Hoy, todo amor.

Pero en un ayer que es historia pero palpita muy cerca, se miraron con gesto agrio. Porque en el último medio siglo el vínculo argentino-venezolano no estuvo carente de tensiones e incluso de fracturas.

Todo comenzó con el largo exilio de Juan Perón en Caracas, donde estuvo más de dos años y medio en esa condición tras su derrocamiento en el '55. Perón vivió ahí cobijado y protegido por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

Dos fueron los factores que en ese tiempo lesionaron la relación entre las dos naciones. Uno: la intensa actividad política que a partir de su instalación en Caracas desarrolló Perón. Una tarea alentada por la convicción de que, llegado el momento, los vientos de la historia le serían favorables para volver al poder en Argentina. Esa actividad se traducía en la permanente presencia en Venezuela de dirigentes justicialistas con los que el ex mandatario organizaba la resistencia a la Libertadora. Y fue en Caracas, precisamente, donde se fraguó, articulado por Rogelio Frigerio, el pacto Perón-Frondizi en virtud del cual el justicialismo respaldó a la UCRI en las elecciones del '58.

Toda esta actividad de Perón fue cuestionada por la Libertadora. Sin eufemismos acusó directamente a Pérez Jiménez de alentar esa política.

Un segundo factor que debilitó las relaciones fue la decisión de los servicios de inteligencia argentinos de asesinar a Perón. Aspiración expresada con tanta desprolijidad que los propios ejecutores de la tarea no lo disimulaban. Recientemente este diario publicó que a ese proceso según fuentes seguras habría estado relacionado un conocido de Río Negro: "Cholo" Alenci. Conspiraciones que involucraron incluso a un general y embajador: Carlos Toranzo Montero. El 25 de mayo del '57 por caso fue volado el Opel de Perón, que salvó la vida por piruetas de la historia. Pero quedó herido su chofer, Gilaberte, que lo estaba esperando.

La tensión determinó que, en julio del '57, Argentina y Venezuela rompieran relaciones diplomáticas.