04 » Dec 2024
Diario Río Negro
www.rionegro.com.ar
Adrián Arden
Editor Responsable
 
  31 » Oct 2008
Hasta la próxima
 


Podría empezar así:
-Me aburrí. Y es posible que ustedes también.

O con una pregunta:
-¿Cuántas veces más podríamos seguir hurgando en nuestro propio ombligo?

O con una respuesta:
-Las que sean necesarias.

O podría darle la razón a "chupín flogger", que hace unas semanas escribió:
-"Este blog es un inventario de patologías"

O podría contarles eso que me impulsó a escribir la primera nota
-¿Y si nos cagamos de risa un rato?

O podría hacerle caso a ese lector que pedía siempre lo mismo
-"¿Para cuándo una historia tuya...la confesión?"

O podría retomar esa frase que hizo que nos encontremos en mayo:
-"¿Por qué este blog? Porque está bueno contar, pensarse, ver quién está ahí afuera, escuchar, escuchar dos veces. Ponerse en el lugar del otro, ver dónde estamos parados".

O podría suponer que algo de eso ocurrió en estos meses.

Por eso prefiero seguir como hace dos semanas: sin saber cómo empezar.
Con apenas un par de certezas sobre este blog:
Que fue la mejor excusa que encontré en los últimos tiempos para divertirme escribiendo. Que para mis amigos fue el confesionario menos pensado. Y que no sólo yo y mi adorada Anna somos los únicos que seguimos buscando la mayor casualidad de nuestras vidas.

Un millón de gracias.

Hasta la próxima
 
Categoría : Varios | Comentarios [27]
 
  13 » Oct 2008
Ser o no ser infiel: esa pregunta que siempre está ahí
 


A mi amigo le pasó eso que tanto temía. Una mujer, desconocida, fascinante, absolutamente pasajera, le puso en duda aquello que tardó años en construir: un matrimonio estable. Y ahora se pregunta: ¿el amor de la vida es uno? ¿son dos?
¿Es ella? ¿O aquella? ¿Por qué hacer el amor toda la vida con la misma persona?
¿Qué cosas implica ser fiel? ¿En qué momento se cruza el límite y ya no hay retorno?.
Charlamos, tomamos mucha cerveza y prometió sentarse a escribir.
Conozcan la historia que le puso el mundo patas para arriba.


Cuando un hombre ama (¿y engaña?) a una mujer

La primera vez que la vi fue a través de una puerta de vidrio. Ella estaba de perfil, en el living de una casa. Desde el patio pude observar que tenía el pelo corto, que era morocha y con la piel blanca, sin grandes curvas en su cuerpo y con una sonrisa tan amplia que los dientes se le veían desde lejos. Y que además contagiaba sus carcajadas a los que la rodeaban.
Linda.
La más linda de todas las mujeres que estaban en esa fiesta del trabajo.
A diferencia de otras veces, aquella noche tuve sensaciones distintas. Soy un hombre casado, amo a mi mujer, llevamos siete años de noviazgo-matrimonio muy felices y proyectamos varios hijos para el corto plazo. Pero esa noche todo fue distinto. Porque, cautivado al fin de cuentas, preferí no levantar ningún muro entre yo y ella. Opté por jugar un rato, al menos en un principio. Dar ese primer paso hacia lo prohibido. Hacia eso tan prohibido: la infidelidad. Tan prohibido para alguien felizmente casado, y con ganas de seguir siéndolo.
Ser o no ser infiel.
“Sólo un paso”, me dije, en un intento de justificarme. En otras ocasiones, durante todos estos años de noviazgo y matrimonio, no me había interesado acercarme a otra mujer. Oportunidades no me faltaron, pero la idea de imaginarme con otra me duraba segundos. Aquella noche, descubrí que ella era distinta a todas las anteriores. Insisto: me cautivó.

