19 » May 2024
Diario Río Negro
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Adrián Arden
Editor Responsable
 
  17 » Jul 2008
Doña M y sus dos maridos (uno heterosexual, el otro gay)
 

¿No se da cuenta? ¿En serio no se da cuenta? ¿O lo prefiere así?
M es ante todo una mina perceptiva, intuitiva. De esas que se dan cuenta al toque si andás mal, si estás por enfermarte, si estás aburrido o tenés ganas de irte. Por eso no se entiende.
M está casada, tiene un hijo, un trabajo promedio y un marido que se acuesta con otros hombres.
Y ni siquiera estamos hablando de un bisexual. De alguien que siente igual atracción por ellas y ellos. De alguien que desde que tiene vida sexual fue pasando de una vereda a otra.
No. Para nada. Estamos hablando de un tipo que si busca pornografía en Internet siempre escribe “bombero, desnudo, sexo”. Y en ese orden.
De alguien que no duda ni un segundo en responder a la pregunta más obvia:
-¿Si te pongo enfrente a una mina y un tipo desnudos…a quien elegís?
-….Ya sabés… ¿para qué preguntás?
En definitiva, de alguien que vive como el clásico homosexual atrapado en el cuerpo de un heterosexual modelo. ¿Atrapado?
El marido de M se llama Pedro (ok no se llama Pedro, pero hagamos de cuenta que sí). Hasta los 31 años, hace una década, Pedro era abiertamente gay. Y acarreaba con la típica historia de un argentino que se anima a desear a contramano: amigos que acompañaban con abrazos, padres que no aceptan pero se resigan, hermanos que hacen lo que pueden (y generalmente lo hacen mal) y un temor increíble al rechazo. En medio de esas olas, Pedro surfeó toda la vida, casi siempre ayudado por el anonimato que da una ciudad inmensa como Córdoba. Tuvo dos grandes amores que también fueron dos inmensas decepciones. Y mucho para contar. “Loco…yo era puto ¿entendés? No un gay glamoroso que siempre está de joda con amigos bien vestidos y usando perfumes caros… ¿entendés lo que digo? Yo era puto…curtía en baños públicos, en saunas y con gente que ni te imaginás… ¿entendés la diferencia?”.
Sí, entiendo.

Sigue: “Todos los que me conocían sabían de mi decisión de hacerme cargo de mi sexualidad. Salía a lugares gays, bailaba en boliches gays, mis amigos eran gays, hacía chistes sobre el tema…en fin, me hacía re cargo….pero no es fácil. Después de los 30 me pasó eso que les pasa a muchos: me descubrí solo, con mucho reviente encima, que nunca iba a tener hijos, familia…me dio pánico. No quiero terminar solo, ser un viejo patético que a los 60 años anda yirando a la noche, buscando pendejos, almorzando solo los domingos. Para los homosexuales no es fácil armar una pareja, yo lo intenté y no pude. Sé que otros sí, pero yo no supe. Y así se fue dando. Apareció M, jugaron a que se gustaban, se dieron unos besos y se hizo la luz: M encontró marido y Pedro compañía. Y la tranquilidad de encajar en el molde. Finalmente.
Un año después M y Pedro se casaron y se mudaron a Roca. Y tuvieron un hijo que se llama como Pedro. En Roca alquilan una casa hermosa, tienen un perro de publicidad, se juntan con otras parejas el sábado a la noche y todos juegan al “como si…”. Y no siempre es tan divertido.
M no sabe nada de esto y yo me enteré un día que pregunté demasiado. Una vez M sospechó y se quedó con las palabras atragantadas. Fue por un mensaje de texto que leyó en el celular de su marido, que decía algo así como “nena…nos juntamos todas en mar del plata el fin de semana largo ¿venís?”. Era un amigo que jugaba a cambiarse el género y lo invitaba a pasarla bien junto al mar y con las viejas amistades. Pedro no fue y le explicó a M algo que nadie le creería. Excepto M.
Pero M tampoco creería si se entera que su marido es adicto a una página de encuentros gays de la Patagonia, un tipo que el año pasado se enamoró perdidamente de un flaco que sólo quería sexo, alguien que cada tanto piensa “…qué hubiera pasado si yo…” y que se conforma con su propia teoría: “Ahora porque parece que hasta está de moda ser gay, en serio te digo…pero tarde o temprano todos se hacen el mismo cuestionamiento…y la mayoría termina como yo. Quería hijos, compañía para toda la vida y tranquilidad, asentarme…esta fue la única forma de encontrar todo eso”.
Pedro cuenta y siempre suena convencido de lo que dice.
Pedro no quería estar solo y, en cierta medida, lo logró.
M quería un marido y, también, en cierta medida lo logró.
Desde lejos, una vida ideal.
Desde cerca, lo que él me cuenta: “Una procesión que se lleva por dentro”.
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  10 » Jul 2008
La secta de los ochentosos en trance
 


