19 » May 2024
Diario Río Negro
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Adrián Arden
Editor Responsable
 
  09 » Sep 2008
Esa gente con la que alguna vez te cruzaste (II)
  El inventario de treintañeros y dos nuevos personajes de esa fauna que nos encanta mirar de lejos.

La insoportable levedad del obsesivo-inseguro

Una frase guía la vida del obsesivo inseguro (OI): "Cuando alguien me ofrece una oportunidad, lo que en verdad está haciendo es crearme un problema". No todos lo van a reconocer, pero siempre, en algún momento, la escucharon dar vueltas en su cabeza.
El OI generalmente es un personaje entrañable: cosecha amigos por donde va, sabe animar fiestas, es el tío preferido, el que se lleva bien con la mayoría y el que deja las propinas más generosas. Pero tiene un defecto: necesita que el mundo se lo reconozca, que se lo recuerde a cada instante. Que se lo griten, si es necesario.
Típica conversación con un OI:
-OI: ¿Leíste mi nota?
-Amigo: See
-OI: ....
-A: ....
-OI: ¿No te gustó no?
-A: Si...taba buena
-OI: si..qué se yo...en realidad no le puse mucha onda...la hice más para zafar...
Otra típica conversación con un OI:
-OI: aprobé el examen
-Amigo: ¿Sí? qué bueno...qué te sacaste
-OI: naa..me fue bien...me pusieron un 10
-A: buenaa...felicitaciones
-OI: en realidad era una boludez...nada del otro mundo, me lo dieron más de onda que de otra cosa
-A: .....

Palabras más, palabras menos, el OI siempre repite el esquema: reclama algo, se lo dan, no le alcanza. Se frustra. Y a esta altura, ya todos saben de memoria sus tics.
Saben que el OI no busca pareja: necesita un tutor. Alguien que le administre la plata, lo ayude a estudiar, le pida turno en el médico y que le compre los forros. Sólo así funciona. Por eso las parejas le duran como máximo un lustro. Aunque en realidad, generalmente el OI tiene un sólo amor en la vida y luego de la separación se queda enganchado durante años enteros. Y entonces apela a distintas estrategias:
a) se hace amigo, sólo para mantener cierta intimidad y preservar el vínculo.
b) se pasa noches enteras hasta dar con la clave del e mail de su ex. Lo peor: en algún momento lo logra y se obsesiona con revisarle el correo cinco veces por día. Siempre encuentra una frase para seguir esperanzado
c) No toma ninguna decisión trascendente sin consultarle al qué opina
Con los años, el OIM logra cierta independencia, pero camina como alma en pena. Y se aferra a los amigos. Y siempre está disponible. Porque si hay algo que nunca entrenó es la capacidad para decir "no". Sólo practica con el psicólogo de turno.
-Psicólogo: Si no querés ir a esa fiesta ¿qué tenes que decir?
-OI: que no
-P: Si no querés que vayan a tu casa ¿qué tenés que decir?
-OI: que no
-P: Si no querés asumir esa responsabilidad ¿qué tenés que decir?
-OI: que no
-P: ¿Y qué dijiste?
-OI: que sí....
El OI nunca aprende. Y lo paga con el cuerpo. Generalmente sufre de gastritis, caída de pelo, síndrome de "burn out" o acné crónico.

Repasemos su álbum de recuerdos.

Comunión. El OI, sus padres, algún hermano, la maestra de cuarto grado que lo adoraba, un cura tercermundista y el primer grano de su historia. En el mentón, colorado, a punto de explotar.
Fiesta de egresados. El OI, los padres, dos compañeros, el profesor de educación física y la frente tomada por el acné. Todos brindan desde lejos, por temor al contagio.
Vacaciones con amigos. El OI, los amigos, Las Grutas de fondo y el lado derecho de la cara del OI con un grano del tamaño de un limón. Todos piensan que es un tumor incipiente.
Graduación. El OI, los padres, los hermanos, los sobrinos, 25 amigos, dos profesores y la cara del OI blanca como papel. Parece un mimo. Está maquillado para disimular los cinco granos que aparecieron en las últimas 48 horas. La idea fue de la cuñada o de un amigo gay.
El OI generalmente tiene trabajo, difícilmente sea un desocupado por mucho tiempo. ¿La clave? valoran su obsesión por el mínimo detalle. Pero esto generalmente se le vuelve en contra: vive frustrado o esperando incentivos. Hasta que se harta, pega el portazo y se va con un grito apagado:
-Acá nadie me valora
Y el mismo reclamo -"nadie me escucha"- le hace a sus amigos (claro, a través del psicólogo).

