De nuevo se ven columnas de humo negro sobre Beirut. Pero esta vez no son los bombardeos israelíes contra los suburbios chiítas del sur de la ciudad, como en noviembre pasado. Esta vez se trata de neumáticos ardiendo de los opositores del gobierno, que son los que provocan las señales de humo. En varias calles se producen peleas entre libaneses leales al gobierno del primer ministro Fuad Siniora y simpatizantes de la oposición prosiria.
El conflicto entre las distintas fracciones cristianas y musulmanas abre entre muchos libaneses viejas heridas. Pero es sólo un escenario secundario. El principal punto de disputa entre el gobierno y la oposición es la cuestión de cómo será en el futuro la relación con la que una vez fuera la potencia protectora, Siria, a la que le cuesta ver que ha perdido la amplia influencia que tenía sobre el país vecino. Hizbollah sigue siendo fiel a Siria, porque, la cúpula de Damasco es, junto a Irán, su aliado más importante.
El gobierno de Siniora, apoyado por los sunnitas, una parte de los cristianos y Occidente, acusa a los sirios de entrometerse en los asuntos internos del país. Una disputa que divide al país en partes casi iguales y hoy no tiene solución. Y , al revés, se radicaliza cada vez más, algo peligroso en un país que ya vivió 20 años una cruel guerra civil hace poco más de una década. (DPA)