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Sábado 05 de Mayo de 2007
 
Edicion impresa pag. 20 >
Neuquén, ¿lejos de México?, ¿cerca de Francia?

 

Existe un mundo político en Neuquén que por momentos parece acercarse a México, recreando su propia versión de la rebelde Oaxaca del año pasado. Y hay otro Neuquén que frente a aquél promete aproximarse a Francia, parodiando a algunos de los protagonistas de estos días de combate electoral. De allí que una sentencia: el territorio político patagónico ha producido una copia del francés de discursos encendidos que marcha por su quinta derrota consecutiva como candidato presidencial.

Ciertamente, no son pocos los que creen ver en el Neuquén de días recientes la sucesión de vivas imágenes de aquella capital mexicana metida en un verdadero desmadre cuando el gobernador de un auténtico partido "hegemónico" latinoamericano se resistió a alejarse del poder a pesar de varias megamovilizaciones y un "plantón" ciudadano que por cinco meses hizo suyo el casco histórico de Oaxaca. El punto de partida de aquel prolongado conflicto estuvo en las demandas salariales de la delegación regional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación de México. También, fue en ese tiempo de comicios cuando el PRI cayó derrotado tanto en la escena federal como en la estadual oaxaqueña. Semanas más tarde de los comicios federales, en la ciudad mexicana hallaron la muerte seis personas por disparos, entre ellos un periodista norteamericano. Durante esos meses una poderosa Asamblea Popular del Pueblo Oaxaqueño condujo la rebelión contra esa "cosa" tan propia e histórica de los mexicanos del "mal gobierno" encarnada en ese gobernador estadual. Después del prolongado estado de conmoción, el movimiento popular terminó agotándose para luego ser clausurado por la intervención de fuerzas policiales enviadas desde el Distrito Federal por Vicente Fox.

Neuquén de abril del 2007 no es el México de Oaxaca de los meses de mayo a octubre del 2006. Es que hay algo más que cuatro siglos de diferencia en la historia de ambos estados provinciales. Ni siquiera el zócalo oaxaqueño se parece a la actual plaza Roca devastada por un abandono sistemático que data de mucho tiempo antes del arribo de los improvisados campamentistas. Hasta la muerte llegó antes del actual sitio y lo hizo desde un arma oficial. Mientras que los muertos de Oaxaca resultaron de las acciones hostiles de una "guardia blanca" armada por el partido gobernante. Tampoco ATEN es un sindicato "charro" como durante mucho tiempo lo fue la mayor parte del sindicalismo mexicano.

Y si el sitio a la Casa de Gobierno neuquina no tuvo la importancia ni la suficiente prolongación en el tiempo que el plantón oaxaqueño, se debió menos a la existencia de un alto número de desafectos a las políticas del Jorge Sobisch y sí al rechazo del método elegido. Es que muchos de los críticos a la política oficial se expresaron de otra manera. De allí los miles que caminaron en silencio por las calles neuquinas el 12 de abril. También preparando su razón electoral para los próximos comicios del 3 de junio, cuando es probable que sean muchos los que transformen esa razón en abstencionismo como expresión de condena tanto al gobernante de hoy como a sus críticos.

Con respecto a si antes de la fatídica orden para despejar el corte de rutas en Arroyito vivía en el alma del gobernante neuquino un entusiasta seguidor de la derecha francesa más radical o que hubo un proceso de "autodescubrimiento" después de conocidos los resultados que llevaron a la muerte del docente Fuentealba, la respuesta es ni lo uno ni lo otro. Aquella derecha, y en particular la que se expresa en Le Pen, es demasiado ideológica y tan cargada de un racismo para la acción que otorga escaso margen para creer que pueda ofrecer un buen imitador en territorios políticos provincianos de la Argentina y tan lejanos a su cuna francesa.

No es que la Argentina sea incapaz de producir un equivalente francés cargado de xenofobia y que éste llegue a ver en los inmigrantes de países fronterizos a los africanos y musulmanes que rechaza Le Pen. Y que además sea legitimado en las urnas. La Argentina pos dictadura tuvo en Antonio Bussi tantos votos como aquella ideología. Es que aquella derecha gala dio cátedra en el país y sus lecciones fueron más allá de las lecturas de Charles Maurras en la primera mitad del siglo XX. Esa labor pedagógica estuvo presente en décadas más recientes en las academias de nuestras fuerzas armadas y en las aulas más informales de la Triple A. Sus docentes fueron ex comandos de las OAS y oficiales experimentados en "antiterrorismo" de las guerras coloniales de Argelia e Indochina.

En tierras neuquinas no hay un Le Pen. Ni tampoco alguna de las versiones moderadoras de la derecha francesa. En todo caso, la política provinciana parece albergar parte de la historia de esos movimientos informes que hacen suya la pretenciosa idea de que existe una única ideología en el hombre común y que en su versión francesa refería al llamado "poujadismo" de los años de Charles De Gaulle. También hubo una versión italiana conocida como el "qualumquismo" del "uommo qualumque" que había quedado huérfano de representación política en la Italia posfascista. Los norteamericanos conocieron algo similar en tiempos de agitación contra la guerra de Vietnam, expresada en "la mayoría silenciosa". El poujadismo alimentó la derecha de Le Pen. El qualunquismo, el neofascismo y, por sobre todo, la potencia electoral de Silvio Berlusconi. La mayoría silenciosa norteamericana, la derecha radical de Ronald Reagan.

En las versiones aclimatadas al mundo patagónico no hay versiones tan radicales, aunque sí la misma exaltación al individualismo, el orden y la seguridad y, además, un intento por de más exagerado de negación del conflicto, ya que su existencia supone la promoción de diferencias artificiales que dan lugar a los oportunistas de toda laya. De allí las dificultades por aceptar la deliberación y, consecuentemente, se recurre a la clausura por un tiempo de la vida parlamentaria. Y para consumar una política en favor de ese "hombre común" se requiere del discurso del institucionalismo y la política del decisionismo gubernamental. El decretismo es parte de esto último. Sin embargo, siempre se presenta una contradicción. Por ejemplo, al momento en que nace un conflicto social se cree participar de un juego donde inicialmente se transita el campo de la indiferencia para luego asumirse como quien también va por sus reivindicaciones. Por ello, el gobernante para transformarse en el "enunciador colectivo creíble" del orden tiene que golpear primero para luego negociar. Lamentablemente, ese tipo de estrategia es la que ha llevado a la muerte y al desmadre de abril. Neuquén está muy lejos del Oaxaca mexicano. También de la Francia de la derecha radicalizada. La pregunta es dónde.

 

(*) Profesor de Derecho Político

de la UNC.

 
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