Tres conversaciones de un OI con sus amigos

OI: Ayer me llamaron para una entrevista de trabajo...
Amigo: ¿En serio?...qué bueno...yo debería también pensar en cambiar de trabajo, la rutina me está matando, ya odio a mis compañeros y no encuentro razones para seguir metido ahí...¿vos qué opinás que haga?
OI: .....

OI: ¿Ayer conocí a una mina hermosa?
Amigo: ¿En serio?...qué bueno...yo debería pensar en salir más, en conocer a otra gente. La relación con mi novia no está funcionando, me parece que me merezco algo mejor, esto ya es una rutina que no aguanto...¿vos qué opinás que haga?
OI: ....

OI: Creo que tengo cáncer...
Amigo: ¿en serio?...qué bueno...yo debería hacerme análisis más seguido, hace un tiempo que me estoy notando un bulto en los huevos que espero que no sea nada malo, no sé es raro, pero me da mala espina...¿vos qué opinás que haga?
OI: ...



//

Luces y sombras de la hermandad de los chicos Legacy


A todos les pasa lo mismo: ninguno recuerda como fue que pasó. Pero reconocen que hubo un momento exacto, un segundo definitorio que los puso en ese rincón del que ahora no quieren salir. Y que los convirtió en eso que todos podríamos reconocer a kilómetros de distancia con sólo afinar la mirada: la hermandad de los chicos Legacy. Ese ejército de boy scouts creciditos y con la espalda vencida por estar horas sentados en una oficina. Adeptos a las camisitas a cuadritos y los pantaloncitos pinzados, con la etiqueta bien visible en el bolsillo trasero, con la capacidad de brindar eso, justamente eso: la entrada oficial al mundo del adulto integrado. Un ejército que tiene hasta sus propios ritos de iniciación.
Asistamos al momento de la conversión.
Ahí está el Chico Legacy (CHL), parado frente a la vidriera, a dos minutos de la mutación. Este es el momento definitivo, ahí está bajando la luz divina, la que le indicará el camino, la que guiará su destino. De ahora en más, su vida será otra.
Entra, saluda, pregunta:
-Ese marroncito, con pinzas, el que está en exhibición, el de la derecha...¿cuánto sale? ¿me lo puedo probar?
Y ahí sigue, en la soledad del probador, con la sonrisa de oreja a oreja, disfrutando de ese calce perfecto.
Ya está: ya es uno más. El impacto emocional es tan grande que difícilmente haya vuelta atrás. De ahora en más, tiene un compromiso: cumplir y hacer cumplir los principios y valores de su cofradía.
Los CHL generalmente son abogados, arquitectos, ingenieros, contadores o algún paracaidista con aspiraciones. No mucho más. A ellos les queda bien, les sienta naturalmente. El resto, son intrusos. Y se les nota.
Los CHL se reconocen unos a otros porque -inevitablemente- con el paso del tiempo empiezan a parecerse. Las piernas se les van acortando, la retaguardia se les ensancha y que las remeritas de piqué les van quedando cada vez más estrechas. No sólo es el paso del tiempo: es la evolución de la especie. Y es inevitable.

Los CHL también comparten ciertas costumbres:
-¿El boliche? Sólo para pararse alrededor de la pista con un fernet en la mano. Y mirar, sólo mirar.
-¿Los conciertos? Sólo para escuchar bandas homenaje a Sabina o la década del 80.
-¿Las fiestas con amigos? Sólo si son reuniones domiciliarias. "Por los chicos...¿viste?...no tenemos con quién dejarlos".
-¿Los amigos en esas reuniones? Sólo parejas, casi siempre heterosexuales. Cada tanto admiten a un soltero, pero sólo en calidad de refugiado y a modo propagandístico: para que vea lo bien que se siente vivir así. Con el tiempo se convertirá solito.
-¿Los invitados en esas reuniones? Carlos y señora. Mariano y señora. Javier y señora. Julio y señora. Gustavo y señora. Marcos y su nueva novia.
-¿Las esposas de los CHL? Siempre mujeres lindas, sencillitas hasta el hartazgo, medio desabridas, buenazas y ubicaditas, sobre todo. Parecen salidas de una publicidad de agua mineral Ser o un yogur Activia a lo sumo.

