Sábado 4 de octubre de 2003

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Ríos que suben y bajan

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Un poder débil y sobrepasado

El río está loco, loco, loco

La región, sometida a drásticos cambios y perjuicios: de un altísimo nivel por meses se pasó a un ínfimo caudal. El fenómeno pone en evidencia un arbitrario manejo del río, a merced de las generadoras, mientras las provincias ejercen escaso poder pese a estar representadas en un ente.

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El Negro, días atrás: un caudal que muchos temieron llegara a los registros del 2001.

CIPOLLETTI (AC) - Sea porque nunca antes el sistema eléctrico nacional dependió tanto de las centrales hidroeléctricas del Comahue o porque pocos se animan a revisar los contratos de concesión, lo cierto es que los caudales de agua que este invierno las presas dejaron pasar hacia los valles productivos de Río Negro y Neuquén subieron y bajaron de forma tan drástica y arbitraria que llegan a complicar la vida a la región.

Para entender la magnitud de estas alocadas modificaciones en el manejo de los caudales, basta tomar conciencia de que el río Negro es hoy un tercio de lo que era hasta hace un mes. Es decir, en apenas diez días, el nivel se redujo en un 71%.

En la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas (AIC) -que integran Río Negro, Neuquén, Buenos Aires y la Nación y tiene como función la administración, uso, control y preservación de la cuenca-, se dice que, dentro de mínimos y máximos, el sistema hídrico funciona en "piloto automático" Parece la admisión de que los estados rionegrino y neuquino están transfiriendo a los privados el control de los cursos de agua del Limay, el Neuquén y el Negro, cuando en realidad son las provincias las que debieran tener ese dominio. Para ello se creó el ente regulador AIC. Y ese control, evidentemente, la región -si no lo ha perdido- lo ejerce mínimamente, frente a absorbentes necesidades de generación que se priorizan por encima de las necesidades de la población que vive a las orillas de los ríos, que produce o se abastece del agua.

Ya no queda tan claro que el único factor que puede determinar alteraciones al caudal sea el estado de los embalses, que tenga en cuenta por igual: la previsión de crecidas, las necesidades de generación de energía y los propios requerimientos productivos y sociales.

No hay dudas de que un río como el Negro, que estuvo erogando por meses entr 1.200 y 1.600 metros cúbicos/segundo y que, de buenas a primeras, cae a algo más de 450, genera serios problemas, tanto por exceso como por defecto. Por ejemplo:

• Con altos caudales, el riesgo de inundaciones de cultivos, que (en términos prolongados y según la época) pueden echar a perder las raíces de plantaciones y saturan las napas freáticas. Desde luego, también se pone en jaque a poblaciones que viven a la vera del río (recuérdese los 2.100 m3 de junio de 2001)

• Con bajísimos caudales, se presentan dificultades para regar, por bombas de toma que quedan en el aire o cuyos motores ven forzados sus funcionamientos. ¿Dónde colocar la bocatoma? ¿cómo suplir la pérdida de rendimiento causada por la bajante?, son cuestiones que se plantean en las plantaciones ribereñas.

• El inconveniente lo padecen no sólo los chacareros. De hecho, la semana pasada el EPAS neuquino acusó inconvenientes para la toma de agua para la capital de la provincia por la bajante del Limay. Hoy, cuando apenas comienza la primavera, se da la paradoja de que hubo barrios que padecían la escasez del recurso.

• Y están también los problemas de contaminación (polución ambiental, detritos que un bajísimo caudal no alcanza a diluir, bocatomas tapadas por sedimentos, etcétera) A mediados de este año, una alta autoridad del Departamento Provincial de Aguas rionegrino sostenía que "con el poder de dilución que tienen los ríos de la zona, la cantidad de efluentes industriales y cloacales que se vierten a sus aguas sin tratar no es importante".

Pero lo cierto es que en ninguna de las dos provincias hubo un estudio sobre la relación que existe entre el vertido de efluentes tóxicos y los caudales de los ríos en la contaminación de los cursos de agua. Eso lo sabe muy bien la ingeniera en Recursos Hídricos Gabriela Polla, una investigadora de la Universidad del Comahue que ayer recibió su maestría por una tesis que trata de establecer, entre otras cosas, cuál es el caudal mínimo que tendría que tener el río Neuquén para soportar el nivel de contaminación.

Polla tuvo que hacer por su cuenta los relevamientos de industrias y plantas de tratamiento en las ciudades ribereñas, desde la presa El Chañar hasta la confluencia con el Limay, además de medir el daño que los efluentes causan en el agua. "Con un caudal de 30 metros cúbicos por segundo el río estaría bastante comprometido", opinó la especialista (hoy está en 162, cuando en julio estaba en 600). El caudal mínimo señalado por Polla no es antojadizo: el río Neuquén tuvo ese nivel, en promedio, durante julio de 1989.

 Argumentos...

¿Por qué los ríos estuvieron tan altos entre julio, agosto y principios de septiembre, y ahora bajaron abruptamente? Estas respuestas hemos recogido:

• La llegada de un invierno extremadamente frío en la zona central del país dejó al descubierto la falta de disponibilidad en el transporte del gas, lo que restringió la entrega del combustible a las centrales térmicas de generación de electricidad.

• Para evitar que terminaran siendo las usinas de costos más altos (a gas sin ciclo combinado o a gasoil) las que formaran los precios del sistema, la autoridad energética nacional dispuso que las centrales hidroeléctricas del Comahue generaran por encima de la media para la época del año.

• Como los embalses tenían disponibilidad para hacerlo (aún retenían el agua de la crecida de octubre d 2002), las centrales hidroeléctricas turbinaron todo lo que pudieron, dentro de los límites (flexibles) que las normas de manejo de agua disponen para esta época del año.

• Pero el agua de los embalses no llegó a renovarse porque la temporada de lluvias no fue importante. Entonces, a mediados de septiembre las centrales debieron reducir su generación. Pudieron hacerlo porque la primavera trajo un aumento de temperaturas y ya no había prioridad en la entrega de gas residencial.

El fenómeno pone en cuestión los parámetros de regulación que se establecieron a principios de la década del 90, cuando se privatizaron las presas y sus centrales.

Según las normas de manejo del agua y los contratos de concesión, las empresas que operan las presas pueden manejarse con libertad siempre y cuando se respeten los topes mínimos y máximos de los caudales y de los niveles de los embalses.

Pero frente a estos ríos de regímenes absolutamente irregulares, se sabe que hace años que dentro de la AIC se plantea la necesidad de rediscutir las normas de manejo de agua, es decir, revisar 10 años de comportamiento de los ríos, estudiar la evolución de los registros, y determinar si el modelo empleado puede seguir siendo el vigente.

La abusiva exigencia de generación de energía, de cara a la languidez que demuestran tener los gobiernos provinciales para hacer valer en el ente regulador su poder sobre los ríos de los que son propietarios, terminan amilanando autoridad y postergando revisiones. Y afectan a la población, sin considerar su naturaleza y sus demandas, sometiéndola a variaciones espasmódicas que no dejan casi margen para la previsión.

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