En términos parecidos a lo que sentencia el Teorema de Baglini: cuanto más acerca está un político del poder, más responsable debe ser.

En alguna medida éste es el encuadre en que se movió ayer la reunión de convencionales de la UCR rionegrina. Porque es una expresión de ejercicio concreto de visiones de poder determinar si se va o no la Convención de Rosario.

La definición que se adopte hace a responsabilidades. Hace a poder. Poner la cara en la leonera rosarina, argumentar por qué se está con Kirchner, define una forma de plantarse en la crisis que sacude al partido. Es también una cuestión de autoestima. Es estilo directo. Exposición franca al debate áspero. Es asumir la responsabilidad de defender posiciones.Es abrevar en lo mejor de la tradición del radicalismo. Implica tener algo de todo aquello que hizo de don Amadeo Sabattini uno de los pocos que salvó al radicalismo en los crudos 30. Implica ser cualquiera de aquel famoso bloque de los 44 que en minoría argumentaba y se batía ante el todopoderoso peronismo de finales de los 40.

Ir a Rosario se corresponde con las obligaciones que tienen cada uno de esos siete convencionales con un partido en el que nacieron a la política. No ir, la contrapartida.

No ir explica otro tipo de personalidad política ante la crisis que vive la UCR. Conlleva batirse de lejos. Gambeta. Argumentar posiciones tal como lo decidió la reunión de los gobernadores K: mediante una líneas. Método light. Es, a la política, un frívolo escaparse. Es no querer mirarse a los ojos con tantos correligionarios con los cuales tanta historia hay tejida.

Y no ir es, quizás, darle la espalda a una posibilidad: recuperar al radicalismo. Posibilidad quizá escasa, pero existente.

CARLOS TORRENGO