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Domingo 20 de Agosto de 2006
 
Edicion impresa pag. 42 y 43 > Cultura y Espectaculos
JORGE ONOFRI: Después de la maduración, la creación y el estreno

por SEBASTIAN BUSADER


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Evacuados, caudales, alertas, las palabras que más suenan en radio y tevé, las que se leen con mayor insistencia en los medios gráficos. El valle de Río Negro y Neuquén se ve azotado por un mini temporal que amenaza con llevarse todo lo material que existe cerca de los ríos. Cada uno tiene su tragedia personal, desde aquel que presencia cómo el cauce se le mete al dormitorio hasta la blonda señora que pierde la fineza cuando debe saltar un charco para sumergirse en una boutique de onda.

Pasa en Cipolletti, y en todas las ciudades de por aquí. Para colmo (¿otra tragedia personal?) Jorge Onofri no llega a la cita, y los desencuentros se suceden hasta el otro día, cuando anoticiará que el verdadero "contratiempo" lo padeció su madre. A esa altura, el artista pelea con administrativos y médicos de un sanatorio local para conseguir una cama confortable y algo de tranquilidad para su "vieja". Onofri se sale de la vaina. Necesita contar que dejó de ser un empleado público, que se dedica con exclusividad (y total gozo) al teatro independiente y que su cabeza es una autopista donde los proyectos suben y bajan, cruzan y entrecruzan. Vías sin peajes, zona liberada.

Onofri podría no estar acá, en Cipolletti, en el valle. El mismo, sin que se altere el color de su rostro ni el tono de voz, dice que las ofertas del país y el mundo nunca "me faltaron. Incluso hoy no me faltan". Decidió quedarse por cuestiones tan simple como el clima del lugar o tan profundas como el apego a la familia. Para los desprevenidos, Onofri es autor y director, actor y quizá el titiritero más importante de la región. Perfeccionado en Europa, fue parte del staff de las mejores compañías para títeres del Viejo Continente, lo dirigieron enorme exponentes y se codeó con los mejores maestros. Los premios, la consagración, se volvieron parte de su currículum y el teatro el elixir que cura cualquier mal interno y externo. Ah, alguna vez su rostro fue tapa del Magazine de "The New York Times". Sí, de esa revista por la que se sacarían los ojos tipos como Tom Cruise y Brad Pit.

"Me cansé de todo. Fui director artístico de la Escuela de Títeres de Neuquén durante 13 años, y un par de años trabajé en la dirección de Cultura de Cipolletti. Con las instituciones me involucré por estar marcado por una cultura muy setentistas, que indicaba que los artistas debían tener una suerte de compromiso social".

Como tantos otros teatreros pulula por la geografía del valle intentando huir de las incomprensiones de la burocracia y el escaso apego por todo lo que tenga que ver con la creación. Onofri mismo se sentía poco útil, "durante los últimos tres años", como Director de la Escuela de Títeres de Neuquén. Por eso lo del paso al costado. "Me aburrió, como persona, como profesional. Soy un tipo que se aburre fácilmente, necesito desafíos permanentes, sino entro en el agobio. La palabra agobio se escapa de entre sus labios acompañada (matizada) por una gimnasia muscular que en el rostro toma forma de desahogo. Onofri es un tipo particular, lejos de esos que se enfrentan al botón "record" para transformar su falsa modestia en líneas complacientes. Todo lo contrario. Dirá que siempre piensa mucho en él y poco en los demás (salvo en sus seres queridos), pero que éste concepto existencial tiene su génesis en una felicidad particular que al multiplicarse en millones provoca la felicidad general.

-¿No le molesta un poco pensar tanto en usted, en su grupo, en su contexto...

-Siempre estoy pensado en mí, yo nunca pienso mucho en los demás. Mi trabajo más importante es sobre mí mismo y en consecuencia sobre el mundo. No es un concepto egocéntrico, al contrario, me parece que ocuparse de sí mismo sería de gran ayuda para el mundo. Si cada uno lo hiciese se encontrarían muchas soluciones, tenemos puesta la mirada en hacer cosas para los demás, ese sentido judeo-cristiano del mundo bastante equivocado de creernos buenos porque hacemos cosas para los demás. Yo busco en el arte un conocimiento de mí mismo, en realidad extraigo de mi conocimiento que aparece poetizado, se materializa en la escena. Ahí aparezco yo, eso es lo magnífico, la actividad artística es la fuente de sabiduría más importante que yo encontré.

-Por eso tarda tanto tiempo en la creación y la generación.

-Claro, por eso no me sale eso de parir obras constantemente. Mis obras son producto de un largo proceso. No hago una obra de títeres, sino que recorro mi lado interior para encontrar la mejor forma de decir lo que siento, y no me sale en dos meses. Sí he trabajado con directores con los que hemos montado obras en 35 días. Lo hicimos en Nueva York, también en Estocolmo con la "Sonata de espectros", una obra sensacional.

Onofri estuvo cinco años en el Viejo Continente. Todo fue fugaz y de un momento a otro se encontró trabajando en la mejor compañía de Suecia, ganando una suma importante... y todas las comodidades.