Eso que siempre pasa

“Tarde o temprano te iba a pasar”, me dijo un amigo, también casado. “En todo este tiempo se te cruzaron diez mujeres, ninguna te interesó, pero tarde o temprano alguna te iba a poner en esta situación. A todos nos pasa, boludo”, me explicó.
La miré. Ella también. Le sonreí y me sonrió. Tomamos cervezas, primero. Algo con bebida blanca, después. No hablamos mucho; no nos conocimos. Pero decidimos bailar, en ese lugar tan chiquito, de esa ciudad-pueblo que ante estos casos siempre termina siendo pueblo (para colmo).
Primero bailamos a la distancia, con sonrisas cómplices de por medio. A mis treinta y pico, me sentí adolescente otra vez. Estaba excitado por la situación: muchos años sin sentir nada parecido. Es decir, muchos años lejos de esas situaciones en las que se empieza a descubrir a alguien.
“Sólo un paso”, me dije otra vez. Y la agarré de las manos. Qué error. Porque entonces me estremecí. Y después la tomé de la cintura y temblé. Y cuando me apoyé contra ella sentí calor, mucho calor. Y todo mi cuerpo se empezó a acelerar.
-“Mierda”, me dije.
Las manos encajaban a la perfección, nuestras caderas también. O sea: nuestros cuerpos se acomodaron sin dificultades, como si se conocieran desde hace tiempo. No sé cuánto contribuyó la música, cuánto el alcohol. O si simplemente la cosa se dio así. Si simplemente nuestros cuerpos estaban hechos para amoldarse…el día en que se encontraran.
Y ahí, abrazados, fundidos, con ella mirándome fijo y dulce, con una sonrisa llena de dientes, fue cuando el cuerpo me pidió que me tire sobre ella, y que la abrase más fuerte y que me pierda en su boca y que descubra el gusto de su saliva.
Pero no. Ahí, justo ahí, fue cuando decidí huir. Huí en busca de algo para tomar, con el corazón exaltado.
Volví frustrado. Acobardado. Resignado. Dolido. Y muerto de ganas de estar con ella. Ella se quedó mirándome, dulcemente. Y de alguna forma diciéndome“Terminemos esto como debe terminar”.
Comencé a mirar hacia otro lado.

Eso que no tiene respuestas

Ser o no ser.
Ser o no ser cuando los cuerpos se amoldan tan bien, como me ocurre desde hace años con mi esposa.
Ser o no ser cuando estoy felizmente casado.
Ser o no ser cuando al cuerpo le pasan estas cosas.
¿Y si hay dos amores esperándonos en la vida?, me pregunté. ¿Y si uno es mi esposa, para el resto de mi vida, y el otro es ella, sólo para esta noche? ¿O si en realidad es ella la mujer de vida?
Algo muy simple fue lo que me cautivó. Una vez, mi hermana mayor, se enamoró. No me supo explicar qué la había atraído tanto a ese hombre que hoy es su esposo. Tiempo después, vino con algo de Eduardo Galeano. Por lo que recuerdo, el texto decía que las personas somos como fuegos. Hay fuegos bobos, opacos, intrascendentes, que viven al punto de extinguirse siempre y que nunca son advertidos. Pero hay otros que están rojos de vida, que resplandecen, que encandilan, que atrapan, y que cuando uno se acerca se enciende. “El es un fuegazo”, me dijo mi hermana aquella vez. Hoy la entiendo. Porque esta chica que me cautivó, también lo es.
Muy simple.

Eso que podría pasar

Algo más de ella: tiene diez años menos que yo y, a pesar de que trabaja y estudia donde vivo yo, piensa volver a su ciudad natal. Traté de razonar sobre este detalle, nada menor. Lo pensé como el argumento ideal para alejarme muy rápido de todo esto. Pero no logré tenerlo en cuenta.
Me moría de ganas de estar con ella, pero no podía. No podía, no me lo permitía. Y razoné: un lío gigante con mi esposa; el dolor que le podía causar; quilombos, mucha culpa para cargar. Razoné con ella enfrente de mí: pequeña, pelo corto, morocha, con su sonrisa gigante. Cautivante.
La imaginé en una cama. Imaginé su olor. Recordé sus manos, su cintura y su cuerpo. Entonces supuse desenlaces para aquella noche:
A).- Nos vamos por separado, nos encontramos, hacemos el amor toda la noche, nos sentimos felices, nos reímos. Y nos despedimos, convencidos de que lo que vivimos estuvo marcado por el amor. Por ese amor que nada tiene que ver con lo cotidiano, y que vuelve las cosas mágicas a su forma, y que, a su forma, hace todo inolvidable. En todo caso, en nombre de ese amor, nos volveríamos a dar un gran abrazo, interminable, el día que nos cruzáramos por la calle.
-“Fue hermoso”,nos diríamos.
Hay muchos otros desenlaces posibles, infinitos si se quiere y con finales pésimos también y muy complicados. Pero quería que me garanticen que esta historia, si volvía y terminaba con lo que había empezado, se iba a desarrollar sobre ese escenario “A”.
O mejor aún: que iba a descubrir que ella era la verdadera mujer de mi vida.

