Domingo 7 de setiembre de 2003

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Un recorrido por los pasillos y la trastienda de la ciencia

 

“No se puede enseñar a ser investigadores si no se investiga”

 
  “No sé qué voy a hacer exactamente con mi vida. Esta carrera te prepara para una variedad de actividades, la gama es muy amplia. Lo que uno siente es que está bien preparado, eso que, sea como sea, vas a salir bien de acá”, dice Ignacio.
Entre los profesores del Balseiro hay una constante en las conversaciones: la crítica inteligente y feroz contra el sistema educativo imperante en el país. Contra sus métodos, los prejuicios, las viejas usanzas carentes de sentido, la incomprensión, la pérdida de tiempo, la falta de verdaderos objetivos en la enseñanza.
“Hacen falta docentes bien formados más que seguir recargando el modelo e incluyendo más y más materias que no conducen a nada o que no sirven. En este momento es más importante hablar de esclarecimiento que de perfeccionamiento”, asegura Roberto Mayer, doctor en física y vicedirector del Area de Ingeniería del Balseiro, sentado en un rincón de un taller donde los alumnos realizan trabajos prácticos.
El Balseiro tiende a ir a contramano, o mejor incluso, por un camino alternativo en materia de enseñanza.
Como principio, en este lugar la pasión por aprender y descubrir es compartida por los alumnos y los maestros. Ambos saben que sin ese contrato tácito no podría funcionar esta forma muy particular que han implementado de compartir conocimientos.
“Acá no es extraño que un profesor persiga a un alumno por si no le quedó algo claro”, dice Ignacio.
Daniel cuenta una anécdota que redondea el concepto: “Un día teníamos algunas dudas con un problema y le preguntamos al profesor, Willy Pregliasco, si nos podía ayudar después de clases. Willy dijo que sí, pero después de que ensayara con su banda de músicos. Así fue que terminamos estudiando con él a eso de las 2 ó 3 de la mañana. No sé en qué otro lugar podría pasar algo así”.
Los porcentajes del Balseiro no parecen salidos de esta realidad latinoamericana.
Alrededor del 85 por ciento de los estudiantes que ingresan al instituto obtienen su título. Y luego de egresar la ocupación es prácticamente plena. Egresar del Balseiro equivale a tener trabajo.
Esta situación se evidencia en la tranquilidad con que los profesores y alumnos miran su futuro.
No es tanto que no tengan nada para imaginar, es simplemente que la idea de futuro tiene la forma de un proyecto y no de una travesía amazónica como suele pasarle a la mayoría.
- ¿Y antes o después del casamiento qué vas a hacer, Mara?
“Es más o menos un broma, se entiende ¿no? (risas). Tal vez vaya al extranjero pero para perfeccionarme. La verdad es que este lugar me encanta y mi intención es quedarme a hacer cosas acá. Irse es fácil, hay muchas oportunidades de vivir a fuera. Pero creo que aquí tenemos un vínculo, algo importante para hacer”, dice Mara.
Tres chicos sentados en un pub. La música suena fuerte y el lugar gira sobre sí mismo. Pibas con jeans ajustados, flacos en remeras de leyendas incomprensibles, raros peinados nuevos. La noche tiene la obligación de estar okey.
Aquí es donde ocurre: “¿querés que te explique el análisis por activación neutrónica en 30 segundos?”, dice Daniel.

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“Deben llegar a poseer un profundo conocimiento de sus propias limitaciones y defectos. Esta es la forma de lograr superarse a sí mismos y transformar sus defectos en cualidades y el único camino hacia la modestia, no la modestia teatral, no la arrogancia de sentirse modesto, sino la auténtica, la espontánea, la virtud cardinal del hombre de ciencia. Deben tener un profundo respeto por el trabajo ajeno. Respeto por el que más sabe y puede más, pero también respeto por el menos dotado, el que puede menos pero que realiza su labor con humildad, tesón cariño. No creo que haya un índice más patético de incultura, exceptuando la violencia, que la falta de respeto al trabajo ajeno” (Del discurso pronunciado por el Dr. Balseiro a la primera promoción de graduados del instituto)

