09 » May 2024
Diario Río Negro
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Adrián Arden
Editor Responsable
 
  31 » Jul 2008
El día que mi psicóloga se convirtió en puma
 

Creo que dejé de prestarle atención el día que la vi convertida en puma.
Empieza así: 2002, Roca, sábado a la noche, un boliche en pleno centro. Mi psicóloga está tratando hace media hora de levantarse a un pendejo 20 años menor. Para los que se dedican a catalogar tendencias eso que esta mujer está haciendo ahora, a las dos de la mañana, en medio del humo, apoyada contra la barra, clasifica para esa categoría tan urbana, a la que alguien le encontró nombre: las mujeres puma. O pasado en limpio: minas grandes, maduras, que disfrutan devorando cachorros.
Hubiera preferido quedarme a dormir y no cruzármela. Al lunes siguiente la veo en su consultorio. Y me pregunta:
-¿Cómo siguen las cosas con tu ex?
-Bien...naaada...seguimos sin hablar (¿se lo habrá levantado al pendejo finalmente?)
-¿Y cómo te hace sentir eso?
-Bien....qué se yo... (tiene cara de que sí, parece que se lo levantó)
-¿Pero no te dan ganas de saber cómo está?
-Y siiii...pero yo no voy a llamar...(seguro no le interesa nada de todo esto, seguro se lo cogió)
-¿Y no pensaste en seguir adelante....conocer a alguien más?
-No...para nada (¿dirá a alguien 20 años menor por ejemplo?)
-Te noto un poco pensativo
-...... (y yo a vos un poco desubicada)
Media hora después prefiero irme. Esta mujer rompió el contrato que yo inventé sin consultarle: ahora sé que está tan desorientada como yo.

Mi amiga viajó media hora en colectivo bajo la lluvia para que el psicólogo le diga lo que ella ya sabe: que está en medio de una profunda crisis. Llovió tanto ese día en Buenos Aires que el agua se le metió hasta en las botas. Mi amiga repasó la lista de temas: el padre distante, el ex maltratador, la soledad a los treintaypico. Pero no hubo caso: parece que el tipo no tenía ganas de hablar.
Timbre.
-Esperáme....ya estoy con vos.
Media hora después nada había cambiado. Mi amiga seguía en la calle, empapada, enojadísima, con los temas a tratar aprendidos de memoria, repasados una y mil veces. Pero al tipo no le importó: estaba atrasado con otro paciente, probablemente también harto de la lluvia y de gente como mi amiga.
Timbre otra vez.
-...ya estoy con vos... ¿podés esperarme un ratito porrrr favorrr?
-No, no te preocupes...me voy. A veces mis amigos me dejan plantada: pero a ellos no les pago 90 pesos la hora.

Mi amigo no putea muy seguido, pero cuando lo hace es imposible no escucharlo.
-¿Podés creer que el pelotudo de mi psicólogo siempre le encuentra la vuelta para echarme la culpa a mí de todo? Si me caga mi novia es por que yo no la contengo, si me va mal con mi jefe es porque yo no me sé hacer respetar, si mis amigos no me escuchan es porque yo me pongo en ese lugar, si mi familia es una mierda es porque yo nunca les puse un freno... ¿pero qué le pasa? Después de todo...¿quién le paga la sesión? ¿Yo o el resto? En serio te digo....encima que atiende el celular y da turnos en el medio de la sesión, lo único que le pido es que se cambie el casete...así no da.
Dos semanas después, mi amigo se hace escuchar de nuevo. Cambió de consultorio, pero sólo para reincidir: en terapia y puteadas.
-¿Podés creer el pelotudo que me tocó ahora?...le digo, no, pasa que yo siempre tuve inclinaciones artísticas, pero con el laburo, la carrera, no pude nunca...me encanta la música, me encantaría dedicarme a eso, es como una deuda pendiente. Y el desubicado me dice que sí, que él admira todo ese mundo del arte, que a veces piensa qué rica en experiencias debe ser la vida de artistas como Chayanne o Ricky Martin....yo no lo podía creer...no me nombró a B.B. King o a Woody Allen...me nombró a Chayanne ¿entendés? ¿Cómo puedo respetar a un tipo que cree que eso es artístico o creativo? No voy más.

