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Jueves 28 de Septiembre de 2006
 
Edicion impresa pag. 36 > Sociedad
Masacre de Patagones, el dolor dos años después
Las víctimas terminaban este año el secundario. Familiares objetan la falta de contención.
Marisa Santa Cruz de Ponce, mamá de Federico una de las tres víctimas fatales del ataque en la escuela de Patagones.
Marisa Santa Cruz de Ponce, mamá de Federico una de las tres víctimas fatales del ataque en la escuela de Patagones.
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PATAGONES (AV)- Con el mismo dolor de hace dos años, ese que no se puede definir con palabras, hoy los padres, familiares, amigos, sobrevivientes, alumnos y docentes recuerdan el horror vivido en la escuela Media "Islas Malvinas" de Patagones el trágico 28 de setiembre de 2004.

De esa marca que no se podrá borrar son pocos los compañeros de Federico, Sandra y Evangelina que pueden ponerles palabras a lo sucedido. Tan pocos como los que recibieron atención psicológica adecuada durante este tiempo. La sola explosión de un globo los asusta y los paraliza el más mínimo riesgo.

Varios son los que siguen necesitando de la compañía nocturna de mamá para garantizar un sueño sin las imágenes de aquella pesadilla que se hizo realidad.

También muchos son los padres que se refugian en el silencio.

Marisa Santa Cruz de Ponce, mamá de Federico, no sólo le puso palabras al dolor sino que levantó una severa crítica al lamentar la falta de contención recibida por los chicos del primero "B" Polimodal testigos directos de la masacre.

Al igual que varios de sus compañeros Federico cumpliría este año los 18 y en diciembre egresaría.

En estos dos años, el dolor enmudeció a Marisa. "Una parte de mí la mataron junto con Federico" aseguró al señalar que sólo pudo escribir. Empezar a hablar no fue fácil. El llanto se encargó de estrangular las palabras y siempre se adueñó de la situación. "Dejé de hacer todo" confesó, hasta de pintar que era una de las cosas a las que se dedicaba con pasión. "Me dicen que es un autocastigo.. no lo sé".

La ausencia de Federico se compensa con su presencia en los momentos de alegría a través de sus fotos están por todos lados. Grandes, chiquitas, en el living junto a sus dos hermanos en todas las etapas de crecimiento, alrededor de la mesa del comedor para que nunca falte de la reunión familiar. También está en varias fiestas de 15 años de sus amigas que poco a poco arrimaron ese recuerdo a la familia y hasta en el último baile de la Primavera cuando lo eligieron el rey del curso. "Le gustaban los fideos con salsa blanca, tomar mucha agua, comer pan pero no le gustaban los dulces" recuerda con ternura Marisa que sonríe cuando enfatiza que no le gustaba que le dijeran "gordo".

 

Discriminación y apatía

A la intensidad del dolor se han sumado otros sentimientos que lo profundizan, como la discriminación, actitud que "muchos han tomado con quienes sufrimos esto y con los chicos que sobrevivieron".

En este sentido señaló que son varios los comentarios que se han escuchado en relación con la fiesta de egresados y a no querer compartirla "con los del tiroteo y la gente de la noche está juntando firmas para no bajar con los chicos porque no van a estar bien y no quieren que les arruinen la fiesta. Esto es muy grave porque yo podré estar enferma pero esa gente está peor que yo y esto puede ser muy peligroso si no se trata. Esto va más allá de la indiferencia, que también duele. Es muy marcada la apatía, en general, de la juventud hacia todo pero los jóvenes son reflejos de los adultos y entonces no nos preguntemos qué pasa con los jóvenes que están violentos si no con la sociedad".

Para Marisa los indicios de la apatía aparecen a diario, y a modo de ejemplo recordó que recientemente se dictó un curso de capacitación sobre seguridad en las escuelas organizado por el gobierno provincial y declarado de interés municipal por los concejales que se ofreció en el casino de oficiales de la Subprefectura, actitud que consideró como una provocación al preguntarse porqué no se hizo en un club o en una escuela.

"No tienen memoria. Estas son cosas de cuidado y no les estoy pidiendo que vengan a las marchas, sino respeto", sostuvo. Cabe recordar que "Junior" disparó contra sus compañeros con el arma reglamentaria de la Prefectura, institución a la que pertenece su padre.

"La intención fue siempre la de meter todo debajo de la alfombra", puntualizó Marisa en referencia a la actitud del Ministerio de Educación bonaerense al que responsabilizó de la falta de contención de los alumnos del curso que no tuvieron un tratamiento psicológico personalizado y continuo ni tampoco grupal para aliviar el tremendo impacto que sufrieron y que aún padecen. "No puede ser que todo deba ser un reclamo permanente para que se cumplan los compromisos asumidos".

 
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