09 » May 2024
Diario Río Negro
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Adrián Arden
Editor Responsable
 
  22 » Aug 2008
Esa gente con la que alguna vez te cruzaste
  Están ahí, a la vuelta de la esquina, titilando en el chat, en una fiesta, en todas partes. Son fácilmente reconocibles y después de los 30 se hacen obvios, más previsibles.
Lo que sigue es algo así como el inventario de esa gente con la que siempre nos cruzamos. Y que nos encanta mirar de lejos.


La barbie que entró en descomposición
Mejor hablemos de ella como "la calentona". Cuando pasa los 30 se le nota la desesperación. No sé. Hay como un gesto adusto, una risita histérica, cierta urgencia que no necesita explicación. Si hasta los veintipico "la calentona" fue un personaje simpático, de frases ingeniosas y anécdotas divertidas, ahora su presencia generalmente incomoda. Es como que perdió el encanto, se la nota vencida, un poco agobiada. Perdida en un laberinto de ex novios que ya se casaron, carnes que empiezan a ablandarse y siliconas que costaron meses de ahorros.
Esta barbie en descomposición generalmente está buena y su vida gira en torno a esa obsesión. Por eso, ya perdió a todas las amigas. La única que le quedó es una vieja -separada, viuda o divorciada- que siempre cotiza en baja. Y con ella realiza el tour de la decadencia. Salen todos los viernes y sábados y cumplen con una rutina largamente estudiada. Primero comen en una pizzería, por un motivo más que claro: allí se cruzan con maridos ajenos que las miran con ganas y mujeres que las miran con envidia. Y ahí están a gusto, alegres. En ese contexto se sienten miradas, deseadas, odiadas. Y eso les encanta. Hasta que se van, siempre en medio de una carcajada y una risita cómplice. Luego, se sientan en una confitería pasada de moda, en pleno centro, en la esquina más vistosa. La "calentona" elige el lugar mejor iluminado y la vieja se conforma con lo que le toca. Los roles están claros: una sale de gira, la otra acompaña. Y con la misma pose llegan al boliche. Si son de Roca, bailan en Cipolletti. Si son de Cipolletti, prefieren Neuquén. Y si son neuquinas, siempre se dan una vuelta por el casino.
En el boliche eligen la pista senior o las mesitas pegadas a la barra del costado. Y miran, y hablan poco, y se aburren y casi nunca bailan. Unicamente se animan a la pista cuando las acompaña un amigo gay de "la calentona", pero siempre a mitad de noche terminan solas por un conflicto de intereses: el gay no aguanta a la vieja, la vieja se siente desplazada, la calentona se frustra rápidamente:
-Esto está lleno de pendejos...vamos a la mierda
La "calentona" no soporta los domingos, la deprimen, la muestran sola, con restos de maquillaje, revisando el mail cada cinco minutos. La "calentona" recupera la sonrisa recién el lunes. Generalmente trabaja de recepcionista o tiene su propio local de chucherías, de esos a los que entra poca gente, un poco devaluado, un poco mersa, atendido por ella y una empleada fea, que le profesa admiración y siempre cobra poco. Si es recepcionista la postura es otra: siempre está caliente, pintada como una puerta, revisando libritos de Monique Arnold y chateando con sus 14 mil contactos-novios de todo el mundo.
La "calentona" no llama a la gente por su nombre, para ella todos son "negri"; va poco al gimnasio, prefiere correr en calza y topcito por los suburbios, generalmente después de las ocho de la tarde; no tiene mascotas, las odia, y si las tiene las trata como accesorios. Si hay algo que la define es la autoreferencialidad: es imposible no escuchar un "porque como sho siempre digo..." en alguna de sus conversaciones y cierta tendencia a coronar todos los anécdotas ajenas con una experiencia personal.
Finalmente, lo que más llama la atención: la "calentona" no coge mucho, no es fiestera y difícilmente haya experimentado (o tenga pensado hacerlo) una menage a troise. Lo suyo es más una pose, una mueca, desborda erotismo, pero en realidad busca un novio, algo estable, alguien que la redima.
En resumen, todos coinciden en lo mismo. La calentona es una buena mina. Sú unico error fue no saber aprovechar el tiempo en demostrarlo.


La tiranía de las madres primerizas
-Hola...¿qué hacés? ¿Todo bien? Tengo nuevas fotos del nene para mostrarte...
No es que sean cansadoras, lo que más aburre es que sean tan previsibles. Tan monotemáticas.

