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Análisis

La posibilidad de una renuncia

BARILOCHE (AB).- Aquel joven, atlético y carismático cardenal polaco, que a poco de su nombramiento sorprendía al mundo con su singular biografía de poeta y deportista, preocupa hoy con sus dolencias y se especula con su renuncia a la máxima jerarquía dela Iglesia Católica.

No es esta la primera vez que la enfermedad de un sumo pontífice abre el interrogante sobre si en realidad puede renunciar a su cargo, porque esos casos excepcionales no suelen darse en siglos, y es normal que haya desinformación al respecto. Las 4 o 5 generaciones que pueblan el planeta no tuvieron oportunidad de enfrentarse a tal posibilidad, pero la Iglesia es una institución con 20 siglos y una organización donde casi todo está previsto.

El "Papa viajero", como llaman a Karol Wojtyla, recorrió más kilómetros y países que ninguno de sus antecesores, desarrollando una obra de apostolado que tampoco conoce antecedentes Ultimamente, en cada ciudad que visita, lo esperan multitudes de fotógrafos y camarógrafos ansiosos de captar en imágenes su andar irregular y sus manos temblorosas. Pero su actividad pastoral no decrece, y el Papa no parece dar señales que hagan pensar en su renuncia, aunque las especulaciones sobre esta hipotética decisión hace que se recuerden los tiempos medievales y que comiencen a barajarse los nombres de los probables sucesores.

El canon 221 del Derecho Canónico prevé la eventualidad comentada, diciendo "en el caso de que el Papa renuncie..." y añade que para conferir validez a la citada renuncia no es necesaria la aprobación de los cardenales ni de ningún otro individuo o colegio: simplemente, es un acto de voluntad soberana del Pontífice.

Los canonistas, entre los que se puede citar al padre Masseo Cassola, amplían el texto legal y exponen que el titular de la basílica de San Pedro puede cesar en sus funciones "por muerte natural, por locura segura o perpetua, por renuncia -que no necesita la aprobación de nadie- y por herejía" En la historia de la Iglesia se han dado dos acontecimientos de esta índole: el primero fue el de Pietro de Morrone, que con el nombre de Celestino V fue proclamado Papa el 5 de julio de 1294. Celestino V renunció el 13 de diciembre del mismo año, alegando "causas de humildad, de vida perfecta, de preservación de conciencia, por escasa salud y falta de ciencia, y para recuperar la paz y la consolación de la antigua vida".

El segundo caso de renuncia fue el de Gregorio XII, que en 1415 se comprometió a dejar su reinado siempre que renunciase también el otro Papa, Benedicto XIII, que había sido coronado en Avignon. Gregorio XII se proponía acabar con el gran cisma de Occidente, que oponía a los papas de Roma con los "antipapas" de Avignon. Su abdicación ante el Concilio de Constanza en principio no sirvió para solucionar el problema, dado que el Concilio de Pisa declaró herejes a ambos papas, y nombró al napolitano Baldassarre Cossa nuevo Pontífice, con el nombre de Juan XXIII. Este, sin embargo, fue posteriormente depuesto como "antipapa", y esa es la razón por la que cinco siglos después Angelo Roncalli, pudo en 1958 tomar el nombre de Juan XXIII, al que por sus méritos se le agregó el calificativo de "El Bueno".

Estas consideraciones históricas sirven para disipar cualquier duda sobre la posibilidad de una renuncia papal, y en caso de que esta se produjese debido a la precariedad de su salud, se darían los trámites normales para la elección de un nuevo Pontífice.

Millones de fieles católicos rezan, mientras tanto, por la salud de Karol Wojtyla, y parece aventurado pensar en una próxima renuncia de quien pese a tener su salud deteriorada, mantiene una continua actividad pastoral Más aventurado aún es intentar predecir el nombre de su sucesor, pues en el Vaticano es famoso el dicho, de moda siempre en tiempos de elección, que afirma que "el que entra Papa en el Cónclave, sale Cardenal".

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