Eso que no se va

Nadie en aquel lugar, me pudo garantizar que todo iba a terminar en alguna de esas dos opciones.
Ni yo, uno de los protagonistas, pude predecir cuál iba a ser el desenlace de todo esto.
Y me vino el miedo: no quiero perder a mi esposa, ni todo lo que construí con ella, ni lo que me queda por construir.
Pero si tuviese la certeza de que todo va a terminar como me gustaría…
Días después de aquella noche, volví a verla. En esta ciudad-pueblo, que siempre termina siendo pueblo, fue fácil ubicarla. Esperé a que saliera de su trabajo en una esquina. Caminó hacia donde estaba yo, y antes de que llegara crucé de calle. “Nos chocamos”. Conversamos un largo rato y otra vez lo mismo: me cautivó, más que antes.
Entonces, después de todos aquellos días pensando en ella sin pausa, y en gran medida resignado, imaginé otro final para todo ésto: la conocí, tomamos unos tragos, bailamos, nuestros cuerpos se amoldaron, nos entusiasmamos, me cautivó, me volvió a cautivar. Y ella terminó siendo una quimera, siendo el alma de esa quimera. Una quimera encantadora, fascinante. Nada más… Y nada menos.
Ojalá pueda olvidarla.
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  07 » Oct 2008
Cómo son los nuevos solteros argentinos
 


Marquistas, impulsivos y con mayor poder de compra. Ah: y cada vez más y más.
Hay un estudio, realizado por la consultora Mindshare, que ayuda a construir el perfil de la soltería argentina. Una investigación que responde a esas preguntas que más de una vez nos hicimos: cómo son los nuevos solteros, quiénes son, qué consumen, qué expectativas tienen, cómo viven y, por sobre todas las cosas, por qué eligen seguir lejos del matrimonio.

Respondieron más de 3.500 hombres y mujeres de todo el país. Y se armó este perfil:

-El estado civil "soltero" en mayores de 20 años es una tendencia en alza en el país. Pasaron de ser el 19% en 2000 al 28% que representan actualmente.
-El 39% dice que está mejor financieramente que hace un año: es una cifra que viene creciendo desde el año 2000, cuando esa medición se ubicaba en el 14%.
-En cuanto a su situación económica, el 67% trabaja activamente (en el 2000 era el 54%). Hay más hombres ocupados que mujeres.
-El 15% vive solo, un porcentaje que hace 8 años llegaba al 9%. El resto de los solteros vive con su familia o comparte la vivienda con algún amigo.
-Los solteros constituyen un segmento muy activo. Realizan más actividades recreativas (practican deportes, tocan algún instrumento) en comparación a los que están en pareja. Esto se da justamente porque se dedican a ellos mismos y no dejan de lado sus cosas por la familia u otros compromisos. Esto se pone de manifiesto en el tiempo que unos y otros permanecen en el hogar. El trabajo indica que los solteros llegan más tarde a sus casas (cerca de las 22) en comparación con los casados (20). Por otro lado, los solteros tienen más predisposición a las actividades recreativas (paseos y salidas a comer, por ejemplo) y varios se encuentran en una etapa de estudio (carrera de grado o terciario).
-En cuanto a los hábitos de compra, el 25% de las mujeres son más impulsivas al hacerlas en el supermercado. En tanto, el 49% del total de las solteras encuestadas afirma cambiar de marcas para probar cosas nuevas. Este porcentaje desciende al 40% en el caso de los hombres.
-Sin embargo, las dificultades para acceder a una vivienda parecen ser mayores en la actualidad: entre aquellos que viven solos el 62% son propietarios; en cambio, en 2000 el 72% era dueño. Además, hoy el 33% alquila y en 2000 alquilaba sólo el 22 por ciento.

¿Pero sólo eso? ¿Qué otras características creen que tienen los solteros argentinos?
 