Las amigas que se convirtieron en madres adquirieron eso, una increíble capacidad para convertir al mundo en un extraño lugar patrocinado por "Johnson and Johnson" donde sólo es posible hablar de caca líquida, problemas para amamantar, maridos que no se hacen cargo de la crianza y los beneficios de dotar al auto de una sillita para bebés. Eso y una llamativa incapacidad para darse cuenta que eso sólo les interesa a ellas. A nadie más. Ni siquiera a ese bebé de tres meses que me mira desde su cuna intentando confirmar que por ahora sus únicas habilidades son respirar, comer y cagar, pese a que su madre insista en que "no sabés lo despierto, lo vivo que es", "si escucha una canción de Soda Stereo mueve las manos...va a ser re fan como el padre" o "seguro va a ser artista...no sabés cómo le gustan los lápices de colores".
De todos modos, él y yo sabemos que esta pesadilla empezó unos meses antes.
-Tengo imágenes de la eco en 3D para que veas cómo va a ser mi hijo
-¿Y se ve algo? ¿se nota bien?
-Si...obvio. Ahora paso por tu casa
Media hora después lo que tengo frente a mis ojos es una foto medio borrosa, oscura, con poca definición, de alguien que creo que tiene un brazo, media pierna, la cabeza hinchada y los rasgos tan definidos como el mismo Nahuelito.
-¿A quién se parece?
-Y si me lo mostrás así...no sé qué decirte...¿a Bernardo Neustadt?
-No es gracioso lo que decís
-Ya sé...pero se parece a ET...da un poco de impresión ¿qué querés que te diga? ¿Es humano al menos?

Algunos tics después del trabajo de parto.

La madre impune: La madre primeriza en general cree que el sólo hecho de parir le dio derechos que no están escritos en ningún lado y que la ubican un escalón arriba del resto de la humanidad. Es como que la maternidad les dio una especie de barniz que las convirtió en intocables. En impunes, inmaculadas. Así, por ejemplo, ir al cine o al teatro con el bebé en brazos y calmarle el llanto en medio de la función, no será un problema tan grave para ellas. De hecho, siempre tienen lista la respuesta:
-¿Y qué querés que haga? ¿Con quién querés que lo deje? De última...el dueño del cine no me dijo nada...no sé por qué te quejás tanto...

La teta social. No debería ocurrir, pero ocurre, siempre en un cumpleaños, alguna fiesta familiar, un casamiento. En algún momento el bebé llora, tiene hambre, pide teta. Y ella, hace lo que se espera que haga: pela en medio del salón. Lo que sigue después es una mezcla de incomodidad, ternura. Ellos no saben dónde mirar, si al techo, al piso, si a los ojos y mantener la vista fija sólo en los ojos. Y no bajarla, para que no los confundan con un pajero que se calienta con eso, que es un momento mágico, sublime, único. Y ellas, siempre responden con lo mismo:
-¿Hay algo más natural que darle la teta a un hijo?

No entendés nada. Todo esto se resume en una conversación.
-Anoche vi una película hermosa
-¿Si? ¿Cuál?
-La vida es bella, es italiana, una historia hermosa...de un papá y su hijo en un campo de concentración nazi, que el papá inventa toda una historia para que el nene no se dé cuenta de todo el horror del lugar
-Ah si, la vi, es vieja, pero a mí no me gustó mucho...me pareció muy sensiblera al pedo
-Pasa que vos no la entendés porque no sos padre...el día que tengas un hijo vas a saber lo que se siente
-....
 
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  08 » Aug 2008
Aquel viejo sueño de "matar" a los padres
 

Mi amiga Luciana ya lo sabe: no va a poder "matar" a sus padres.

Repasemos su historia.

Luciana ronda los treintaypico y pertenece a esa generación que probablemente sea la mejor calificada en la historia del país. Y la primera que no puede cumplir con esa lógica expectativa de "matar a los padres". Es decir, de superarlos en todo: mejor casa, mejor trabajo, mejor sueldo. ¿Cómo definir a esa generación?: casi todos son treintañeros, la mayoría tiene título o pasó por una universidad, los que pueden invierten en posgrados o cursos de todo tipo, trabajan, a veces más de 10 horas por día, tienen experiencia, generalmente tienen mejor formación que sus jefes y saben idiomas...y si no los inventan. Pero, pese a eso, cada vez son más los que sienten que no pudieron llegar a donde pensaban. ¿Razones? ´Muchos comparten departamento y destinan buena parte del sueldo en alquiler, no pueden ahorrar, no tienen coche, ni casa y viven al día. Y aunque escuchan seguido eso de que "las condiciones de vida de los jóvenes de ahora son mucho mejores que las de los jóvenes de los años cincuenta o sesenta", la mayoría sonríe con una mueca forzada. Porque no es frustración, a veces sólo es desánimo. Y un poco de incertidumbre.