Algo así como estar en el cielo, pero siempre pensando en otro paraíso prometido y tan virgen como salvaje. Porque mientras recorría Europa y actuaba en el Olimpo del teatro, la Argentina se prendía fuego en un proceso de hiperinflación 'alfonsiniano' que indirectamente también atacaba a su pequeño hijo Juan.

No lo pensó más, decidió sufrirlo menos, y pegó la vuelta.

En el medio de una historia y otra, The New York Times.

"Vivía en Estocolmo y trabajaba en el Marionetteatern. Resulta que con "Sonata de espectro" fuimos un suceso en Europa, ganamos muchos premios y prestigio. Eso fue a durante el año 92. Al final nos invitaron a participar de un festival internacional de títeres en Nueva York y cuando llegamos al aeropuerto nos percatamos de que nos esperaba mucha gente. A medida que nos íbamos acercando a ellos, levantaban una revista en el aire. Fue como todo en cámara lenta, los organizadores mostrando la revista, yo mirándola, viendo que yo era la portada del magazine de The New York Times. Fue una emoción muy grande, imaginate el ego... Una emoción que duró poco, porque cuando terminó la función me monté en el subte y lloré de tristeza. Ninguno de mis seres queridos estaba para felicitarme, para festejar. Iba con la revista en la mano, pero nadie me conocía.

Ahora sólo piensa en la familia sanguínea y en la afectiva-profesional, bautizada "Atacados por el arte". "Largué todo, quiero dedicarme de lleno a mi compañía, "Atacados...", y sobre todo a producir mi último espectáculo que me dio mucha felicidad, "La niña invisible".

"Atacados por el arte" fue parida en circunstancias muy particulares, en 1999. Fue producto de otro (des)engaño, esta vez del gobierno de Neuquén, cuando ganó la chance de viajar a un festival en Francia, con la obra "El niño y la estrella" ("de las más maravillosas que hice"), y le pagaron descontándole el suelo, a él y sus compañeros. "Ahí me cansé, esa experiencia fue demoledora, me di cuenta que debía tener mi compañía independiente; si mi carrera como artistas la iba hacer sólo dentro de esta institución me iba a morir ahogado".

Se reunió con los titiriteros (a los que llena de generosos adjetivos) Dardo Sánchez, Silvina Vega y Liliana Godoy y formaron la compañía, con la entrañable necesidad de sanar las heridas y comenzar a transitar el camino de la independencia. "'Podés silbar' fue nuestro primer espectáculo, muy exitoso, el que nos abrió las puertas. Recorrió todo el país (lo sigue haciendo), México, Brasil y siete veces España".

-Desde ese momento llegaron muchos éxitos, y la apertura de un teatro.

-En el 2004 produje un espectáculo que se llamó 'Café Patagonia', en Neuquén, con Fernando Aragón. Armamos lo que se llamó La 'Curtiembre Campo Cultural'. Desde 'Café...' me di cuenta que "Embalados" estaba bien encaminado, porque nos corríamos de la etiqueta del elenco de titiriteros para hacer una compañía con una proyección diferente, con capacidad para hacer otro tipo de espectáculo, abordar otra temática, corrernos del teatro infantil exclusivamente.

Dos años antes lo alcanzó una crisis interna. Había creado una bella historia, resplandeciente en poesía y dramaturgia, vacía en el abordaje. Atrapado, decidió enterrarla, y sacarla a la luz hace poco, cuando se reveló la matriz. "La niña invisible" debía ser cuidada por un matrimonio de discapacitados mentales.

"Lo maravilloso de que ellos (el matrimonio), por la simpleza de su mentes, son capaces de ver a la niña invisible, de comprender que detrás de esa campana hay una niña. Lo que me pasaba es que si esos dos padres eran normales hubiesen llevado al psicólogo a la niña, porque las personas normales tenemos el problema de que no sabemos tratar la diferencia... Entonces la idea fue poner a dos personas diferentes para poder tratar a un diferente, y así volver a la normalidad Eso fue lo que le dio a la obra una dimensión maravillosa".

-¿Quizá esa faceta 'maravillosa' tenga mucho que ver con el mundo de los títeres?

- Yo he hecho y hago de todo, pero el de los títeres es un teatro que tiene poesía en sí mismo como arte, es un arte poético. Tengo una carga poética muy importante, un condimento que me acompaña siempre. Por ser objetos que se animan tienen esa carga poética intrínseca, y a mí me permite contar historias con esa carga poética.

-¿Siempre lejos del teatro político por excelencia?

-Es que a mí nunca me interesó ese teatro. Eso ya lo cuenta el diario, la tevé. En la escena me gusta hablar de otras cosas, aunque siempre hay un posicionamiento. Que me ponga a hablar de las diferencias es un posicionamiento, que una persona down tiene derechos a tener la vida de cualquiera... Yo visité a muchos de ellos, y todos coinciden en que desean casarse, tener hijos, una casa, un auto. El teatro de títeres es una herramienta bárbara. Además son tus actores fabricados a tu gusto y medida, hay algo como de sentirte un poco Dios, un control del todo que es muy atractivo para el artista. Acá no tenés mayores obstáculos más allá de tu testarudez.

 

SEBASTIAN BUSADER

sbusader@rionegro.com.ar

 
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