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  23 » Sep 2008
El sexo casual, las mujeres....la culpa
 

Lo bueno del sexo casual es que siempre traza una frontera. Luego de esa noche, de esa tarde, de ese cruce, hay quienes deciden quedarse de este lado. Y hay otros que prefieren nunca volver.
Empieza así, con un encuentro fortuito, con una mirada rápida, con un reconocimiento de terreno que no dura más de diez segundos, tres palabras, entre las que hay un "sí" y una invitación a pasarla bien. Y otro "sí".
Pero ¿qué pasa el día después? ¿Qué les pasa a las mujeres? ¿Y qué a los hombres? Un reciente estudio británico brinda algunas pistas: asegura que luego de una noche de sexo casual, la mitad de las mujeres se siente culpable y admite que no disfrutó tanto.Mientras la mayoría de los varones ven el sexo casual como algo divertido, sin más complicaciones, las mujeres se suelen sentir culpables a la mañana siguiente. Esa fue la conclusión de esta investigación que fue publicada en la revista Human Nature. En el trabajo -realizado por la profesora Anne Campbell, de la Universidad de Durham (Reino Unido)-, participaron 1.743 hombres y mujeres que tuvieron sexo de una noche."La mitad de las mujeres no se adapta a este tipo de relaciones. En cuestiones sexuales, para ellas es mucho más importante la calidad que la cantidad", dice la investigadora. Al examinar las sensaciones de los participantes tras una noche de sexo casual, Campbell observó que ellas estaban peor y tenían actitudes más negativas hacia lo que había sucedido.
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Las cifras fueron contundentes: mientras el 80% de los hombres reconoció haber disfrutado con la relación, el porcentaje de mujeres que lo veían como algo positivo era del 54%. Y muchas confesaron que se habían dejado llevar con la esperanza de que no se quedara sólo en una historia de una noche, sino que fuera el principio de algo más duradero.Asegura el estudio que se trata de una cuestión adaptativa. Las mujeres, a nivel afectivo, no se han adaptado aún a estos encuentros sexuales. En la encuesta, lo que más molestó a las mujeres fue sentirse usadas, como objetos, y se mostraron preocupadas por su reputación. No es la brevedad del encuentro lo que las hace sentirse así, sino que los hombres no mostraran ningún aprecio por ellas , dijo la investigadora.
Y, finalmente, un dato llamativo: las mujeres se quedaron sexualmente menos satisfechas que los hombres.

¿Qué opinan? ¿A ustedes cómo les fue?

 
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  15 » Sep 2008
El difícil arte de empezar una nueva relación
 


¿Cómo salir de una relación? ¿Y cómo meterse en otra?. ¿Cuánto tiempo lleva estar listo de nuevo? Olvidar aquellos besos, impacientarse por estos nuevos. Tres historias de gente que está en eso.

TRES: Una mujer y un cartelito: "Sólo disponible para mí"

Mi amiga Julieta se sentó en la computadora, encendió diez cigarrillos en dos horas y escribió esto.