Ahí está el ochentoso. Sacado, feliz de la vida, bailando una canción de Billy Idol como si sufriera convulsiones. A los manotazos, en trance, moviendo la cadera de la misma forma que lo hacía hace 20 años en la pista de Aquelarre, aunque ahora esté en el living de una amiga. Medio en pedo y con diez kilos de más. Orgulloso del pasado que le tocó en suerte.
¿No aprendió otro paso en todo este tiempo?
¿Por qué transpira tanto?
¿Por qué cree que todos tenemos que ver eso?
¿Nadie le dijo que ya nadie baila así?.
No. Nadie le dijo.
Y entonces el tipo insiste. Y reclama un tema de Virus. Y abraza a todos con "Costumbres Argentinas". Y grita como Cindy Lauper. Y canta Depeche Mode con el mismo inglés defectuoso que cuando era adolescente. Y cree que los temas de Europe son bailables. Y así pasa la mitad de la noche.
Hasta que se enoja, justo cuando el resto decidió bailar un poco de reggaeton. Y entonces grita:
-"Eso no es música....música era la de los ochenta...aprendan!!!!!!".
Y todos miran para otro lado. Incluso yo, que ya pasé los 30.
Es que si algo define al ochentoso es eso. La intolerancia. La seguridad de que lo que le tocó vivir es lo mejor que le podría haber pasado a cualquier mortal. Que escuchar música en walkman es una anécdota que deba contarse una y otra vez. Que jugar con playmóbil fue una hazaña. Que mirar "Blanco y Negro" fue un momento mágico. Que usar camisas desprendidas con remera algo de lo que se debe sentir orgullo. Y que enterarse de todo eso es imprescindible para el resto.
Es así. Lo peor de los ochentosos es que tienen memoria de elefante. Que están decididos a abrir su albúm de recuerdos en cualquier momento. Y que te los cruzas siempre en el lugar menos indicado. Estás en la fiesta. Con amigos, cerveza, pizza y buena música. Y aparece el desubicado:
-"¿Se acuerdan de ALF?".
Y alguien responde:
-"A mi me encantaba División Miami".
Y otra aporta:
-"¿Yo usaba unas polainas re ridículas".
Obvio.
¿Por qué lo dicen como si a nadie se le hubiera pasado por la cabeza? ¿Como si nadie lo hubiera imaginado? Lo mismo les pasó a los quinientosnoventaycincomilmillones de personas que vivieron en los ochenta.
Hablo en serio. Ya lo sé. Ya lo escuché. Algunas cosas hasta las vi en persona. Las mujeres usaban batidos interminables y hombreras imposibles. Los varones morían por los vaqueros nevados y las camperas de jean. Y todos bailaban lentos hasta las seis de la mañana. Y viajaban a Carlos Paz de viaje de egresados y coleccionaban cassettes de Miguel Mateos y se sentaban en la vereda del Café 43.
Ya lo contaron. No lo repitan por favor. Porque una vez está bien. Dos también. Tres se pone medio insoportable, aunque zafa. Pero después las preguntas son inevitables: ¿Nunca más nadie vio televisión? ¿Nunca más escucharon música? ¿Alguno sabe lo que es un mp3?.
Lo peor es que sí. Todos saben que en los '90 se vio la mejor televisión de la historia, que la música se diversificó como nunca antes y que íconos ochentosos -Madonna, U2, Bruce Springsteen- sonaron mejor que nunca.
Pero insisten. Quedaron anclados, atrapados en un Alzheimer flúor. Y en diversos estilos.
Están los eruditos, los que recuerdan con pelos y señales y saben el nombre del tercer disco de Richard Marx, si las cantantes de Heart eran hermanas y el año en que se separaron las Bangles.
Y los que siempre matan a alguien:
-"¿Ustedes sabían que una de las cantantes de ABBA murió de cáncer?". "¿Pero Prince no había muerto de sida?".
Y los que siempre muestran la hilacha:
-"Antes era distinto...los varones se vestían como varones y las mujeres no tomaban tanto...ahora es un desastre".
No sé si los '80 fueron mejores, estoy cada vez más convencido que no. Que fueron iguales a los '40 0 los '50, sólo que había cocaína en abundancia. Y no era tan cara.
La mejor frase se la escuche a Fito: "Si alguien recuerda los 80 es porque no los vivió".
Quiero creerle. Y que me ahorren el fastidio de tener que seguir escuchando los recuerdos de esta secta salida de un mal sueño de Johnny Allon.
Se los ruego.
 