Balseiro fue una estrella poderosa que debió estar más tiempo en este planeta. Se lo llevó una enfermedad. Pero antes desarrolló un trabajo sobrehumano sin el que difícilmente se hubieran establecido las bases de este centro de investigación y estudio. La escena tiene connotaciones fantásticas: un joven científico argentino, recién llegado de Inglaterra dialogando con Juan Domingo Perón y otras autoridades militares acerca de lo que realmente ocurría en ese momento en la isla Huemul y sobre la necesidad de no abandonar un proyecto científico, aun si esta primera experiencia en el sur había terminado en una farsa.
Con el instituto funcionando, por distintos motivos -presupuestales, marchas de académicos, etc- Balseiro tomó a su cargo las tareas administrativas y de dirección así como el dictado de hasta tres cursos por cuatrimestre. Balseiro murió a los 42 años lejos de Bariloche.
Su proverbial dedicación está graficada en varias anécdotas. Un día un alumno de la primera camada consciente de que no sabía lo suficiente para aprobar uno de los exámenes cuatrimestrales del programa fue a solicitarle una excepción a la regla y que le permitiera suspender por esta vez. “Maestro realmente no puedo hacerlo, me falta tiempo, no estoy para rendir”, le dijo. A lo que Balseiro respondió: “Mire yo puedo aceptar que una persona me diga hoy no estoy para nada, pero no que alguien me diga este año no estoy para nada”.
“Un instituto de esta naturaleza no se justifica solamente porque enseña; enseñar para ser físico significa enseñar a ser investigadores y no se puede enseñar a ser investigadores si no se investiga”, solía decir el científico.

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“Hasta hace veinte años, se creía que los protones y los neutrones eran partículas elementales, pero experimentos en los que colisionaban protones con otros protones o con electrones a alta velocidad indicaron que, en realidad, estaban formados por partículas más pequeñas. Estas partículas fueron llamadas quarks por el físico de Caltech, Murray Gell-Mann, que ganó el premio Nobel en 1969 por su trabajo sobre dichas partículas. El origen del nombre es una enigmática cita de James Joyce: “¡Tres quark para Muster Mark!”
(“Historia del tiempo”, de Stephen W. Hawking)

