NEUQUEN (AN).- "Estamos hasta el cogote con el agua, el arroyo sigue creciendo y el agua está helada", se quejó Genaro León, un hombre que vive en el barrio Confluencia, uno de los puntos más castigados por la crecida de los ríos en la capital neuquina. Poco después del mediodía, el agua estaba apenas a unos metros de la puerta de su casa. León es uno de los vecinos de esta ciudad que hasta ayer se resistía a dejar su vivienda, ubicada en Paimún y Boerr. El hombre se quejó porque "hay un empleado municipal que vive muy cerca que ha hecho una obra de contención particular que nos empuja toda el agua para acá pero nada, el está lo más pancho mientras nosotros nos inundamos".

Desde el viernes por la noche, el barrio Confluencia (nombre que obedece al punto donde se hermana los ríos Neuquén y Limay) es el más afectado por la crecida. Lo más grave se dio a partir del notable incremento del arroyo Villa María, un desagüe que descarga en el Limay que por causa de canales conectados al Neuquén estalló de agua en las últimas horas. En total, la ciudad capital sumaba ayer 33 evacuados de los cuales sólo la mitad está en edificios de la municipalidad: el resto se trasladó a viviendas de familiares.

"Pensamos que podía ser peor, estamos haciendo obras de contención en conjunto con la subsecretaría de Servicios Públicos que nos ha ayudado en los operativos de evacuación pero hay gente que no se quiere ir a pesar de que el agua le llegó dentro de la casa", explicó Eduardo Royano, el director de Defensa Civil de la municipalidad de Neuquén. Ayer, los llamados estallaron en las oficinas de esa cartera municipal.

"La situación está controlada pero obviamente hay preocupación", agregó el funcionario. Ayer, los caudales se mantenían pero hay temor a partir de lunes "ahora el nivel se mantiene porque hay nieve en la cordillera, si entra un frente más cálido entre el lunes y el martes, vamos a tener problemas", advirtió Royano.

"Ya perdí los colchones y la frazadas, el agua sigue subiendo y nos está faltando mercadería", se lamentó Beatriz Ayala, de 56 años. La mujer tiene su precaria vivienda en lo que hasta hace poco fue un baldío. Se trata de un terreno muy bajo, una verdadera invitación para el agua oscura del arroyo Villa María.

"Mi hija tiene 13 años y problemas de columna, la tuve que mandar a Allen a la casa de unos familiares. Necesitamos frazadas más que nada", afirmó Beatriz mientras chapoteaba en alpargatas sobre un líquido cortante: "El agua está recontrahelada, no se sienten los pies", le dijo Beatriz a este diario. La mujer dijo que ya no quiere vivir más en ese lugar, que necesita un terreno en un lugar más alto pero "ni bolilla me dieron en el banco de Tierras de la municipalidad ¿A usted le parece cómo quedamos acá tapados por el agua? Anoche nos fuimos a la salita pero tampoco queremos dejar todas las cosas, me pueden robar los animales". La mujer tiene como principal patrimonio cuatro pavos y una polla y ayer fue a su rescate: "Tenía miedo de que me los lleven, sino se los lleva la gente se los lleva el agua", fue más allá. Beatriz necesita abrigo y botas para agua.

"Mirá, acá la ayuda ha llegado, la gente de Prefectura me ha traído cosas pero yo quiero dejar mi casa y mis cosas. No voy a dejar los chanchos pero no voy a traer de vuelta a mi nena de nueve meses, que está con mi familia", afirmó Diego Presas, un criancero de Confluencia. Presas, que enviudó cuando nació su pequeña, dijo que aguantará hasta donde pueda.