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  04 » Jul 2008
¿Soy sexy?. Votame, dale votame
 


Soy buena, franca, amiguera, una mina divertida. Votame. En serio, votame. Mirame, quereme, decime que te gusto. Mirame la boquita, mirá como la pongo, Dale, mirame fijo, votame….por favor, votame. Y fijate esta mirada sensual, lo perra que puedo ser, aunque puedo ser lo que quieras, lo que necesites. Dale, en serio, votame….por favor te pido. ¿Me estás viendo bien? ¿Te gusto?
Hace diez minutos que miro la foto de esta mujer y lo único que me transmite es eso. Un poco de vergüenza ajena.
La mina tiene cierto aire ochentoso. No sé, los rulos, era mirada extraviada, la camisa tres talles más grandes, el jean sobre la cintura. Aunque ella no se de cuenta, se le nota que está fuera de época. No es fea, tampoco es linda, es como un “ni”, sin gracia, ni mayor atractivo que un lunar (¿real?) sobre el labio superior y un aspecto que dice eso que es más que obvio: “Estoy sola, recurro a esto porque estoy desesperada, no me importa dar lástima, soy así de patética, lo que no conseguí en la calle espero encontrarle en la web, es el último recurso que tengo, el próximo es secuestrar a un hombre, necesito que me digas que soy sexy, por favor, no sabes cómo lo necesito, y necesito que me mires, que me mires mucho y que no dejes de mirarme”.
En sexyono.com las cosas funcionan así: por cada diez perfiles, hay un par que dan lástima, que no provocan risa, sino incomodidad. Que te dejan pensando “ojalá yo nunca termine así”, que los querés pasar rapidito, ir a otro, no volver a verlos nunca más, que se te borren de la memoria. Y a los cinco minutos te descubrís en la misma: viendo una y otra vez esos rulos artificiales y ese mismo pedido desesperado.
Sexyono.com se vende como un sitio de “calificación de la belleza de las personas, y posibilidad de conocer gente clasificada por edad, sexo, y ubicación”.
Es decir: entrás, elegís el sexo, la orientación sexual, la ciudad y lo que queda después es conocer la jungla. Hay gente que busca amigos, hay gente que busca pareja y hay gente que no sabe lo que busca. Hay grandes, chicos y hay muchos grandes queriendo parecer chicos. Hay de todo y todos terminan dependiendo de la misma pregunta: ¿soy sexy?
Algunos personajes de los miles con los que es posible encontrarse.
La amiguera. Su perfil empieza con cosas como “hola busco amigos y amigas de cualquier lugar del mundo...”. En la foto aparece rodeada de amigos, en algún cumpleaños o casamiento, siempre comiendo, sin novio a la vista, con algún grano de más, siempre en el centro, rodeada de abrazos. No busca pareja ni sexo. Quiere amigos con los que salir a bailar y ver Lost. Su perfil es el menos visitado.
La cuarentona. Siempre está separada y se le nota el tonito tristón. Habla de los hijos, dice siempre cosas como “son el sol que me alumbra” o “mis mayores orgullos”. Se la ve sola, plena, serena. Generalmente la foto tiene cuatro o cinco años, cuando la pasaba mucho mejor. Por eso todo en ella es engañoso: ahora está al borde de la depresión y nadie le cree cuando dice “busco amigos”. Todos saben que está a la caza de un nuevo marido.
El looser total. A la foto se la sacó con la cam del ciber, a las cinco de la madrugada. Se lo ve mal iluminado, deformado por el lente, con la cabeza enorme. Siempre les habla a “chicas que quieran conocerme, saber cómo soy y descubrirnos juntos”. No le escribe nadie y su foto cotiza por el suelo. Tiene entre 25 y 30 años y lo más probable es que lo haya mandado la madre: “Dale Juancito, subí tu foto a internet…por ahí enganchás algo”. Ah: es fanático del sexo virtual.
El winner. Sabe que está bueno, se le nota en la mirada, está seguro. Sube fotos en las que se lo ve en la playa, relajado, de joda constante. Siempre deja en claro que llegó acá de casualidad, gracias a “un amigo que me subió la foto” o a amigos que “me insistieron para que haga mi perfil”. Siempre sueña con viajar y “conocer a la chica que me parta la cabeza”. No ruega que lo voten, es más sutil: “Si te da, conoceme”. Parte del encanto.
El negador. No se enteró que es feo, que el cuero no le da para competir con un windsurfista mendocino de 22 años. No se dio cuenta que a esa foto no debería haberla subido nunca, que no lo favorece, que fue el peor error. Escribe: “Conoceme. No te vas a arrepentir, soy todo para vos”. Y realmente está convencido de ello. Los más negadores tienen arriba de 40 años y generalmente suben fotos en las que aparecen con amigos y amigas. Los negadores son así: hasta la vergüenza pública tienen que compartir.

