Domingo 26 de octubre de 2003

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Los movimientos indígenas sacuden la política de los países andinos

Primero en Ecuador, luego en Perú y ahora en Bolivia, los movimientos políticos basados en el campesinado de raíces indígenas o mestizas han hecho tambalear las estructuras políticas tradicionales y los modelos económicos en esos países. Con demandas similares de justicia social, nacionalismo y de acceso a la tierra, tienen

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Las protestas indígenas obligaron a un cambio de gobierno en Bolivia. El nuevo presidente prometió escuchar sus reclamos.

EL ALTO, Bolivia.- Las barricadas ya se levantaron y volvieron los embotellamientos. Pero las multicolores banderas indígenas de protesta aún flamean en las precarias casas de adobe y los bolivianos que acaban de tumbar a un presidente ya advirtieron a su sucesor. "Le vamos a dar al nuevo gobierno tiempo para hacer cosas. Pero si no las hace bien, explotaremos de nuevo", dijo Gertrudis Albarado, una maestra que participó de las protestas indígenas en la ciudad más pobre de Bolivia, El Alto.

Después de décadas de tener un papel político secundario y una situación económica de marginalidad, los movimientos indígenas empezaron en los años 80 a volverse activos y militantes en varios países de América Latina, especialmente los andinos, una tendencia que se reforzó en los '90. Pero nadie los creía capaces de desafiar a un gobierno y derrumbarlo. Hasta que sucedió en Ecuador y parcialmente en Perú en el 2000. (ver recuadros)

El Alto, de 700.000 habitantes, colindante con La Paz y donde el ingreso promedio per cápita es de 450 dólares anuales —1,23 dólares por día—, fue el centro de un bloqueo contra la capital de Bolivia que forzó a renunciar la semana pasada al ex presidente liberal Gonzalo Sánchez de Lozada. El nuevo presidente, Carlos Mesa, prometió escuchar las demandas de los indígenas, quienes representan la amplia mayoría del país má pobre de América del Sur.

De hecho, su primera salida fue hacia El Alto, donde más del 95% de la población vive en la pobreza. Esta ciudad se convirtió en sinónimo de una revuelta exitosa y de orgullo indígena, un sentimiento que se palpa a lo largo de esta nación de ocho millones de habitantes.

"Si el gobierno continúa ciego y mudo con los indígenas, entonces ellos volverán a levantarse", dijo Carlos Toranzo, jefe del Instituto de Estudios Sociales de Latinoamérica en La Paz. "El Alto es un volcán a punto de explotar", agregó. El Alto, ubicado a 4.100 metros sobre el nivel del mar, controla las rutas de acceso a La Paz y el aeropuerto. El bloqueo fue clave para el éxito de la revuelta, al poner en riesgo el abastecimiento de alimentos, medicinas y combustible.

 

El regreso de Katari

 

Muchos recuerdan una famosa rebelión ocurrida en el siglo XVIII, cuando el líder indio Tupac Katari sitió La Paz, obligando a los españoles a comer ratas. Pero la rebelión fracasó y Katari fue descuartizado. "Esta vez quisieron repetir lo de Katari, quisieron ganarles a los blancos", dijo Sebastián Obermaier, un párroco católico alemán que lleva 25 años en El Alto.

Los indígenas parecen haber cobrado conciencia de su fuerza Munidos de teléfonos celulares y con acceso a la Internet, los líderes de los pueblos Aymara y Quechua, relegados durante siglos a los estratos más bajos de la sociedad boliviana, constituyen ahora una de las importantes fuerzas en el Congreso Evo Morales, hijo de un campesino, ocupó el segundo lugar en las presidenciales del 2002. El dirigente cocalero ganó apoyo con su prédica a favor del control estatal sobre el gas natural y con sus reclamos para poner fin a un plan respaldado por EE.UU. para erradicar los cultivos de coca, la materia prima de la cocaína Otro líder indígena es Felipe Quispe, un ex guerrillero que se alza contra las élites blancas y mestizas. Su mayor base de apoyo se encuentra en el corazón aymara alrededor del Lago Titicaca, en la frontera con Perú Quispe y Morales anunciaron que su tregua al gobierno durará sólo 90 días. Para los habitantes de La Paz, donde se concentran las élites políticas y sociales, todo esto encierra un preocupante golpe de timón.

"Las uniones de campesinos y trabajadores ya no quieren mirar a Bolivia desde las montañas. Quieren mirarla desde el balcón de la Casa de Gobierno", dijo el escritor Manfredo Kempff en el diario La Razón.Pero más allá de lo que decidan los dirigentes, Mesa tiene algo de tiempo. Obermaier dijo que no habrá revueltas en dos meses porque los agricultores deben sembrar. "Si no hay siembra, no hay cosecha. Las protestas aquí siguen el ritmo del campo", dijo el sacerdote (Reuters/DPA)

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