"Yo no entro más. Usted no sabe lo que es estar adentro todos los días... esto no termina acá y hasta que no haya un muerto no va a cambiar".
El pedido desesperado se escuchó de parte de los celadores, parados frente a la fiscal Ana Benito cuando la crisis en la cárcel de Roca se había descomprimido.
Eran las 23.35 y mientras los jefes policiales preparaban el recuento de presos para saber fehacientemente cuántos se habían fugado, un grupo de cinco jóvenes rodeaba a la funcionaria judicial para reclamarle que intervenga.
"Nosotros también queremos garantías. Hay uno por pabellón y la cosa se está poniendo cada vez peor", insistieron los celadores.
Los empleados del Servicio Penitenciario Provincial se fundieron en un abrazo con el agente Millapán cuando fue liberado.
El joven quedó rendido en una sala ubicada detrás de la mesa de entradas, sin pronunciar palabra, tratando de encontrar una explicación para todo lo que había vivido en las últimas tres horas.
La fiscal Benito explicó a los uniformados que no tenía poder de decisión para modificar el presente, pero se comprometió a iniciar gestiones ante la Secretaría de Seguridad.
Antes de irse les preguntó cómo era la situación de sus colegas en la cárcel de Viedma.
"Allá hay uno cada diez presos y acá somos 5 para 280 ¡Haga algo!", le imploraron. (AR)