Sólo la buena voluntad que guía el estilo de hacer política de Gerardo Morales mantiene viva alguna expectativa sobre la eventual alianza.
Pero, por debajo del flamante presidente de la UCR, escasea en forma notable, a lo largo del partido, la convicción de que se plasme un acuerdo electoral entre Roberto Lavagna y Mauricio Macri. Una convergencia a la que podría llegar a estar atado, a modo de tercera pata, el propio radicalismo, que la semana anterior comenzó a acercar posiciones con el ex ministro de Economía de Kirchner.
La imposibilidad no genera escalofríos ni decepción en las fatigadas huestes de Alem. Es más, facilita descomprimir tensiones en el frente interno, un espacio donde Macri no goza de simpatías. Una resistencia que se funda en razones ideológicas, aunque no confesadas como tales. Agazapado, el alfonsinismo por caso semblantea los pasos de Morales en materia de contactos destinados a afinar una alianza opositora. Desde un poder mellado e incluso condicionado, pero aún con proyección en pliegues y repliegues partidarios, el ex presidente no pierde oportunidad de ratificar su opinión sobre Macri:
- Es menemismo dice a los cuatro vientos. Y acota algo que no se corresponde a la naturaleza histórica del radicalismo:
- Tenemos que dejar de ser un partido de patrones y propietarios comenzó a decir Alfonsín hace más de 6 meses y repite hoy.
Mire por donde se la mire, la apuesta del ex mandatario es una posibilidad que se anula en sí mismo con sólo mirar la conformación social que desde siempre signó al partido.
Morales y la comisión que negocia con Lavagna y el partido socialista se mueven en terreno pantanoso. El poder que tienen en función de ese objetivo deviene del convencimiento de estar incursos en casi un "acto último". Un todo o nada destinado a evitar que el radicalismo se desvanezca en mil retazos en la historia política del país.
- Lo ideal sería un acuerdo táctico entre Lavagna y Macri machaca Morales hoy y se lo dijo a este diario hace tres semanas, a horas de asumir. Y entonces, desde el mismo staff negociador que lidera, le llegan en muy buen modo sugerencias:
- No nos metamos en el tema Macri... Es territorio de "El pálido"- le dicen apelando al sobrenombre con el que en política se lo suele identificar a Lavagna.
La comisión negociadora es quizá la única expresión de cohesión que tiene hoy este radicalismo bajo tormenta. A todos no les gustan los términos con los que Kirchner manda.
Dos de sus integrantes le generan urticarias al kirchnerismo más ortodoxo: Sanz, senador y el rionegrino Fernando Chironi, diputado nacional. Presiden los bloques radicales en ambas cámaras. ¿Razón de la erupción?
Ninguno de los dos ahorra durezas a la hora de definir el estilo de ejercicio del poder del presidente: "Autoritarismo puro", dicen. Kirchner devuelve gentilezas (ver aparte) claro, Chironi cae en contradicciones. En la provincia respalda a su correligionario Miguel Saiz, gobernador todo 'K'. Sanz, en cambio, está enfrentado a Cobos, el mandatario radical mendocino transferido con armas y bagajes al kirchnerismo.
Por su parte Adolfo Stubrin es de los cuatro negociadores el de mayor conocimiento sobre el interior del partido.
Y al frente de la columna negociadora está Gerardo Morales.
CARLOS TORRENGO