Esto me dice Luciana -parricida frustrada- a través del mail:

"Uno de mis mejores amigos es malabarista. Somos amigos desde los 16, cumplimos los años con sólo tres días de diferencia pero somos muy diferentes. Para todo el mundo yo siempre fui de los dos la más centrada y él, el loco malabarista.
YO: jamás repetí de año, estudié inglés en una academia, se computación. Leí Cortázar, "El Tesoro de la Juventud" con la abuela, "Elige tu propia aventura", Shakespeare, y todo lo que se me cruzó por delante (me banqué hasta el "Ulises" de Joyce se los juro). Como era obligatorio para los viedmenses de clase media apenas acomodada me fui a estudiar a Buenos Aires, y cuando terminé conseguí trabajo en una empresa.
EL: repitió muchos cursos, terminó en una nocturna, se hizo payaso, titiritero, clown, malabarista. Tuvo una nena con su novia, se juntó, viajó por todo el país con ellas y los tres conocieron países limítrofes. Me vino a visitar cada Fiesta de la Manzana desde que vivo en Roca, se quedó todo el tiempo que quiso.
YO: este mes llegué por fin a fin de mes. O sea, pasé fin de mes y el 4 me agarró con 20 pesos en la cuenta y algo así como otros 20 en la billetera. Seguramente para muchos es una huevada pero para mí, que tengo 30, que estudié una carrera terciaria en una institución privada y de bastante prestigio, que hace unos cuatro años que trabajo en la empresa más importante dentro del rubro, que además comparto alquiler con amigos desde que tengo 18 y que divido todos los gastos, no. Tengo cuotas de todos los colores. Tardé un año en comprarme una tele, otro para el lavarropas, ahora empecé con la
notebook que creo que voy a terminar de pagar cuando tenga 34 y tal vez ahí pueda pensar en cambiar el colchón que me cedió
mi vieja porque ya estaba viejo.
EL: me llama cada tanto (¡¡¡compra tarjetas para llamarme!!!) y desde hace unos dos meses se conecta con su notebook a un sistema de internet nuevo, con el que puede estar conectado aunque se vaya a la cochinchina, y con su cámara me muestra lo hermosa que esta su gorda. Este mes me llamó feliz porque se compró un auto, lo metió en el taller y ya lo tiene listo para salir de gira (tal vez me visite en un tiempito y nos tengamos que ver en los momentos libres que me dejen mi trabajo de seis horas en oficina más el nuevo que empiezo en unos días de seis horas más).

No me quejo. Tengo una buena vida. Pero a veces, mientras siento que hago malabares con la boleta del gas que me persigue con una suma exhorbitante, la de la luz que está gordita (y eso que todavía no tiene el aumento de De Vido), la "necesidad" de estar en onda con la ropa, las salidas, la música, las películas, y el recibo de sueldo que no me animo a protestar aunque cobre lo mismo que un cajero de Coto, pienso en mi amigo y su libertad y se me ocurre pensar "¡¡¡Por qué no aprendí con él a tirar las pelotitas!!!"
 
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  05 » Aug 2008
¿Dónde diablos está Matt?
  Matt Harding es estadounidense, tiene 31 años y es una de las grandes celebridades que parió You tube en los últimos tiempos. Durante 14 meses recorrió decenas de países y mostró en la web lo que sabe hacer. ¿El resultado? un éxito instantáneo, con más de ocho millones de visitas en apenas unas semanas.
Lo que sigue son unos párrafos de una nota de Charles McGrath, de The New York Times.
"Matt Harding empezó bailando en el trabajo, hace años, cuando vivía en Brisbane, Australia. "Bailaba en la hora del almuerzo o durante alguna pausa, o simplemente para molestar a la gente -explica Harding-. Era una especie de tic nervioso." Aparece en las calles de Mumbai por un rato, después en formaciones rocosas de Irlanda del Norte, al rato en un campo de tulipanes en Holanda o frente a un géiser en Islandia. Lo más común -y esto tiene mucho que ver con el atractivo del video- es que aparezca con otra gente: chicos callejeros sudafricanos en Soweto, indígenas en Nueva Guinea, bailarines estilo Bollywood en la India, mozas algo disfrazadas en Tokio, multitudes de espíritus libres en París, Madrid y una lluviosa Montreal, con todos copiando su paso de gallina. Harding también baila para un solitario policía militar, que no muestra intenciones de querer unirse a él, en la zona desmilitarizada de Corea. De muchas formas, es una pieza casi perfecta de arte en Internet: es corto, placenteramente raro y tan minimalista en su contenido que se abre a una multitud de interpretaciones. Podría ser un pequeño comercial que habla del bienestar en todo el mundo. O una alegoría de la política exterior norteamericana: un extranjero apareciendo acá y allá en todo el mundo y respondiendo sólo a su propia música interior. O podría ser sólo un hombre bailando. Como sea que se interprete, uno no puede mirar a Matt sin sentirse un poco más feliz".

Matt Harding o cómo una idea sencilla puede ser increíble al mismo tiempo. Pasen. Vean.

 
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Varios[19]
Hasta la próxima
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