¿Vos cuál sos?
 
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  25 » Jun 2008
No quiero tener hijos… ¿y qué?
 


Serás hija. Obediente, decente. Serás hermana, leal, compañera y siempre atenta. Serás amiga, compinche y serás independiente, pero no tanto. Serás inteligente, pero sólo lo suficiente. Serás hembra y bien hembra, tanto que no necesite a otra. Y serás madre, por sobre todas las cosas, serás madre. Abnegada, devota, incondicional. Serás madre. La mejor de todas, y lo serás a tiempo completo. Porque para eso viniste al mundo.
¿Les suena de algún lado?
Tengo dos amigas que se hincharon las pelotas. Que odian ese mandato social y que desde hace tiempo gritan lo mismo: “No quiero tener hijos…. ¿Y qué?”. Y no es que mis amigas son dos solteronas resentidas. Dos estúpidas a las que nadie las mira ni les presta atención. Dos histéricas con tiempo libre y ganas de provocar. No, para nada. Una apenas llega a los 30, está en pareja y tiene ganas de seguir estándolo. Y la otra ya bordea los 40, tuvo tantos novios como quiso y a todos los dijo lo mismo: “Los chicos no son para mí”. Y tuvieron que dar miles de explicaciones. A todos ellos, a sus padres. A los padres de ellos. A tíos, tías, abuelos, vecinos, amigos, conocidos, hermanos, primos, taxistas, colectiveros, monjas, maestras de la primaria, a mí…
El fin de semana las senté a las dos y les hice la misma pregunta otra vez.
-¿Tener un hijo te completa como mujer?
Esto me dijeron:
-"¡No! Me resisto a creer que durante 20 o 30 años la sociedad y la naturaleza nos "preparan" para ese supuesto momento crucial y hasta mágico. Me niego a pensarme como un depósito de sensaciones y conocimientos destinados a "ese" momento. Y me rebela que el mundo nos vea como posibles, futuras o consolidadas "mamás". Las mujeres somos mujeres (nacidas o no), seres independientes y consistentes. Es decir, no necesitamos el hijo para sentirnos completas. O acaso no necesito tener un hijo para creer que puedo y pude hacer todo lo que me llena, lo que me gratifica. Y hablemos del parto. ¿Quién en su sano juicio se puede considerar feliz por sufrir durante una, tres o cien horas el terrible dolor que, según cuentan, significa parir? ¿Para qué? Para que en el futuro, cuando el pequeño sume algunas estaciones, los padres quieran dejarlo con cualquier pariente, real o ficticio, que les haga la "gauchada" de cuidarlo mientras sus progenitores recuperan su vida. "Es un pensamiento egoísta", escucho siempre ante mis razonamientos. Puede ser, acepto posturas opuestas, pero soy una egoísta conciente. Aunque más mezquino me parece creer que ese hijo va a "prolongar" tu ser. "Sangre de mi sangre". O, según mi punto de vista, "hijo de mis frustraciones". Sé que mi postura puede sonar provocadora. No es mi intención convencer a nadie, sino seguir creyendo en mi como ser individual y no una prolongación. "Ya te va a llegar ese momento", me dicen. Soy una convencida de que no pasa por un tiempo, sino por una decisión. Cada uno se hará responsable de la suya, o no. Mientras, seguiré buscando mi proyección a futuro en mi ser".