“La física y el arte tienen de fondo muchos puntos de contacto”, dice la poetisa Graciela Cros. “Ambas tienen momentos de creatividad, de búsqueda y de laberinto”, explica Cros quien, desde su lugar como escritora, acaba de participar de unas jornadas de difusión científica en el instituto.
Es una noche bastante fresca en Bariloche y la cocina japonesa está lista en la casa de Ernesto Martínez, el anfitrión de este encuentro informal. Ernesto es un físico que se ha destacado en los últimos años en el campo de la actividad forense. El junto a Willy Pregliasco fueron quienes iluminaron con una perspectiva científica el caso Teresa Rodríguez. Ernesto también es profesor del Balseiro.
“El arte es una posibilidad de tener otras miradas sobre la realidad. Hay distintos lugares desde donde ver las cosas y por lo tanto maneras distintas de vivir”, dice Willy quien además es músico y no se priva de ideas muy interesantes acerca de emprendimientos turísticos. “Me gusta pensar por, ejemplo, en el acto de lectura como en la ejecución de un instrumento. El ejecutante es el lector y el instrumento el libro”, dice Willy. Y todos nos quedamos pensando.
La tarde anterior habíamos estado con Martínez cruzando ideas acerca de educación y cultura. “No estaría mal difundir la ciencia en una sección de cultura. Todavía hay prejuicios muy arraigados y hace más compleja la labor de la ciencia. Aún se mantiene fuerte eso de ‘ahí viene el viejo de matemáticas’. Para la ciencia no es un buen antecedente”, dijo Martínez. El y Willy son de una raza muy especial de científicos. Ambos han establecido puntos de contacto con otros campos del conocimiento -paleontología, ciencia forense- y desarrollan su actividad en los vértices del saber, actuando sobre zonas menos pobladas con un estilo dinámico y no convencional.
Martínez le ha dado un nuevo aire a la física forense utilizando herramientas propias de su formación para resolver temas criminales de variada índole. “Estamos organizando una especie de escuela, como un gran club con estructuras flexibles y que lo integran científicos, peritos, criminólogos de distintas partes del mundo. Hacemos cosas con Chile, por ejemplo, pero la estructura es muy liviana”, cuenta Martínez.
Dos días después, una tarde nublada, caminando junto al científico Alejandro Fainstein, escuchamos desde uno de los patios del instituto una ovación. Era Willy que daba un clase práctica en terreno.
- Esto es lo que más me gusta, dar clases, es lo que mejor me sale, dice Willy con una sonrisa enorme que le cubre el rostro.
- También te gusta el teatro, la actuación, le retruca Alejandro.
- Bueno, pensándolo bien, dar clases es como una obra teatro con público participativo, responde Willy con otra de sus frases brillantes que dejan puntos suspensivos en cualquier conversación...
Aníbal Blanco tiene una tarea delicada dentro del instituto, él -físico y actualmente cursando el doctorado- junto a otra gente es el encargado de la difusión de lo que ocurre dentro del lugar. Su oficina no es grande y está llena de postales y pequeñas anotaciones pegadas en las paredes. “Necesitamos acercar nuestra actividad a la gente. Pero no es sencillo, a veces cuesta explicar de qué se tratan determinadas cuestiones científicas. Todavía hay algo así como miedo y desconocimiento en la sociedad sobre los temas científicos”, dice Aníbal.
Las palabras de Graciela vuelven a sonar en el aire. La ciencia, como la poesía, son dueñas de un lenguaje. En ambos casos ofrecen salidas y soluciones que difieren en sus resultados e intenciones. La ciencia desarrolla a veces un idioma intrincado del que sólo llegamos a tener una vaga conciencia cuando vemos un objeto palpable en el living de casa. Ese chispazo es la punta de la flecha.
“Ese es, ahí está el reactor”, dice Aníbal. Y nuestra mente hace doscientos cómputos al mismo tiempo. Ninguno matemático, por supuesto. Greenpeace, la guerra, la energía, material de exportación, décadas de estudio, Balseiro y sus sueños, la isla Huemul, la educación tan golpeada, los científicos que dejan el país. ¿Quién gana en la pulseada? Cómo saberlo. De todos modos, hace falta un trabajo increíblemente organizado para desarrollar reactores nucleares. La ironía es que mientras la ciencia en el país está muy lejos de brindarle cobijo a los científicos nacionales, éstos reciben de manera constante ofertas para viajar al extranjero. En materia de reactores para uso energético son muchos los países que quieren entrar en el rubro. Sudáfrica, por ejemplo, que aún no tiene una industria en este sentido, ha contratado científicos argentinos para que los ayuden y asesoren en la producción nuclear y, tarde o temprano, será un competidor de la Argentina. Casi un chiste negro.
Un científico del Balseiro encontrará afuera las típicas tentaciones de dinero y notoriedad. Los sueldos en el instituto, exceptuando los de los directivos, oscilan entre los 1.100 y los 1.800 pesos por mes. Una cifra muy baja para la comunidad científica internacional. “Estamos acostumbrados a que todo lleve la etiqueta Made in Hong Kong, bueno acá es distinto. Acá dice Producto Argentino”, dice Aníbal mientras visitamos los paneles desde los que se maneja el reactor. Aníbal trabajó en el diseño de las piletas del reactor que se vendió a Australia poco tiempo atrás.
“No es sencillo a veces bajar una determinada información sobre una investigación en la que uno lleva mucho tiempo”, reconoce Alejandro Fainstein. Alejandro hace varios croquis en una papel donde nos explica el paso que dio su equipo en el desarrollo futuro de un láser de sonido. Claro, dicho así la Guerra de las Galaxias suena un poco más cercana. Fainstein se ríe con las alucinaciones de los medios. “Estos son los primeros pasos de algo, no ese algo específicamente”, dice.
Fainstein es un destacado científico argentino con una impecable formación que incluye años de posgrado en Europa. Ahora está involucrado en dos proyectos apasionantes. Uno -el de los primeros o segundos pasos hacia un láser de sonido- es el que provocó que su trabajo apareciera difundido en la revista “Nature”; y el otro está referido a las utilidades médicas de las investigaciones que se realizan en el mismo laboratorio de Propiedades Opticas.

