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Domingo 22 de Octubre de 2006
 
Edicion impresa pag. 35 > Sociedad
Restauran un pianode 137 años que estaba abandonado en Neuquén
En los '80 brilló en una tanguería de la ciudad. Su dueño lo donó antes de morir. La lluvia lo arruinó, pero un especialista de Centenario le devolvió la vida.
El piano está listo para la presentación oficial tras la restauración. Ledesma (izq.) es el profesional que recuperó el instrumento.
El piano está listo para la presentación oficial tras la restauración. Ledesma (izq.) es el profesional que recuperó el instrumento.
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NEUQUEN (AN).- Cuentan que hasta hace unos años, el viejo piano de tres cuartos de cola era poco menos que una estantería, arrumbado en un depósito de museo entre armas de piedra y huesos aborígenes.

El agua caída sobre el clavijero marcó de muerte el viejo instrumento, parido en Nueva York en 1869. No se sabe cuándo ni dónde cayó ese puñal de humedad. Sí que el agua fue letal y que el piano dejó de sonar; es decir: se murió. Pero los instrumentos viven cada vez que suenan y hay gente que puede devolver los sonidos y el alma a estas piezas de madera. Esta es la historia de un piano que ha resucitado. Y no es cualquier piano.

Se cree que en América latina sólo hay dos: uno está aquí, en Neuquén, y el otro en Cuzco, Perú: un auténtico Steinway & Sons, un pequeño tesoro que vale mucho en metálico y tanto y más en otros valores. En estas líneas, claro, sólo se pueden mensurar las cotizaciones en papel moneda, que llegan hasta el cuarto de millón de dólares.

La pieza de lustroso ébano dormía el que parecía su sueño final en el viejo museo Gregorio Alvarez del Parque Central, barrido por la primera versión del Museo Nacional de Bellas Artes.

"Cuando lo vi me quería morir, es un gran piano, de una gran marca; cualquiera que se sepa de pianos sabe lo que es un Steinway... Enseguida empezamos a averiguar dónde se podía reparar y para nuestra sorpresa en Centenario encontramos a un grandísimo luthier", explica el secretario de Cultura de la municipalidad de Neuquén, Oscar Smoljan.

El Steinway & Sons tenía una historia propia en estas tierras adonde llegó luego de una primera escala en el barrio de Palermo, en Buenos Aires. Aquí, en Neuquén, alguna vez sobre la caparazón de sus 12.000 piezas se acodaron, entre otros, Roberto Goyeneche, Alberto Marino y Roberto Rufino.

"Un instrumento que no sirve más: ese es el que quiero reparar", proclama el luthier Carlos Ledesma, el hombre que se encargó de la restauración de de la pieza que jerarquiza al auditorio del MNBA. Al cabo de 450 horas

de trabajo en su taller de la ciudad de Centenario, Ledesma le devolvió la vida al piano.

"Hace muchos años averiguamos cuánto podías salir la reparación y nos dijeron que teníamos que mandarlo a Estados Unidos. Nos pedían una barbaridad, algo así como 50.000 ó 60.000 dólares", admite el historiador Juan Isasi, ex director del museo Gregorio Alvarez.

Carlos Ledesma ejecutó uno de sus mejores trabajos por una cifra infinitamente menor.

El piano llegó a Neuquén en la década del 80, lo trajo Juan Carlos Lence, un porteño del barrio de Flores, tanguero de la primera hora. Lence fundó su boliche Chiqué en Alberdi 59, junto a su parrilla no menos conocida: "La Raya".

Chiqué era tango, como Lence, y el piano, uno de los capos del boliche por el que paseó todo el linaje de tangueros de la zona.

Lucía, la viuda de Juan Carlos, recuerda a dos músicos de peso en el pago chico: Miguel Angel Barcos y Luis Perego. Ambos tocaron el viejo piano,

Lucía se enteró el viernes del destino del Steinway de Chiqué. No lo podía creer. Su marido lo

donó a la dirección de Cultura de la municipalidad a fines de la década del 80. Juan Carlos era así, un bohemio desprendido, padre de cinco hijos que son cinco nombres que suenan en dos por cuatro: Gricel, Rosicler, Lilian, Soledad y Carlos, obvio.

"Este piano le da carácter al auditorio del museo, excelencia y hace a la identidad de la ciudad, es un milagro que se haya conservado y que vuelva a sonar", dice Smoljan. Para antes de fin de año se prepara un espectáculo presentación del piano con reserva de butacas para Lucía Lence y su larga descendencia.

Ledesma es modesto de verdad. Está parado en el taller de su casa en Centenario. "Para mí la gran satisfacción es verlo restaurado, sacar a la vida un instrumento", dice mientras repasa un piano despanzurrado, con tres patas e invadido por las polillas.

 
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