-"Parece ser que la década de los treinta es de definiciones con alcance vitalicio: decidís si te casas, si tenés hijos, o si te quedás a vivir con tus viejos…Ahora bien. Me pregunto: ¿Por qué hay que tener hijos? ¿Dice algo de eso nuestro manual de instrucciones? ¿Cuándo decidimos nosotros qué queremos hacer con nuestras vidas? ¿Cuándo le da sentido cada uno a su propia vida? Miremos un poco la realidad. Conozco personas que si pudieran haber elegido, no hubieran tenido los hijos que tienen y hay personas que dicen "me tuve que casar". Algunas mujeres creen que comienzan a serlo el día que dan a luz y otras dan justo para la frase "no seré feliz, pero tengo marido". Hay de todo, ya sé. Volvamos a mirar… Encontramos agobio, insatisfacción, ganas de largar todo y salir corriendo, apatía, estrés, depresión, juventud gastada y envejecida, la mayoría a los treinta. ¿Por qué ese derroche de vida haciendo cosas o haciéndonos cargo de la vida que no queremos?. Podemos elegir. Podemos darle sentido a nuestra existencia sin tener hijos. Hay muchas cosas para hacer por los demás y por uno mismo, para ser felices, para proyectarnos si es eso lo que queremos. Para vivir y dejar vivir. Fundamentalmente".
Yo les creo. Y también les cree una escritora francesa llamada Corinne Maier que hace poco publicó "No kid", un panfleto anti-maternidad que enumera las 40 razones más importantes para no tener hijos. Allí argumenta que aparte del parto, lo que ya de por sí es “una verdadera tortura”, los hijos significan innumerables sacrificios sin sentido, implican despedirse de la libertad, la carrera...además de ser “la tumba del amor” y un virtual "arresto domiciliario" de los padres. Así dice Corinne: "Abran los ojos, sus hijos van a ser unos baby-loosers , destinados a la desocupación, o a un trabajo precario. Tendrán una vida aún menos divertida que la de ustedes, y con esto lo digo todo. No, sus maravillosos bebés no tienen ningún futuro, porque cada niño nacido en un país desarrollado es una catástrofe ecológica para todo el planeta...La única esperanza en este mundo actual la desnatalidad y la última libertad se encuentra en el hecho de decir: preferiría no hacerlo”. Y lo peor de todo: "Con el embarazo llega un largo invierno sexual".
Aquí unas buenas trece razones —de las 40 que expone en su libro— para no tener hijos:
1. El parto, una tortura
2. No dejes de divertirte
3. Trabajo y niños... ¡No, gracias!
4. No te quedes sin amigos
5. El hijo, la muerte del deseo
6. El hijo anuncia la muerte de la pareja
7. El hijo es un aliado objetivo del capitalismo
8. Es inevitable que tu hijo te decepcione
9. Convertirse en una supermami… ¡qué horror!
10. El hijo es la muerte de tus sueños de juventud
11. La escuela, un campo de castigo con el que hay que pactar
12. Cuidar niños o triunfar, hay que elegir
13. Hay demasiados niños en el mundo

¿Se les ocurre alguna otra?
 
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  16 » Jun 2008
Un treintañero que está solo. Y aprendió a disfrutarlo.
 

