Es frecuente, en tales circunstancias, que se hable popularmente de un "ataque al hígado". Sin embargo, éste suele ser uno de los órganos más resistentes del cuerpo y no es frecuente que presente manifestaciones agudas por una mala comida o un exceso puntual. Entonces, lo que vulgarmente se conoce con ese nombre se trata en general de una dispepsia, originada a nivel estomacal.
El hígado es el centro químico del organismo y posee unas mil funciones, que van desde la transformación de los nutrientes presentes en la sangre intestinal en componentes químicos que puedan ser aprovechables a nivel celular, hasta la regulación del volumen de sangre que circula por las venas. No posee demasiado margen para fallas por cuestiones fortuitas. Una de sus tantas funciones es la de proporcionar al tubo digestivo la bilis y lo hace a través de las vías biliares, que incluyen la vesícula biliar. Son éstas las que se ven afectadas cuando ocurre una colecistitis (inflamación de la vesícula) o colestasis (interrupción del flujo biliar hacia el intestino por obstrucción de los ductos biliares).
No es frecuente el uso médico de coleréticos o colagogos a los que con frecuencia se llama erróneamente "hepatoprotectores", facilitadores del tránsito biliar por acción sobre la vesícula, aunque los especialistas tampoco los desaconsejan expresamente.
Pero aunque la "patada al hígado" sea otro gran mito a desterrar, es cierto que los excesos de grasas, de alcohol y de vinagre dañan la función hepática: los hacen a largo plazo cuando son sostenidos, y las consecuencias suelen ser mucho mayores que las de una simple dispepsia.