Recién separada me sentía bien. Realmente bien. Casi podrá decir indolente. Diez años de relación no parecían tanto como había supuesto, o, como dice mi amigo, tal vez ya había elaborado el duelo en los numerosos meses de agonía.
Cuando ya nos odiábamos.
Entonces me dediqué a quemar cartas y planificar por mi cuenta aquel viaje que había pensado con él. Un viaje que, en realidad, siempre había soñado. Algunos me dijeron que tal vez no era el momento, que que viajar sola no es bueno, que Estados Unidos no es un buen lugar para relajarse, que lo piense, que me aferre a los amigos. Y casi lo logran. Por un momento me dieron ciertos temores, pero los vencí y ahí estaba, a full con mi misión. ¿Objetivos? Conseguir alojamiento, pasajes baratos, reclamar el pasaporte, comprar ropa de otra estación, repasar mi inglés.
Pero, además, seguí con mis tres trabajos y con las clases de portugués, que las empecé por esa decisión que habíamos tomado entre los dos: conocer el idioma en caso de que decidiéramos probar suerte en Río de Janeiro.
Y también, me llené de actividades. A saber:
1. Clases de aerobox. Necesitaba estar en buen estado físico para mi travesía, pero además para volver a estar en carrera. ¿Se entiende? para volver a estar buena.
2.Para bajar el estrés sumé yoga una vez por semana.
3.Además sentí la necesidad de hacer algo por el prójimo y empecé a colaborar con una comisión pro plaza de mi barrio. En una de esas conocía a alguien.
Resultado. Fueron tantas cosas al mismo tiempo que terminé confundida, haciendo yoga en el baldío del barrio y hablando portugués en forma compulsiva.
La fecha del viaje llegó más rápido de los esperado. El viaje pasó en un abrir y cerrar de ojos y sin saber cómo ya estaba de vuelta. Estuve un buen tiempo entretenida contando los paisajes de Nueva York, qué lugar me había gustado más, si me iría a vivir, aquella relación exótica, la comida chatarra, el paisaje desolador del Ground Zero, etc.
Y volví a mis múltiples actividades, entre ellas volver a la noche, conocer gente, probarme, mirar fijo, a los ojos, ver qué tan entrenada estaba en ese ritual del histeriqueo. Y no. Hace 10 años que no lo hacía. Estaba en otra sintonía. Una de mis primer incursiones fue a un boliche donde todos los hombres parecían iguales, con sus flequillos lacios pegados al frente y sus caras tristes. Pude bailar un poco, pero no interactuar con nadie.
-Bueno, este no es mi lugar pero ya lo encontraré, pensé.
Seguí saliendo compulsivamente: escuchar tango, bailar en un pub under, cenar escuchando banda de jazz, recital de rock al aire libre, comida árabe, bar "gay friendly", cumpleaños de aquel primo, asado en mi casa. En fin "cualquier bondi me dejaba en la esquina", pero siempre tenía la sensación de que era la esquina equivocada.
Una de esas noches en una fiesta neohippie-under-reagge, por decirlo de alguna manera, me encontré descontrolada bailando un tema de Manu Chao. Y así toda la noche. En el movimiento frenético creo que voló mi billetera a algún lugar del oscuro subsuelo sin ventilar en el que estaba con mis amigos. Busqué y busqué y nada. No apareció. Ya alguien la había encontrado por mi.
Entonces, a pesar de la noche divertida que había pasado, empecé a sentirme mal. Me prestaron dinero y me volví a casa. Cuando llegué la habitación ya estaba levemente iluminada con el sol que caía sobre la cama. Esa cama que me queda un poco grande ahora y en la que duermo quietita del mismo lado, como si él estuviera todavía ahí.
Pero no está.
Y sí, pude llorar. Y lloré. Es que había perdido una billetera y....algo más.
Hacía cinco meses había perdido una pareja, una ilusión, miles de proyectos y lo había logrado postergar hasta este momento.
Todavía no estaba lista para salir.
No estaba preparada.
Parece que sí, diez años es mucho, y por más actividades, salidas y etcéteras, no queda otra que dejar llover para que en algún momento pare.
Y así lo decidí: de ahora en más, por un tiempo, caminaré con el cartelito de "Sólo estoy disponible para mí".


/////////



DOS: No quiero que me quieras

Fragmento de una conversación entre una amiga y alguien que dobló mal en una esquina.

-No podés pedirle que no te quiera. Eso no se puede evitar. La gente te quiere o no te quiere...eso no lo podés decidir vos
-Es lo único que me sale, prefiero ser honesto
-¿Y cómo le pedís a alguien que no te quiera?

Así:

No quiero que me quieras.
Quiero que nos levantemos juntos y que desayunemos escuchando música, pero no quiero que me quieras. Quiero que estés el sábado a la noche y el domingo para almorzar, pero for favor no me quieras. Quiero gustarte, que te rías de mis chistes y escuches mis anécdotas, pero ni se te ocurra quererme. Quiero darte celos y tomarte la mano, de a ratos, pero nada más.
¿Nada más?
Quiero que me protejas, que me digas que vas a estar ahí, que no es tan complicado, pero no quiero que me quieras. No quiero que me quieras. Y me cuesta decirlo.
¿Se le puede pedir a alguien eso que estoy pidiendo?
Quiero que hablemos de música, de cine e intercambiar un libro. Quiero que me cuentes de tu vida y que descubras que a veces tengo miedo. Y quiero serte sincero: no quiero que me quieras.
Quiero que me arranques una sonrisa y que agotemos todo el vino. Quiero leas cuando escribo y escuches cuando hablo. Quiero hacer lo mismo con vos. Pero no puedo dejarte que me quieras.
No quiero que haya heridos.
No quiero efectos colaterales.
No sé cómo plantear estrategias.
Parece que no, pero es bastante simple: no quiero que me quieras.
Quiero que estés ahora y que te vayas en un rato. Y que no preguntes por qué.
Quiero que puedas pedirme lo mismo.
Quiero que por un momento caminemos juntos. Y que lo hagamos al mismo ritmo.
Quiero que no sea tan difícil pedírtelo.

