde el andamiaje del decisionismo. Desde muy joven toda su conformación cultural - ideológica le dice que no está en la naturaleza de la política ser simpática o amable. Se trata de poder. De un teatro en el que contempla demasiado, pierde.

Pero en el despliegue de sus ideas, Pichetto cometió un error. No trabajó su imagen. Habló siempre como hombre del poder. No descendió jamás a las cavernas dónde el poder político está obligado a tener lo que Sarkozy acaba de definir como "muchos rostros sin perder el único rostro".

Caso Arriaga: Siempre según el ensayo de marras, Arriaga se encuadra entre los políticos que a la hora de reflexionar un proceso electoral, se deslizan hacia un error grave: el mecanicismo de sus conclusiones. Se movió en la campaña pivoteando en un convencimiento: "Si ya les ganamos a los radicales porque no le vamos a ganar ahora". No es una conclusión neutra. Tampoco surgida por generación espontánea. La usó por en el '91 el MPP en su lucha por llegar a la gobernación. "¡Si manejamos bien la comuna de Cipolletti por qué no vamos a gobernar bien la provincia!", decían aquellos jóvenes sin conjugar realidades diferentes. Arriaga cayó en es pecado: creer en lo inmutable de cuadros de situación muy puntuales.

Munido de sus convencimientos, Arriaga hizo campaña desde un imaginario muy liso. Todo le parecía ya resuelto a favor del Frente. Esa construcción le generó rechazo en espacios electorales claves, en los que era la política debía ser operada con elegancia de florentino del medievo. Trabajó por el Frente con tenacidad de carbonero. Es más, hace un año y para circunstancial enojo del pichettismo, se cortó solo y lo fue a buscar a Alberto Icare para que se sumara al Frente. Pero a la hora de la campaña, no percibió que la gente -bueno o malo o como se quiera-, vota también con el hígado.

Y el hígado es uno sólo. Pero, en política suele tener distintos humores.

En fin, el hígado como "microfísica del poder", dicen los politólogos.

CARLOS TORRENGO