Los CHL son concientes de la imagen que crearon y están más que satisfechos: sólo reniegan de un aspecto: el encasillamiento. Es que, por ejemplo, el único regalo que reciben siempre está ligado a esa marca fetiche. ¿Navidad? una chombita. ¿Año Nuevo? una bermuda. ¿Cumpleaños? una camisita, a rayas, en lo posible celestita. ¿Aniversarios? Un pantalón y, como detalle, un par de medios. Siempre con el mismo logo.
-¿A nadie se le ocurre otra cosa?" - se queja
No. A nadie. Incluso los amigos llegan al extremo de hacer una "vaquita" para complacerlo.
Los CHL odian el yoga, el tai chi y cualquier filosofía oriental. Tampoco gastarían 80 pesos en una sesión de psicólogo. Ellos consiguen la paz interior con Fútbol de Primera y una buena picada entre amigos.
Explican:
-Yo soy más práctico en todo....para que hacerme drama por boludeces.
Por eso casi siempre son expulsivos: si un amigo llega con problemas lo contienen. Pero a la tercera vez, lo convierten en oveja negra. Y le bajan la persiana.
Explican:
-Ya está pesado Germán con el drama con su novia ¿no?...prefiero que no lo invitemos el viernes...yo trabajo toda la semana...quiero juntarme a pasarla bien...no para bajonearme
Es que si algo define al CHL es el optimismo. La sonrisa permanente. La sensación de que todo va a estar mejor. Si vivieron en los 90 uno podría pensar que en realidad son un desprendimiento elegante de los "gomazos" risueños de Tinelli. Pero no. Estamos en 2008 y se sabe: un CHL nunca repetiría el pantaloncito pinzado más de una temporada seguida.
 
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  22 » Aug 2008
Esa gente con la que alguna vez te cruzaste
  Están ahí, a la vuelta de la esquina, titilando en el chat, en una fiesta, en todas partes. Son fácilmente reconocibles y después de los 30 se hacen obvios, más previsibles.
Lo que sigue es algo así como el inventario de esa gente con la que siempre nos cruzamos. Y que nos encanta mirar de lejos.


La barbie que entró en descomposición
Mejor hablemos de ella como "la calentona". Cuando pasa los 30 se le nota la desesperación. No sé. Hay como un gesto adusto, una risita histérica, cierta urgencia que no necesita explicación. Si hasta los veintipico "la calentona" fue un personaje simpático, de frases ingeniosas y anécdotas divertidas, ahora su presencia generalmente incomoda. Es como que perdió el encanto, se la nota vencida, un poco agobiada. Perdida en un laberinto de ex novios que ya se casaron, carnes que empiezan a ablandarse y siliconas que costaron meses de ahorros.
Esta barbie en descomposición generalmente está buena y su vida gira en torno a esa obsesión. Por eso, ya perdió a todas las amigas. La única que le quedó es una vieja -separada, viuda o divorciada- que siempre cotiza en baja. Y con ella realiza el tour de la decadencia. Salen todos los viernes y sábados y cumplen con una rutina largamente estudiada. Primero comen en una pizzería, por un motivo más que claro: allí se cruzan con maridos ajenos que las miran con ganas y mujeres que las miran con envidia. Y ahí están a gusto, alegres. En ese contexto se sienten miradas, deseadas, odiadas. Y eso les encanta. Hasta que se van, siempre en medio de una carcajada y una risita cómplice. Luego, se sientan en una confitería pasada de moda, en pleno centro, en la esquina más vistosa. La "calentona" elige el lugar mejor iluminado y la vieja se conforma con lo que le toca. Los roles están claros: una sale de gira, la otra acompaña. Y con la misma pose llegan al boliche. Si son de Roca, bailan en Cipolletti. Si son de Cipolletti, prefieren Neuquén. Y si son neuquinas, siempre se dan una vuelta por el casino.
En el boliche eligen la pista senior o las mesitas pegadas a la barra del costado. Y miran, y hablan poco, y se aburren y casi nunca bailan. Unicamente se animan a la pista cuando las acompaña un amigo gay de "la calentona", pero siempre a mitad de noche terminan solas por un conflicto de intereses: el gay no aguanta a la vieja, la vieja se siente desplazada, la calentona se frustra rápidamente:
-Esto está lleno de pendejos...vamos a la mierda
La "calentona" no soporta los domingos, la deprimen, la muestran sola, con restos de maquillaje, revisando el mail cada cinco minutos. La "calentona" recupera la sonrisa recién el lunes. Generalmente trabaja de recepcionista o tiene su propio local de chucherías, de esos a los que entra poca gente, un poco devaluado, un poco mersa, atendido por ella y una empleada fea, que le profesa admiración y siempre cobra poco. Si es recepcionista la postura es otra: siempre está caliente, pintada como una puerta, revisando libritos de Monique Arnold y chateando con sus 14 mil contactos-novios de todo el mundo.
La "calentona" no llama a la gente por su nombre, para ella todos son "negri"; va poco al gimnasio, prefiere correr en calza y topcito por los suburbios, generalmente después de las ocho de la tarde; no tiene mascotas, las odia, y si las tiene las trata como accesorios. Si hay algo que la define es la autoreferencialidad: es imposible no escuchar un "porque como sho siempre digo..." en alguna de sus conversaciones y cierta tendencia a coronar todos los anécdotas ajenas con una experiencia personal.
Finalmente, lo que más llama la atención: la "calentona" no coge mucho, no es fiestera y difícilmente haya experimentado (o tenga pensado hacerlo) una menage a troise. Lo suyo es más una pose, una mueca, desborda erotismo, pero en realidad busca un novio, algo estable, alguien que la redima.
En resumen, todos coinciden en lo mismo. La calentona es una buena mina. Sú unico error fue no saber aprovechar el tiempo en demostrarlo.