Lo único que sé de este tipo me lo contó un amigo. Sé que bordea los 40, que estuvo casado, que se separó hace un par de años y que nunca más formó un pareja estable. Hay una frase que me contaron de él que nos puede dar una pista del por qué.
-Es imposible viejo. Conocés una mina, treintaypico, sola, separada, lo que sea. La invitás a salir, otro día a comer y a la tercera vez le dicen a las amigas "hoy no puedo salir con ustedes chicas...salgo con mi novio". No, no es así. ¿Qué les pasa? Es como si fueras un trofeo...y mirá que se los aclarás eh!...pero no entienden...lo único que quieren es decir "tengo novio".
Al tipo en cuestión no lo conozco y probablemente no nos crucemos nunca. Al que sí conozco, y mucho, es a mi amigo. También estuvo casado, también se separó y también dejó de creer en esa búsqueda desesperada. No está en pareja...¿y qué?.
Esa pregunta le mandé por mail. Y otra un poco más parecida a un favor: "¿No me lo contás para el blog?". Esto fue lo que me llegó a vuelta de correo:

"El principe o la princesa del color que les cuadre no va llegar. Ya fue, aceptémoslo y sigamos para adelante. Llegará algo más parecido a Glenn Close en Atracción Fatal que a Keyra Knightley en Orgullo y Prejuicio. Está bien, exagero. Tal vez, si tenemos suerte, se parezca a la obsesiva Sally que conoció Billy Cristal en aquella inolvidable comedia romántica que todos queremos protagonizar. Pero esa es una película y esto es el salvaje mundo real.
Tengo 33 y estoy solo, como ya se habrán dado cuenta por mi tono optimista. Ah, además son las cuatro de la mañana y mientras escribo escucho las “luminosas” canciones de Nick Cave, para terminar de pintar el personaje. Pasé por el matrimonio -salí abollado, pero zafé- y ya se empiezan a sumar los años sin una pareja formal, de esas que uno le presenta a la familia. He conocido mujeres de mi edad y veinteañeras, y la verdad que creo que ellas –o un gran porcentaje- están apuradas por manotear la ultima sortija que anda girando. Y que a nosotros, la realidad de estar solos cada vez nos asusta menos. Hasta hace unos meses me generaba temor la perspectiva de que me voltee una gripe y que no haya nadie que me compre pañuelitos descartables y se queje por mis mocos. Pensaba que tenía que estar con alguien con quien compartir esos domingos con frío afuera y calor en una cama de la que sólo se sale para ir al baño o a buscar algo para comer, mientras nos matamos a abrazos y besos y nos decimos cosas que tienen muchas “ches”. Pero hace un tiempo me di cuenta que si me quedaba esperando la princesa que cambiaría mi vida para siempre, iba a avinagrarme. Así que me puse como primer objetivo divertirme y dejar de lamentarme por mi suerte esquiva. Si hasta hace unos meses atrás pensaba que me parecía a “House”, pero sin su talento para la medicina ni sus ojos, o sea, un pobre tipo, ahora ya no. Me creo un hombre que tiene cosas copadas y otras no tanto. Y en esta misma situación veo a las mujeres de mi edad. Un par de ellas con las que estuve relacionado años atrás y con las que hace unos meses atrás reincidí - con la suerte que ya se imaginan- se engancharon después con unos flacos con más quilombos que Cristina desde que asumió la presidencia. Pero no les importó, había que probar. Resultado: lagrimas por todos los wines y esa frase de cabecera sonando again: “los hombres son todos unos pelotudos”. Y creo que en parte lo somos. Pero se debe a que no tenemos la presión biológica de que ya no podremos tener hijos después de una determinada edad. Y entonces los objetivos cambian. Y podemos seguir tomando en cantidades industriales con nuestros amigos mientras tratamos de convencer a una novel veinteañera de las ventajas de estar con alguien de “experiencia”.
Y así llegamos al punto de partida. Seguramente todos los que leemos este blog nos cruzaremos con una chica o un chico con personalidades que nos seduzcan. Pero ¿qué haremos con aquellas cosas que nos molesten? ¿Renunciaremos a las ventajas de nuestra soledad por una vida con ella o él?
El que tenga la respuesta, que arroje la primera piedra".

 
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