NEUQUEN (AN).- El pasivo ambiental de la provincia de Neuquén -ombligo de la producción hidrocarburífera nacional- es una incógnita que, tal vez, pueda revelarse a partir de la demanda presentada por los superficiarios.
Los daños provocados en suelo, flora, fauna y recursos hídricos son inocultables y poco tienen que ver con la actividad de explotación de los últimos años sino sobre todo la que se llevó adelante hasta los 90, con escasos o nulos controles. Paralelamente, la mentada vocación por las alianzas estratégicas que encaró este gobierno (acallada por estos días) en el área ambiental pareció reducirse a un mirar para otro lado, salvo en los últimos meses cuando -sugestivamente- un cambio de relaciones modificó la postura oficial.
La presentación de los superficiarios es un dolor de cabeza para las empresas e incluso se especula que muchas de ellas deberían hacer las valijas antes que afrontar las consecuencias económicas que implicaría. Hace apenas unos meses la multinacional Pioneer Resouces dejó sus operaciones en el país, le vendió sus activos a Apache y de paso le dejó un pesado pasivo ambiental: uno de ellos en Buena Esperanza. Ya retirada la firma, la empresa perdió su licencia ambiental por una sanción de la provincia. Así como las consecuencias son muchas y graves sobre el ambiente, es cierto que hubo superficiarios que han realizado verdaderas puestas en escenas para obtener dinero de las petroleras. Por caso, se recuerda a un superficiario que puso vacas Heresford en un páramo de Rincón de los Sauces.