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Jueves 27 de Julio de 2006
 
Edicion impresa pag. 36 y 37 > Sociedad
Olor y recuerdos, en versión aplicada
Un test de percepción olfativa puede determinar el riesgo de Alzheimer. La evaluación es para saber si el paciente puede reconocer e identificar olores.
Generalmente son las personas de más de 65 años las afectadas por estos problemas.
Generalmente son las personas de más de 65 años las afectadas por estos problemas.
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El perfume de la casa de la abuela, el aroma a espiral en las noches de verano de la infancia, son imágenes que vuelven cada vez que olemos. Frecuentemente, los olores nos traen recuerdos. Pero ¿se puede decir que cuando alguien pierde el olfato, está perdiendo a su vez la memoria?

El vínculo entre recuerdos y olfato está hoy científicamente comprobado. Las señales olfativas se procesan en el sistema límbico del cerebro (amígdala, hipocampo, corteza entorrinal), involucrado en el control de las emociones y los procesos de aprendizaje.

Esto lo saben muy bien algunos publicistas, que utilizan aromas asociados a productos de consumo para estimular las ventas.

Pero además de ser un recurso del marketing, el olfato está siendo estudiado en su relación con los procesos cognitivos. "Las personas con problemas olfativos pueden esconder enfermedades neurocognitivas", señala la neurofarmacóloga Matilde Otero Losada, del Laboratorio de Investigaciones Sensoriales del Hospital de Clínicas José de San Marín. "El deterioro del olfato es previo al deterioro cognitivo, y puede diagnosticarlo precozmente", afirma la investigadora independiente del CONICET.

Las bases moleculares de la percepción olfativa eran desconocidas hasta hace unos 10 ó 15 años. Hasta que en 1991, Richard Axel y Linda Buck identificaron una familia de aproximadamente mil genes que codificaban la síntesis de receptores olfatorios. En 2004, ambos investigadores recibieron el Premio Nobel de Medicina por su descubrimiento de las bases genéticas de la recepción y transmisión de los olores, desde el epitelio olfatorio al cerebro.

A partir de estas investigaciones, se desarrolló un test que permite predecir la enfermedad de Alzheimer. La doctora Otero Lo

sada lo realiza en el Hospital de Clínicas: "Así como a partir de cierta edad las personas hacen estudios diagnósticos, también se puede incluir este test no invasivo que permite diagnosticar el porcentaje de olfato de una persona pidiéndole que identifique distintos olores".

El neurólogo Carlos Mangone, coordinador del Centro de Memoria del Hospital Santojanni y profesor adjunto de Neurología de la Facultad de Medicina de la UBA, trajo el test al país hace 10 años. "Se utiliza un kit

con 12 olores diferentes no irritativos", explica. Son olores comunes, que la persona tiene que reconocer. "Esta prueba es muy sensible, y es un indicador precoz, aunque no el único, de la enfermedad de Alzheimer", Ricardo wudnitski, uroginecólogo.

Se le da a la persona para oler un pequeño frasco o blister. Al cabo de dos o tres minutos, en los que se le realizan preguntas sobre su salud y actividades cotidianas, se le dan tres recipientes más, uno con el mismo olor y los otros dos con fragancias distintas. La persona tiene que reconocer cuál contiene el olor inicial.

Esta evaluación sirve para determinar si el paciente puede identificar y reconocer olores, más allá de su agudeza olfativa (que implicaría poder determinar la intensidad de un olor). "Esta prueba es muy sensible, y es un indicador precoz, aunque no el único, de la enfermedad de Alzheimer", dice Mangone.

El mal de Alzheimer es una enfermedad degenerativa progresiva del cerebro y constituye el tipo más común de demencia, entendida ésta como la pérdida progresiva de las habilidades cognitivas e intelectuales.

Una de las alteraciones más comunes del Alzheimer es la degeneración neurofibrilar, que se deposita en el bulbo olfatorio. Por eso, la enfermedad se asocia frecuentemente a la pérdida del olfato.

En los pacientes, la disminución de las funciones cerebrales y de la independencia, incluyendo la habilidad de mantener una conversación o de atender su propio cuidado personal, resulta devastadora.

Tiene grandes costos sociales, ya que no sólo afecta a los pacientes sino a sus familias. En los últimos años, su prevalencia en la población aumentó, y se estima que en la Argentina hay aproximadamente 400.000 personas que la padecen.

"En general, afecta a personas mayores de 65 años, y en un 10 a 15% existen factores hereditarios", dice Mangone. Aún no se conoce una cura para esta enfermedad, pero su diagnóstico precoz permite realizar tratamientos para frenar su avance.

El entrenamiento cognitivo, así como los ejercicios de estimulación de la memoria y del olfato no evitan la aparición del Alzheimer, pero ayudan a generar una mayor reserva para enfrentar sus síntomas.

Hoy existen evidencias clínicamente probadas de que un estilo de que una dieta y un estilo de vida sanos disminuyen los riesgos de aparición de enfermedades vasculares, presión alta y enfermedad coronaria, todas ellas muy relacionadas con el mal de Alzheimer.

 

MARIA NARANJO

 
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