Las lluvias de cada invierno renuevan la amenaza de derrumbes en la abrupta ladera coronada de casitas, que a esta altura parecen protegidas por una mano invisible. Mientras tanto, los avisos como el del último martes se suceden con metódica paciencia sin conmover la molicie del poder público.
Nadie niega que la situación en la Barda del Ñireco es una tragedia en ciernes, pero los planes para atender la emergencia avanzan un paso y retroceden dos.
Nadie tomó nota en su momento de aquel informe de la Universidad Nacional del Comahue que dos décadas atrás alertó sobre el riesgo de urbanizar la Barda y la planicie inundable que bordea el arroyo. Los asentamientos humanos continuaron. No sólo los improvisados, también los barrios del IPPV.
En julio de 2004, los desmoronamientos llegaron a convocar la presencia del presidente Kirchner, quien prometió construir las casas para trasladar a los vecinos afectados. "Usted sólo consiga las tierras", le propuso al intendente Icare. Desde entonces, todo fueron tropiezos, discusiones y fracasos.
Las respuestas "de shock" nunca llegaron. La estrategia del gradualismo -si alguna vez existió- tampoco mostró resultado alguno.
Icare buscó primero obtener las tierras mediante una transacción con la empresa Las Victorias, pero meses después desistió ante la resistencia de vecinos y concejales. Luego consiguió imponer una compra directa de 17 hectáreas, pero el contrato respectivo todavía no se firmó "porque el vendedor no está en Bariloche y recién llega en agosto".
Ajeno a los eufemismos, un vecino acusó ayer "a los políticos" de haberse pasado "dos años peleando sin llegar a nada". A su poder de síntesis, el homenaje del silencio. (AB)