La fórmula educación igual desarrollo no estará nunca completa sin la intervención de otra palabra clave: ambición. Si hay un país que realmente sabe del tema son los Estados Unidos. Justamente el país que más aboga por el perfeccionamiento, las carreras de posgrados y, en definitiva, la formación universitaria, alberga no pocas contradicciones en el núcleo de su fuerza creativa empresarial por lo demás amplia. En rigor, la educación superior funciona para el gran país del Norte como una industria más dentro de un panorama de enorme dinámica económica. Lo que falta decir, o se dice poco, es que la pasión desatada por hacer dinero, emprender proyectos de vida y tocar las puertas del cielo forma parte de la cultura anglosajona. Es un propósito de raíces religiosas en algunos casos. Recordemos que los calvinistas establecían un correlato entre el bienestar económico y la relación con Dios.

Hace unos años un artículo reproducido por la revista de negocios "Apertura" recordaba que un porcentaje importante de los nuevos emprendimientos que Estados Unidos vería nacer en el nuevo milenio, provendría de una generación con estudios secundarios o simplemente estudios parciales. Es decir, gente que por sobre todas las cosas deseaba volverse rica.

Muchos emprendedores norteamericanos no invalidan la educación, todo lo contrario, la corroboran. Lo que suelen hacer diferente es el camino a través del cual se acercan a la información vital que luego provocará el movimiento de su proyecto. El estudio formal debe ir acompañado de una vocación innata por querer progresar. Por supuesto el contexto es un elemento a tomar en cuenta, pero el principio de toda aventura requiere de un visionario que ansíe conquistar un nuevo mundo. (C.A.)