Trato de hacer cuentas y no me dan: no conozco a ningún treintañero que no haya pasado en los últimos meses por un diván. Y en este tiempo me he cruzado con muchos de ellos:
·Me crucé con algunos que cada dos minutos repiten "....porque como mi psicóloga siempre me dice". Y lo que repiten seguro que es una frase desconectada, sin sentido, que aplican a cualquier situación.
·Me crucé con otros que nunca entienden lo que les dicen. Y que abandonan a la primera sesión.
·Me crucé con gente que fue a buscar pastillas para dormir y terminó con la imagen de la madre por el piso. Gente que erró el camino, gente que no se hacía semejantes preguntas, que no sabían que era para tanto.
·Me crucé con gente que tendría que haber ido diez años antes, con gente que merecería no un psicólogo, sino una junta de expertos, un simposio entero.
·Me crucé con algunos que dicen "....por suerte mañana tengo sesión y ahí decido qué hago con este tema"
·Me crucé con varios que esperaban que el psicólogo fuera perfecto. Y en eso nos parecíamos.
Trato de encontrar una respuesta y no lo logro: ¿cuándo fue que el kit de un treintañero empezó a incluir la angustia de un emo tardío y la visita obligatoria una vez por semana a un psicólogo? ¿Cuándo fue que empezamos a necesitar esos silencios, esos sillones, esas explicaciones, esas anotaciones en un cuadernillo? ¿Cuándo fue que empezamos a pensar que además de escucharnos, tenían que entendernos, darnos soluciones, acompañarnos en la vida, apoyarnos en todo y ser inmaculados?
Y sobre todo: ¿cuándo fue que mi psicóloga perdió el derecho a convertirse en puma?
 
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  17 » Jul 2008
Doña M y sus dos maridos (uno heterosexual, el otro gay)
 

¿No se da cuenta? ¿En serio no se da cuenta? ¿O lo prefiere así?
M es ante todo una mina perceptiva, intuitiva. De esas que se dan cuenta al toque si andás mal, si estás por enfermarte, si estás aburrido o tenés ganas de irte. Por eso no se entiende.
M está casada, tiene un hijo, un trabajo promedio y un marido que se acuesta con otros hombres.
Y ni siquiera estamos hablando de un bisexual. De alguien que siente igual atracción por ellas y ellos. De alguien que desde que tiene vida sexual fue pasando de una vereda a otra.
No. Para nada. Estamos hablando de un tipo que si busca pornografía en Internet siempre escribe “bombero, desnudo, sexo”. Y en ese orden.
De alguien que no duda ni un segundo en responder a la pregunta más obvia:
-¿Si te pongo enfrente a una mina y un tipo desnudos…a quien elegís?
-….Ya sabés… ¿para qué preguntás?
En definitiva, de alguien que vive como el clásico homosexual atrapado en el cuerpo de un heterosexual modelo. ¿Atrapado?
El marido de M se llama Pedro (ok no se llama Pedro, pero hagamos de cuenta que sí). Hasta los 31 años, hace una década, Pedro era abiertamente gay. Y acarreaba con la típica historia de un argentino que se anima a desear a contramano: amigos que acompañaban con abrazos, padres que no aceptan pero se resigan, hermanos que hacen lo que pueden (y generalmente lo hacen mal) y un temor increíble al rechazo. En medio de esas olas, Pedro surfeó toda la vida, casi siempre ayudado por el anonimato que da una ciudad inmensa como Córdoba. Tuvo dos grandes amores que también fueron dos inmensas decepciones. Y mucho para contar. “Loco…yo era puto ¿entendés? No un gay glamoroso que siempre está de joda con amigos bien vestidos y usando perfumes caros… ¿entendés lo que digo? Yo era puto…curtía en baños públicos, en saunas y con gente que ni te imaginás… ¿entendés la diferencia?”.
Sí, entiendo.