La tiranía de las madres primerizas
-Hola...¿qué hacés? ¿Todo bien? Tengo nuevas fotos del nene para mostrarte...
No es que sean cansadoras, lo que más aburre es que sean tan previsibles. Tan monotemáticas.

Las amigas que se convirtieron en madres adquirieron eso, una increíble capacidad para convertir al mundo en un extraño lugar patrocinado por "Johnson and Johnson" donde sólo es posible hablar de caca líquida, problemas para amamantar, maridos que no se hacen cargo de la crianza y los beneficios de dotar al auto de una sillita para bebés. Eso y una llamativa incapacidad para darse cuenta que eso sólo les interesa a ellas. A nadie más. Ni siquiera a ese bebé de tres meses que me mira desde su cuna intentando confirmar que por ahora sus únicas habilidades son respirar, comer y cagar, pese a que su madre insista en que "no sabés lo despierto, lo vivo que es", "si escucha una canción de Soda Stereo mueve las manos...va a ser re fan como el padre" o "seguro va a ser artista...no sabés cómo le gustan los lápices de colores".
De todos modos, él y yo sabemos que esta pesadilla empezó unos meses antes.
-Tengo imágenes de la eco en 3D para que veas cómo va a ser mi hijo
-¿Y se ve algo? ¿se nota bien?
-Si...obvio. Ahora paso por tu casa
Media hora después lo que tengo frente a mis ojos es una foto medio borrosa, oscura, con poca definición, de alguien que creo que tiene un brazo, media pierna, la cabeza hinchada y los rasgos tan definidos como el mismo Nahuelito.
-¿A quién se parece?
-Y si me lo mostrás así...no sé qué decirte...¿a Bernardo Neustadt?
-No es gracioso lo que decís
-Ya sé...pero se parece a ET...da un poco de impresión ¿qué querés que te diga? ¿Es humano al menos?

Algunos tics después del trabajo de parto.

La madre impune: La madre primeriza en general cree que el sólo hecho de parir le dio derechos que no están escritos en ningún lado y que la ubican un escalón arriba del resto de la humanidad. Es como que la maternidad les dio una especie de barniz que las convirtió en intocables. En impunes, inmaculadas. Así, por ejemplo, ir al cine o al teatro con el bebé en brazos y calmarle el llanto en medio de la función, no será un problema tan grave para ellas. De hecho, siempre tienen lista la respuesta:
-¿Y qué querés que haga? ¿Con quién querés que lo deje? De última...el dueño del cine no me dijo nada...no sé por qué te quejás tanto...