-¿Sabés lo que es eso?: cagazo, miedo, terror
-No creo...ni siquiera estoy pensando en mí
-¿Y cómo le explicás lo que querés?

Así:

No quiero que me quieras.
No puedo ni quiero pedirte otra cosa.
Y tampoco puedo evitarlo.
No quiero que me quieras.
Hay días en los que todavía extraño aquellos abrazos.



/////////



UNO: El desafío es volver a confiar

Tengo un amigo, Mariano, 35 años, soltero, y, por primera vez en muchos años, ante la seria posibilidad de volver a estar en pareja otra vez. Mariano decidió compartir su historia. Es esta.

Y nos besamos en su puerta. Las últimas palabras lo decían todo (“nos hablamos”): eramos/somos de esa especie que hace todo difícil cuando tiene que relacionarse. De aquellas personas que plantean todo en términos de tácticas y estrategias para no salir lastimados. Consecuencia, obvio, de los porrazos que nos hemos dado hasta ahora cada vez que mostramos lo que sentimos. Eso que llaman exponerse o abrirse ante el otro. Despojarse y sentir la maravillosa presencia del amor. Aunque, como en mi caso, la “maravillosa presencia” se ha transformado más de una vez en un suplicio digno de un masoquista, pero sin la parte en la que uno disfruta con el dolor.
Y todo empezó con un no. De ella, claro. Y hubo un segundo y un tercero. Hasta que me di cuenta, a veces como verán no soy muy rápido, que todos esos “no” tenían la forma de un “sí”, o aunque sea de un “ni”.
Salimos y la pasamos bien, nos reímos de un par de chistes buenos, nos dimos cuenta que había cosas del otro que nos gustaban, aunque uno nunca termina de estar seguro si nos gustan las semejanzas o las diferencias. Y nos seguimos viendo. Y hasta en este momento podría jurar que siento en el aire como huele, y la verdad es que huele maravilloso. Mierda, no me había dado cuenta, pero creo que me estoy enamorando. Ahí está la explicación!, por eso cuando escuchaba “Crímenes perfectos” ya no me deprimía.
¡Danger!
Pero rebobinemos un segundo. Mi psicóloga me dijo tiempo atrás que tenía problemas para cerrar mis relaciones. Lo hizo después de escuchar durante dos horas los quilombos que tenía en la cabeza y pedir una sesión especial para terminar de conocer todos mis rollos. Desde mi maravillosa madre hasta mi ex mujer, pasando por mis hermanos y por la primera vez con aquella pelirroja de piernas larguísimas, entre otros temas.
Desgraciadamente me estoy dando cuenta que en los últimos tiempos comencé a cerrar mejor mis historias, aunque me cuesta más concretar las que se inician. ¿Qué veo? ¿El vaso medio lleno o medio vacío?
Y ahora que algo lejanamente parecido a una relación empezó a tomar forma, las dudas aparecen por todos lados como flechazos ¿Será por la última vez que me “expuse”?
Ella no usó mi cabeza como un revolver, más bien hizo una serie de experimentos para ver cuál es el límite psíquico de un hombre de más de treinta años y con la autoestima a la altura de los tobillos. En realidad ella no tuvo la culpa, yo la dejé hacer todo, me dijo un amigo. Como si con eso yo pudiera olvidar las noches sin dormir, la caída de pelo y el bruxismo.
Ella ya fue, porque cierro mejor las historias vieron. Pero ante "L" (por usar una letra que identifique a la nueva mujer que apareció en mi vida), me cuesta horrores ser yo, no porque mi personalidad me permitiera conquistar a Marion Cotillard llegado el caso, sino para simplemente sentirme cómodo frente a ella. Todo gracias a la perra de K, por ponerle una letra a la yegua que se cruzó antes en mi camino.
Ahora el desafío es volver a confiar, a edificar de a poco con cada letra una pared donde nos mostremos tal cual somos (es medio cursi, pero la imagen está buena). Poder decir te quiero sin pensar en las consecuencias, si no sólo hacerlo porque lo sentimos. Y si la vida se ensaña con nosotros y volvemos a tropezar con la misma piedra, ya saben, pueden leer la historia en este blog.
Ah, también pueden leer la de "L" si las cosas no funcionan. Porque me parece que ella tiene tanto miedo como yo ante la posibilidad de que la relación avance.
Porque somos de esa especie.
Porque está en nuestra naturaleza.
 
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