Sigue: “Todos los que me conocían sabían de mi decisión de hacerme cargo de mi sexualidad. Salía a lugares gays, bailaba en boliches gays, mis amigos eran gays, hacía chistes sobre el tema…en fin, me hacía re cargo….pero no es fácil. Después de los 30 me pasó eso que les pasa a muchos: me descubrí solo, con mucho reviente encima, que nunca iba a tener hijos, familia…me dio pánico. No quiero terminar solo, ser un viejo patético que a los 60 años anda yirando a la noche, buscando pendejos, almorzando solo los domingos. Para los homosexuales no es fácil armar una pareja, yo lo intenté y no pude. Sé que otros sí, pero yo no supe. Y así se fue dando. Apareció M, jugaron a que se gustaban, se dieron unos besos y se hizo la luz: M encontró marido y Pedro compañía. Y la tranquilidad de encajar en el molde. Finalmente.
Un año después M y Pedro se casaron y se mudaron a Roca. Y tuvieron un hijo que se llama como Pedro. En Roca alquilan una casa hermosa, tienen un perro de publicidad, se juntan con otras parejas el sábado a la noche y todos juegan al “como si…”. Y no siempre es tan divertido.
M no sabe nada de esto y yo me enteré un día que pregunté demasiado. Una vez M sospechó y se quedó con las palabras atragantadas. Fue por un mensaje de texto que leyó en el celular de su marido, que decía algo así como “nena…nos juntamos todas en mar del plata el fin de semana largo ¿venís?”. Era un amigo que jugaba a cambiarse el género y lo invitaba a pasarla bien junto al mar y con las viejas amistades. Pedro no fue y le explicó a M algo que nadie le creería. Excepto M.
Pero M tampoco creería si se entera que su marido es adicto a una página de encuentros gays de la Patagonia, un tipo que el año pasado se enamoró perdidamente de un flaco que sólo quería sexo, alguien que cada tanto piensa “…qué hubiera pasado si yo…” y que se conforma con su propia teoría: “Ahora porque parece que hasta está de moda ser gay, en serio te digo…pero tarde o temprano todos se hacen el mismo cuestionamiento…y la mayoría termina como yo. Quería hijos, compañía para toda la vida y tranquilidad, asentarme…esta fue la única forma de encontrar todo eso”.
Pedro cuenta y siempre suena convencido de lo que dice.
Pedro no quería estar solo y, en cierta medida, lo logró.
M quería un marido y, también, en cierta medida lo logró.
Desde lejos, una vida ideal.
Desde cerca, lo que él me cuenta: “Una procesión que se lleva por dentro”.
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  10 » Jul 2008
La secta de los ochentosos en trance
 