La teta social. No debería ocurrir, pero ocurre, siempre en un cumpleaños, alguna fiesta familiar, un casamiento. En algún momento el bebé llora, tiene hambre, pide teta. Y ella, hace lo que se espera que haga: pela en medio del salón. Lo que sigue después es una mezcla de incomodidad, ternura. Ellos no saben dónde mirar, si al techo, al piso, si a los ojos y mantener la vista fija sólo en los ojos. Y no bajarla, para que no los confundan con un pajero que se calienta con eso, que es un momento mágico, sublime, único. Y ellas, siempre responden con lo mismo:
-¿Hay algo más natural que darle la teta a un hijo?

No entendés nada. Todo esto se resume en una conversación.
-Anoche vi una película hermosa
-¿Si? ¿Cuál?
-La vida es bella, es italiana, una historia hermosa...de un papá y su hijo en un campo de concentración nazi, que el papá inventa toda una historia para que el nene no se dé cuenta de todo el horror del lugar
-Ah si, la vi, es vieja, pero a mí no me gustó mucho...me pareció muy sensiblera al pedo
-Pasa que vos no la entendés porque no sos padre...el día que tengas un hijo vas a saber lo que se siente
-....
 
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  08 » Aug 2008
Aquel viejo sueño de "matar" a los padres
 

Mi amiga Luciana ya lo sabe: no va a poder "matar" a sus padres.

Repasemos su historia.

Luciana ronda los treintaypico y pertenece a esa generación que probablemente sea la mejor calificada en la historia del país. Y la primera que no puede cumplir con esa lógica expectativa de "matar a los padres". Es decir, de superarlos en todo: mejor casa, mejor trabajo, mejor sueldo. ¿Cómo definir a esa generación?: casi todos son treintañeros, la mayoría tiene título o pasó por una universidad, los que pueden invierten en posgrados o cursos de todo tipo, trabajan, a veces más de 10 horas por día, tienen experiencia, generalmente tienen mejor formación que sus jefes y saben idiomas...y si no los inventan. Pero, pese a eso, cada vez son más los que sienten que no pudieron llegar a donde pensaban. ¿Razones? ´Muchos comparten departamento y destinan buena parte del sueldo en alquiler, no pueden ahorrar, no tienen coche, ni casa y viven al día. Y aunque escuchan seguido eso de que "las condiciones de vida de los jóvenes de ahora son mucho mejores que las de los jóvenes de los años cincuenta o sesenta", la mayoría sonríe con una mueca forzada. Porque no es frustración, a veces sólo es desánimo. Y un poco de incertidumbre.

Esto me dice Luciana -parricida frustrada- a través del mail:

"Uno de mis mejores amigos es malabarista. Somos amigos desde los 16, cumplimos los años con sólo tres días de diferencia pero somos muy diferentes. Para todo el mundo yo siempre fui de los dos la más centrada y él, el loco malabarista.
YO: jamás repetí de año, estudié inglés en una academia, se computación. Leí Cortázar, "El Tesoro de la Juventud" con la abuela, "Elige tu propia aventura", Shakespeare, y todo lo que se me cruzó por delante (me banqué hasta el "Ulises" de Joyce se los juro). Como era obligatorio para los viedmenses de clase media apenas acomodada me fui a estudiar a Buenos Aires, y cuando terminé conseguí trabajo en una empresa.
EL: repitió muchos cursos, terminó en una nocturna, se hizo payaso, titiritero, clown, malabarista. Tuvo una nena con su novia, se juntó, viajó por todo el país con ellas y los tres conocieron países limítrofes. Me vino a visitar cada Fiesta de la Manzana desde que vivo en Roca, se quedó todo el tiempo que quiso.
YO: este mes llegué por fin a fin de mes. O sea, pasé fin de mes y el 4 me agarró con 20 pesos en la cuenta y algo así como otros 20 en la billetera. Seguramente para muchos es una huevada pero para mí, que tengo 30, que estudié una carrera terciaria en una institución privada y de bastante prestigio, que hace unos cuatro años que trabajo en la empresa más importante dentro del rubro, que además comparto alquiler con amigos desde que tengo 18 y que divido todos los gastos, no. Tengo cuotas de todos los colores. Tardé un año en comprarme una tele, otro para el lavarropas, ahora empecé con la
notebook que creo que voy a terminar de pagar cuando tenga 34 y tal vez ahí pueda pensar en cambiar el colchón que me cedió
mi vieja porque ya estaba viejo.
EL: me llama cada tanto (¡¡¡compra tarjetas para llamarme!!!) y desde hace unos dos meses se conecta con su notebook a un sistema de internet nuevo, con el que puede estar conectado aunque se vaya a la cochinchina, y con su cámara me muestra lo hermosa que esta su gorda. Este mes me llamó feliz porque se compró un auto, lo metió en el taller y ya lo tiene listo para salir de gira (tal vez me visite en un tiempito y nos tengamos que ver en los momentos libres que me dejen mi trabajo de seis horas en oficina más el nuevo que empiezo en unos días de seis horas más).

