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Diario Río Negro
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Fernando Castro
Editor Responsable
 
  07 » Dec 2009
Manu Chao, la política y la fiesta inolvidable
 


¿Qué va a ver uno cuando va a ver a Manu Chao? Particularmente, voy a bailar, a saltar, a pasarla bien. (“Está hecho para eso”, me dijo alguien, no recuerdo quién, en los últimos días, con cierto tono condenatorio, como si se refiriera a una máquina armada a priori detrás de un gran escritorio de una gran y multinacional compañía de grabación, con el único objetivo de apropiarse de todos los discursos contraculturales en boga en países subdesarrollados para hacer, con eso, ni más ni menos que dinero; y para mí no es éste el caso).

Y es cierto: quizá Manu Chao sea un millonario que se hizo millonario cantándole, en tramos importantes de su repertorio, a “las causas nobles”. No es el único que lo hizo; no estoy seguro de si es algo que uno debiera condenar (o tiendo a pensar lo opuesto).

No tengo del todo cerrado, para mí, un debate: ¿Hasta qué punto su postura política es parte del personaje y hasta que punto él es el personaje político en sí?

Hay una elección clara: el tipo de temas que busca poner en circulación. La represión policial, el medio ambiente, los derechos humanos, los derechos de los pueblos originarios. ¿Es igual de claro el conocimiento qué tiene de cada una de las causas -y los matices que las caracterizan- que llega a defender prestándoles su nombre?

Esto (lo anterior), en cuanto a lo que a mí menos me interesa -pero es súper respetable- de la tromba que es, en realidad, el duende-maratonista-hiperenergizado, el huracán Chao.

Respecto a su música, más allá de lo que digan: él, como solista, y sobre todo en su etapa con Mano Negra, que sigue llevándose buena parte de su repertorio actual en vivo -y qué bueno que sea tan así-, tiene un sonido propio y singular, que asimila buena parte de lo mejor del rock y el reggae de los años 70 (con el punk y The Clash bien a la cabeza) con una vuelta de tuerca noventosa, y sin prejuicios para tocar música de cualquier continente, quizá lo que mejor defina la esponja que también es Manu Chao.

Uno no debería ir a buscar virtuosismo cuando va a ver a Manu Chao (pero nadie podría negar que la banda que tocó en el Ruca Che tuvo destellos de virtuosismo; lo de la máquina que es, es una realidad insoslayable). Creo que uno debe sacarse los prejuicios -sin perder de vista el mensaje- y no pedirle a Manu Chao lo que tampoco le pide a otros músicos, que no dejan ni la mitad de lo que deja el vasco-francés sobre el escenario.

(Las fotos, la de arriba y las de abajo, fueron tomadas por Agustín Martínez, el sábado por la noche.)








 
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