Ahí está el ochentoso. Sacado, feliz de la vida, bailando una canción de Billy Idol como si sufriera convulsiones. A los manotazos, en trance, moviendo la cadera de la misma forma que lo hacía hace 20 años en la pista de Aquelarre, aunque ahora esté en el living de una amiga. Medio en pedo y con diez kilos de más. Orgulloso del pasado que le tocó en suerte.
¿No aprendió otro paso en todo este tiempo?
¿Por qué transpira tanto?
¿Por qué cree que todos tenemos que ver eso?
¿Nadie le dijo que ya nadie baila así?.
No. Nadie le dijo.
Y entonces el tipo insiste. Y reclama un tema de Virus. Y abraza a todos con "Costumbres Argentinas". Y grita como Cindy Lauper. Y canta Depeche Mode con el mismo inglés defectuoso que cuando era adolescente. Y cree que los temas de Europe son bailables. Y así pasa la mitad de la noche.
Hasta que se enoja, justo cuando el resto decidió bailar un poco de reggaeton. Y entonces grita:
-"Eso no es música....música era la de los ochenta...aprendan!!!!!!".
Y todos miran para otro lado. Incluso yo, que ya pasé los 30.
Es que si algo define al ochentoso es eso. La intolerancia. La seguridad de que lo que le tocó vivir es lo mejor que le podría haber pasado a cualquier mortal. Que escuchar música en walkman es una anécdota que deba contarse una y otra vez. Que jugar con playmóbil fue una hazaña. Que mirar "Blanco y Negro" fue un momento mágico. Que usar camisas desprendidas con remera algo de lo que se debe sentir orgullo. Y que enterarse de todo eso es imprescindible para el resto.
Es así. Lo peor de los ochentosos es que tienen memoria de elefante. Que están decididos a abrir su albúm de recuerdos en cualquier momento. Y que te los cruzas siempre en el lugar menos indicado. Estás en la fiesta. Con amigos, cerveza, pizza y buena música. Y aparece el desubicado:
-"¿Se acuerdan de ALF?".
Y alguien responde:
-"A mi me encantaba División Miami".
Y otra aporta:
-"¿Yo usaba unas polainas re ridículas".
Obvio.
¿Por qué lo dicen como si a nadie se le hubiera pasado por la cabeza? ¿Como si nadie lo hubiera imaginado? Lo mismo les pasó a los quinientosnoventaycincomilmillones de personas que vivieron en los ochenta.
Hablo en serio. Ya lo sé. Ya lo escuché. Algunas cosas hasta las vi en persona. Las mujeres usaban batidos interminables y hombreras imposibles. Los varones morían por los vaqueros nevados y las camperas de jean. Y todos bailaban lentos hasta las seis de la mañana. Y viajaban a Carlos Paz de viaje de egresados y coleccionaban cassettes de Miguel Mateos y se sentaban en la vereda del Café 43.
Ya lo contaron. No lo repitan por favor. Porque una vez está bien. Dos también. Tres se pone medio insoportable, aunque zafa. Pero después las preguntas son inevitables: ¿Nunca más nadie vio televisión? ¿Nunca más escucharon música? ¿Alguno sabe lo que es un mp3?.
Lo peor es que sí. Todos saben que en los '90 se vio la mejor televisión de la historia, que la música se diversificó como nunca antes y que íconos ochentosos -Madonna, U2, Bruce Springsteen- sonaron mejor que nunca.
Pero insisten. Quedaron anclados, atrapados en un Alzheimer flúor. Y en diversos estilos.
Están los eruditos, los que recuerdan con pelos y señales y saben el nombre del tercer disco de Richard Marx, si las cantantes de Heart eran hermanas y el año en que se separaron las Bangles.
Y los que siempre matan a alguien:
-"¿Ustedes sabían que una de las cantantes de ABBA murió de cáncer?". "¿Pero Prince no había muerto de sida?".
Y los que siempre muestran la hilacha:
-"Antes era distinto...los varones se vestían como varones y las mujeres no tomaban tanto...ahora es un desastre".
No sé si los '80 fueron mejores, estoy cada vez más convencido que no. Que fueron iguales a los '40 0 los '50, sólo que había cocaína en abundancia. Y no era tan cara.
La mejor frase se la escuche a Fito: "Si alguien recuerda los 80 es porque no los vivió".
Quiero creerle. Y que me ahorren el fastidio de tener que seguir escuchando los recuerdos de esta secta salida de un mal sueño de Johnny Allon.
Se los ruego.
 
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  04 » Jul 2008
¿Soy sexy?. Votame, dale votame
 