No me quejo. Tengo una buena vida. Pero a veces, mientras siento que hago malabares con la boleta del gas que me persigue con una suma exhorbitante, la de la luz que está gordita (y eso que todavía no tiene el aumento de De Vido), la "necesidad" de estar en onda con la ropa, las salidas, la música, las películas, y el recibo de sueldo que no me animo a protestar aunque cobre lo mismo que un cajero de Coto, pienso en mi amigo y su libertad y se me ocurre pensar "¡¡¡Por qué no aprendí con él a tirar las pelotitas!!!"
 
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  05 » Aug 2008
¿Dónde diablos está Matt?
  Matt Harding es estadounidense, tiene 31 años y es una de las grandes celebridades que parió You tube en los últimos tiempos. Durante 14 meses recorrió decenas de países y mostró en la web lo que sabe hacer. ¿El resultado? un éxito instantáneo, con más de ocho millones de visitas en apenas unas semanas.
Lo que sigue son unos párrafos de una nota de Charles McGrath, de The New York Times.
"Matt Harding empezó bailando en el trabajo, hace años, cuando vivía en Brisbane, Australia. "Bailaba en la hora del almuerzo o durante alguna pausa, o simplemente para molestar a la gente -explica Harding-. Era una especie de tic nervioso." Aparece en las calles de Mumbai por un rato, después en formaciones rocosas de Irlanda del Norte, al rato en un campo de tulipanes en Holanda o frente a un géiser en Islandia. Lo más común -y esto tiene mucho que ver con el atractivo del video- es que aparezca con otra gente: chicos callejeros sudafricanos en Soweto, indígenas en Nueva Guinea, bailarines estilo Bollywood en la India, mozas algo disfrazadas en Tokio, multitudes de espíritus libres en París, Madrid y una lluviosa Montreal, con todos copiando su paso de gallina. Harding también baila para un solitario policía militar, que no muestra intenciones de querer unirse a él, en la zona desmilitarizada de Corea. De muchas formas, es una pieza casi perfecta de arte en Internet: es corto, placenteramente raro y tan minimalista en su contenido que se abre a una multitud de interpretaciones. Podría ser un pequeño comercial que habla del bienestar en todo el mundo. O una alegoría de la política exterior norteamericana: un extranjero apareciendo acá y allá en todo el mundo y respondiendo sólo a su propia música interior. O podría ser sólo un hombre bailando. Como sea que se interprete, uno no puede mirar a Matt sin sentirse un poco más feliz".

Matt Harding o cómo una idea sencilla puede ser increíble al mismo tiempo. Pasen. Vean.

 
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  31 » Jul 2008
El día que mi psicóloga se convirtió en puma
 

Creo que dejé de prestarle atención el día que la vi convertida en puma.
Empieza así: 2002, Roca, sábado a la noche, un boliche en pleno centro. Mi psicóloga está tratando hace media hora de levantarse a un pendejo 20 años menor. Para los que se dedican a catalogar tendencias eso que esta mujer está haciendo ahora, a las dos de la mañana, en medio del humo, apoyada contra la barra, clasifica para esa categoría tan urbana, a la que alguien le encontró nombre: las mujeres puma. O pasado en limpio: minas grandes, maduras, que disfrutan devorando cachorros.
Hubiera preferido quedarme a dormir y no cruzármela. Al lunes siguiente la veo en su consultorio. Y me pregunta:
-¿Cómo siguen las cosas con tu ex?
-Bien...naaada...seguimos sin hablar (¿se lo habrá levantado al pendejo finalmente?)
-¿Y cómo te hace sentir eso?
-Bien....qué se yo... (tiene cara de que sí, parece que se lo levantó)
-¿Pero no te dan ganas de saber cómo está?
-Y siiii...pero yo no voy a llamar...(seguro no le interesa nada de todo esto, seguro se lo cogió)
-¿Y no pensaste en seguir adelante....conocer a alguien más?
-No...para nada (¿dirá a alguien 20 años menor por ejemplo?)
-Te noto un poco pensativo
-...... (y yo a vos un poco desubicada)
Media hora después prefiero irme. Esta mujer rompió el contrato que yo inventé sin consultarle: ahora sé que está tan desorientada como yo.

