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Diario Río Negro
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Fernando Castro
Editor Responsable
 
  05 » May 2009
Una entrevista a Sergio Bizzio
 


Hace un par de días le hice una entrevista telefónica a Sergio Bizzio. Dice que está escribiendo la versión argentina de El corazón de las tinieblas, pero también aclara que todo puede cambiar de un momento a otro y su libro puede seguir cualquier otro rumbo. Bizzio es uno de los autores de su generación, la de los que rondan los cincuenta años, más prolífico y telentoso. Sus libros conjugan dos cosas muy difíciles de lograr: la poesía como circunstancia global al final de la última página y algo con lo que algunos autores no se llevan muy bien: escribir libros entretenidos. Su última novela, Realidad, se trata de un grupo de terroristas que toma la casa de Gran Hermano y comienza a manipular los contenidos del programa. En la entrevista que sigue habla de su novela, de las anteriores, y de su relación con la escritura y el cine, ya que también, quienes no lo conozcan, tiene que saber que dirige películas.

–Hay una constante en el último tramo de tu obra: la televisión: ¿Plantás una historia en un contexto que conocés?

- La verdad es que no me lo planteo previamente al comienzo de la escritura, nunca sé muy bien en que va a terminar todo. Entiendo el sentido de la pregunta: si trabajo con aquello material que conozco. La verdad es que no conozco nada; siento que tengo que aprenderlo todo de nuevo cada vez que voy a escribir algo. Por ejemplo, en el caso puntual de Realidad, no conozco cómo es una toma de rehenes. La novela tiene más que ver con una toma de rehenes que con la televisión misma. Me interesaba la idea de los manipuladores manipulados, de los productores de televisión que manipulan a un grupo de chicos encerrados en la casa de un reality show, manipulados por otras personas que toman el "poder" en un canal de televisión.

-Fuiste guionista de televisión, ¿qué mirada tenés sobre ese mundo?

- No tengo una mirada moral ni política. Era mi trabajo, uno como cualquier otro y yo trataba de hacerlo lo mejor posible. De hecho estoy abierto a ese trabajo. Cada tanto me llaman para escribir para la tele. Tuve la suerte de rechazarlo porque estaba con otros trabajos relacionados con el cine, pero es un universo bastante particular, aunque no más que otro universo. Es como una burbuja donde circulan siempre las mismas bacterias, siempre la misma gente que pasa de un canal a otro, de un programa a otro. Todo el mundo se conoce. La empresa que llamamos televisión, la empresa global que llamamos televisión necesita vender sus productos. Y todos los escalafones inferiores a los directivos tienen muy asociada la calidad al éxito. Lo que tiene éxito es lo que tiene calidad, o lo que tiene calidad tiene que tener éxito, una asociación bastante pobre.

-Leyendo Realidad y el último tramo de tu obra se ve un tema recurrente: el encierro. Está también en Rabia.

-Sí, me sale así, yo me doy cuenta de esto. Mis novelas tienen al encierro como tema principal.

- Al sentarte a escribir, ¿tenés una idea general del rumbo que vas a seguir o sos más bien instintivo?

-Siempre es distinto: a veces tengo una idea general, panorámica, a veces tengo una frase, a veces una escena. En las ocasiones en las que yo me planteé ir en determinada dirección, siempre seguí desvíos que me interesaron o gustaron más, cosas que no tenía previstas y por las que me dejé llevar; siempre es distinto.

- ¿Escribís todos los días?

-Sí, escribo todos los días, lamentablemente. (Estoy liquidándome.) Pero también tengo que decir que escribo todos los días cuando escribo algo; cuando no estoy escribiendo nada puedo pasar largas temporadas sin mover un dedo. Pero cuando tengo algo para escribir lo hago todos los días, y por mucho tiempo, muchas horas, prácticamente es lo único que hago, desde la mañana bien temprano hasta la noche bien tarde.

-¿Corregís mucho?

-Ahora corrijo más. Le encontré el gustito a la corrección. Antes le daba una repasadita nada más a lo que hacía. Ahora corrijo una cuantas horas, y le dedico un tiempo bastante extenso a la corrección. Me voy metiendo como entre las oraciones, entre las frases, y encuentro cosas nuevas adentro. Estoy como escribiendo adentro, metiéndole leña adentro a las cosas. La corrección es parte de la escritura de lo que estoy escribiendo ahora, una novela que se vuelve pesadillesca, microscópica. Cada vez hay más cosas en profundidad, cada vez más y más y más.

-Suena bueno para el que lo va a leer...