Soy buena, franca, amiguera, una mina divertida. Votame. En serio, votame. Mirame, quereme, decime que te gusto. Mirame la boquita, mirá como la pongo, Dale, mirame fijo, votame….por favor, votame. Y fijate esta mirada sensual, lo perra que puedo ser, aunque puedo ser lo que quieras, lo que necesites. Dale, en serio, votame….por favor te pido. ¿Me estás viendo bien? ¿Te gusto?
Hace diez minutos que miro la foto de esta mujer y lo único que me transmite es eso. Un poco de vergüenza ajena.
La mina tiene cierto aire ochentoso. No sé, los rulos, era mirada extraviada, la camisa tres talles más grandes, el jean sobre la cintura. Aunque ella no se de cuenta, se le nota que está fuera de época. No es fea, tampoco es linda, es como un “ni”, sin gracia, ni mayor atractivo que un lunar (¿real?) sobre el labio superior y un aspecto que dice eso que es más que obvio: “Estoy sola, recurro a esto porque estoy desesperada, no me importa dar lástima, soy así de patética, lo que no conseguí en la calle espero encontrarle en la web, es el último recurso que tengo, el próximo es secuestrar a un hombre, necesito que me digas que soy sexy, por favor, no sabes cómo lo necesito, y necesito que me mires, que me mires mucho y que no dejes de mirarme”.
En sexyono.com las cosas funcionan así: por cada diez perfiles, hay un par que dan lástima, que no provocan risa, sino incomodidad. Que te dejan pensando “ojalá yo nunca termine así”, que los querés pasar rapidito, ir a otro, no volver a verlos nunca más, que se te borren de la memoria. Y a los cinco minutos te descubrís en la misma: viendo una y otra vez esos rulos artificiales y ese mismo pedido desesperado.
Sexyono.com se vende como un sitio de “calificación de la belleza de las personas, y posibilidad de conocer gente clasificada por edad, sexo, y ubicación”.
Es decir: entrás, elegís el sexo, la orientación sexual, la ciudad y lo que queda después es conocer la jungla. Hay gente que busca amigos, hay gente que busca pareja y hay gente que no sabe lo que busca. Hay grandes, chicos y hay muchos grandes queriendo parecer chicos. Hay de todo y todos terminan dependiendo de la misma pregunta: ¿soy sexy?
Algunos personajes de los miles con los que es posible encontrarse.
La amiguera. Su perfil empieza con cosas como “hola busco amigos y amigas de cualquier lugar del mundo...”. En la foto aparece rodeada de amigos, en algún cumpleaños o casamiento, siempre comiendo, sin novio a la vista, con algún grano de más, siempre en el centro, rodeada de abrazos. No busca pareja ni sexo. Quiere amigos con los que salir a bailar y ver Lost. Su perfil es el menos visitado.
La cuarentona. Siempre está separada y se le nota el tonito tristón. Habla de los hijos, dice siempre cosas como “son el sol que me alumbra” o “mis mayores orgullos”. Se la ve sola, plena, serena. Generalmente la foto tiene cuatro o cinco años, cuando la pasaba mucho mejor. Por eso todo en ella es engañoso: ahora está al borde de la depresión y nadie le cree cuando dice “busco amigos”. Todos saben que está a la caza de un nuevo marido.
El looser total. A la foto se la sacó con la cam del ciber, a las cinco de la madrugada. Se lo ve mal iluminado, deformado por el lente, con la cabeza enorme. Siempre les habla a “chicas que quieran conocerme, saber cómo soy y descubrirnos juntos”. No le escribe nadie y su foto cotiza por el suelo. Tiene entre 25 y 30 años y lo más probable es que lo haya mandado la madre: “Dale Juancito, subí tu foto a internet…por ahí enganchás algo”. Ah: es fanático del sexo virtual.
El winner. Sabe que está bueno, se le nota en la mirada, está seguro. Sube fotos en las que se lo ve en la playa, relajado, de joda constante. Siempre deja en claro que llegó acá de casualidad, gracias a “un amigo que me subió la foto” o a amigos que “me insistieron para que haga mi perfil”. Siempre sueña con viajar y “conocer a la chica que me parta la cabeza”. No ruega que lo voten, es más sutil: “Si te da, conoceme”. Parte del encanto.
El negador. No se enteró que es feo, que el cuero no le da para competir con un windsurfista mendocino de 22 años. No se dio cuenta que a esa foto no debería haberla subido nunca, que no lo favorece, que fue el peor error. Escribe: “Conoceme. No te vas a arrepentir, soy todo para vos”. Y realmente está convencido de ello. Los más negadores tienen arriba de 40 años y generalmente suben fotos en las que aparecen con amigos y amigas. Los negadores son así: hasta la vergüenza pública tienen que compartir.

¿Vos cuál sos?
 
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Varios[19]
Hasta la próxima
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