Mi amiga viajó media hora en colectivo bajo la lluvia para que el psicólogo le diga lo que ella ya sabe: que está en medio de una profunda crisis. Llovió tanto ese día en Buenos Aires que el agua se le metió hasta en las botas. Mi amiga repasó la lista de temas: el padre distante, el ex maltratador, la soledad a los treintaypico. Pero no hubo caso: parece que el tipo no tenía ganas de hablar.
Timbre.
-Esperáme....ya estoy con vos.
Media hora después nada había cambiado. Mi amiga seguía en la calle, empapada, enojadísima, con los temas a tratar aprendidos de memoria, repasados una y mil veces. Pero al tipo no le importó: estaba atrasado con otro paciente, probablemente también harto de la lluvia y de gente como mi amiga.
Timbre otra vez.
-...ya estoy con vos... ¿podés esperarme un ratito porrrr favorrr?
-No, no te preocupes...me voy. A veces mis amigos me dejan plantada: pero a ellos no les pago 90 pesos la hora.

Mi amigo no putea muy seguido, pero cuando lo hace es imposible no escucharlo.
-¿Podés creer que el pelotudo de mi psicólogo siempre le encuentra la vuelta para echarme la culpa a mí de todo? Si me caga mi novia es por que yo no la contengo, si me va mal con mi jefe es porque yo no me sé hacer respetar, si mis amigos no me escuchan es porque yo me pongo en ese lugar, si mi familia es una mierda es porque yo nunca les puse un freno... ¿pero qué le pasa? Después de todo...¿quién le paga la sesión? ¿Yo o el resto? En serio te digo....encima que atiende el celular y da turnos en el medio de la sesión, lo único que le pido es que se cambie el casete...así no da.
Dos semanas después, mi amigo se hace escuchar de nuevo. Cambió de consultorio, pero sólo para reincidir: en terapia y puteadas.
-¿Podés creer el pelotudo que me tocó ahora?...le digo, no, pasa que yo siempre tuve inclinaciones artísticas, pero con el laburo, la carrera, no pude nunca...me encanta la música, me encantaría dedicarme a eso, es como una deuda pendiente. Y el desubicado me dice que sí, que él admira todo ese mundo del arte, que a veces piensa qué rica en experiencias debe ser la vida de artistas como Chayanne o Ricky Martin....yo no lo podía creer...no me nombró a B.B. King o a Woody Allen...me nombró a Chayanne ¿entendés? ¿Cómo puedo respetar a un tipo que cree que eso es artístico o creativo? No voy más.

Trato de hacer cuentas y no me dan: no conozco a ningún treintañero que no haya pasado en los últimos meses por un diván. Y en este tiempo me he cruzado con muchos de ellos:
·Me crucé con algunos que cada dos minutos repiten "....porque como mi psicóloga siempre me dice". Y lo que repiten seguro que es una frase desconectada, sin sentido, que aplican a cualquier situación.
·Me crucé con otros que nunca entienden lo que les dicen. Y que abandonan a la primera sesión.
·Me crucé con gente que fue a buscar pastillas para dormir y terminó con la imagen de la madre por el piso. Gente que erró el camino, gente que no se hacía semejantes preguntas, que no sabían que era para tanto.
·Me crucé con gente que tendría que haber ido diez años antes, con gente que merecería no un psicólogo, sino una junta de expertos, un simposio entero.
·Me crucé con algunos que dicen "....por suerte mañana tengo sesión y ahí decido qué hago con este tema"
·Me crucé con varios que esperaban que el psicólogo fuera perfecto. Y en eso nos parecíamos.
Trato de encontrar una respuesta y no lo logro: ¿cuándo fue que el kit de un treintañero empezó a incluir la angustia de un emo tardío y la visita obligatoria una vez por semana a un psicólogo? ¿Cuándo fue que empezamos a necesitar esos silencios, esos sillones, esas explicaciones, esas anotaciones en un cuadernillo? ¿Cuándo fue que empezamos a pensar que además de escucharnos, tenían que entendernos, darnos soluciones, acompañarnos en la vida, apoyarnos en todo y ser inmaculados?
Y sobre todo: ¿cuándo fue que mi psicóloga perdió el derecho a convertirse en puma?
 
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