-Espero que sí. Al mismo tiempo estoy trabajando a conciencia en ser muy claro. Todo el tiempo. Elimino las frases que tienen sombras, o que tienen oscuridad. Quiero que sea todo absolutamente muy claro.

-¿Cómo convivís con la doble intención creativa de escribir y ser cineasta?

-La literatura y el cine son dos prácticas vecinas, que hacen muy bien por otra parte en mantenerse separadas. Pero yo las siento como parte de un mismo universo personal. Si bien es cierto que la literatura es algo que uno escribe a solas y el cine requiere de 40 personas, una diferencia inicial que plantea todas las subsiguientes.

-Tus libros logran algo que me parce muy difícil: no le allanan el camino al lector, pero no dejan a nadie afuera. Ofrecen diversos planos de lectura, y la poesía o la belleza operan en un plano no del todo evidente, más como una consecución, como un resumen global en tus libros ¿Estás de acuerdo con eso?

- Eso que decís es exactamente lo que yo pretendo. Vos lo dijiste, realmente no tengo nada que agregar a eso. Es lo que yo pretendo, que no quede nadie afuera pero que al mismo tiempo lo que escribo pueda leerse en muchos planos. Casi al estilo, y no quiero sonar pretencioso, de las máximas budistas o zen, que son absolutamente claras y que al mismo tiempo son absolutamente misteriosas.

- ¿Qué valoración hacés de los nuevos autores argentinos?

- Leí algo de Pedro Mairal y también a Félix Bruzzone. Los dos me parecen buenos narradores, pero a los demás no los leí. Soy un lector muy desordenado, leo mucho pero con total desorden. Paso de un contemporáneo a un clásico en el mismo día, así que no hice una lectura ordenada ni profunda de la generación que viene a matarnos.

-¿Y ahora que estás leyendo?

-Ahora estaba releyendo Ada o el ardor, de Vladimir Nabokov, y ayer en un momento leí El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad de un saque. Lo volví a leer porque estoy escribiendo una historia que es, hasta acá, El corazón de las tinieblas tal como yo la recordaba. Yo la leí hace 30 años, y vi la película hace 27, y no la había vuelto a leer ni a ver la película de (Francis Ford) Coppola, y me la puse a escribir tal como la recordaba, y ayer me dije: "Vamos a leer la obra de Conrad", y me di cuenta de que me acordaba bastante bien (risas). Es una obra extraordinaria, una novela sobre la luz, y eso Coppola lo capta muy bien en la película, con Marlon Brando entrando y saliendo de la sombra. Toda la novela es una novela sobre la luz.

-¿Vos te sentás a escribir un cuento o una novela, o lo definís en el momento? Dicho de otro modo: ¿Hay historias que vienen con, por decirlo así, la forma de un cuento o de una novela?

-Eso es muy difícil de saber. A veces uno tiene la sensación de que algo que tiene en mente puede necesitar una determinada extensión para ser narrado, pero es muy difícil de saber. Yo terminé escribiendo cuentos, algunos publicados en el libro Chicos, pensando que me iban a llevar medio año, o un año, o un año y medio, y terminaron llevando 10 páginas.

-Algunos de tus cuentos muestran giros que no tienen nada que ver con lo anterior de la historia que estás contando. ¿Podés describir lo que provoca esas irrupciones?

-Me gustan mucho esos giros al costado. Giros brutales pero fluidos. Creo que es una influencia del cine de David Lynch. No sé si es una influencia palpable o real, pero recuerdo haber pensado en su cine en algunos finales de cuentos. Funcionan pero no tienen nada que ver con el final convencional que podría esperar un lector. Esto también lo estoy trabajando mucho en esta versión argentina de El corazón de las tinieblas (risas).

- Realidad, ¿se va a filmar?

-No estoy trabajando en un guión. Pero hay un productor español muy interesado. Sí se filmó Rabia. La produjo Guillermo del Toro, el director de El laberinto del fauno. Está filmada y terminada, la dirigió un joven ecuatoriano muy talentoso que se llama Sebastián Cordero, y el protagonista es Gustavo Sánchez Parra, el coprotagonista con Gael García Bernal de Amores Perros. Y es una coproducción española- mexicana-francesa y colombiana. Y se va estrenar en algún momento de este año. Cuando escribí Rabia también quería una novela completamente sencilla, y entretenida, como las novelas que yo leía a los 15 años. Tiene un final muy novelero, pero novelero de televisión, yo lagrimeaba cuando escribía el final, recuerdo eso.

(F.C.)
 
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