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“La creación no es prueba de nada - dijo con inesperada violencia Van Hutten-. Dios no necesita pruebas, necesita fe. Cualquier estudiante de física, cualquier biólogo de pueblo, puede justificar la existencia del universo entero sin necesidad de Dios” (“El evangelio según Van Hutten, de Abelardo Castillo)

Mc Giver era un físico que había abandonado una prometedora carrera como científico para trabajar en una organización no gubernamental dedicada a la seguridad del mundo. En “Los ríos del color púrpura”, Jean Reno y Vincent Cassel persiguen a un perverso asesino que hace exóticos festines de sus víctimas. ¿El marco de la historia? Una universidad de elite en las montañas de Francia.
- ¿No viste “Los ríos del color púrpura”, le preguntamos a Aníbal.
- No, no ¿está buena?
- Es sólo una idea que se me cruzó... ¿no mataron a nadie por acá?...¿no?
- Ja ja ja ...no, no. Que yo sepa acá no mataron a nadie.
Es muy tentador establecer líneas de contacto entre la ficción y la realidad. Pensamos en libros - “En busca de Klingsor”, de Jorge Volpi, “Criptonomicón”, de Neal Stephenson entre otros-, en películas - “Una mente brillante”, “El Indomable Will Hunting”, “The bank”- y de nuevo en otro libro “Frankenstein” y su monstruo tan amado y tan temido.
Después de la última visita al Balseiro, el rompecabezas comienza tomar forma. Física. Matemática. Cultural. Poesía. Lectores y lecturas. Alumnos y profesores. Pedimos una Corona en un lugar de corte posmoderno llamado “Cúbico”. Cúbico, sí, como los centímetros cúbicos del agua. En lo profundo de la naturaleza siempre se esconde un número. No por nada Platón creía que la primera materia de la filosofía eran las matemáticas. La Biblia tiene su cifra del mal -el 666- y el Tarot la de la muerte (en realidad es la del cambio) -el 13-. Detrás de cada nota musical hay un número y cada movimiento de la naturaleza puede ser calculado o está en camino de serlo. Acaso la felicidad sea una fórmula, aunque ya sabemos el hombre más feliz del mundo puede ser un perfecto desgraciado.
Sin embargo, todavía no hay una explicación racional del porqué una sociedad le dedica, a través de sus gobiernos, apenas un pequeño espacio a la ciencia. Por qué insiste en no saber, en no otorgarle al conocimiento la atención que el conocimiento necesita, como si comprender la llevara directo a la trampa del ciempiés que el día en que le explicó al zorro cómo hacía para coordinar sus patas nunca pudo más volver a caminar.
El lugar en el que está enclavado el Instituto Balseiro dice mucho de la historia de la ciencia en la Argentina. De sus aventuras y de sus sueños.
Claudio Andrade
candrade@rionegro.com.ar

Desarrollos de un centro de formación en el sur

El Instituto Balseiro es uno de los tres centros de formación que posee la Comisión de Energía Atómica (Conea). Básicamente, el Balseiro es la universidad de la Conea, es decir, el lugar donde se generan los recursos humanos, y el Centro Atómico Bariloche uno de sus grandes laboratorios.
El instituto está dentro del Centro Atómico.
Los egresados del instituto pueden desarrollar su actividad científica luego en la misma Conea, en una empresa asociada del Estado como el Invap S.E. (Investigaciones Aplicadas), entre otros lugares del extranjero o en el país.
El Invap y la Conea tienen a su vez desarrollos propios que son independientes del Instituto Balseiro.
Por ejemplo, el reactor nuclear vendido a Australia es un desarrollo propio del Invap del cual participó el Balseiro en distintas áreas.
Los otros centros de formación y megalaboratorios de la Conea son el Instituto de Energía Nuclear de Ezeiza y el Instituto Sábato en Constituyentes.
Dentro del Balseiro se han realizado diversos avances científicos en:
• Nanotecnología
• Estudios para el desarrollo futuro del láser de sonido.
• Estudio de los reactores nucleares, su perfeccionamiento y su seguimiento.
• Desarrollo de energías alternativas como microturbinas y molinos de vientos.
• Estudios sobre enriquecimiento de uranio.
• Desarrollo en el manejo del combustibles gastados y de los residuos radiactivos.
• Desarrollo y avances en materia de física médica.

Para acercarse al instituto

La oferta académica del Instituto Balseiro incluye carreras de grado y de posgrado en diversas áreas de la Física y de la Ingeniería.

Carreras de Grado

• Licenciatura en Física
• Ingeniería Nuclear
• Ingeniería Mecánica

Carreras de posgrado

• Especialización en Aplicaciones Tecnológicas de la Energía Nuclear
• Maestría en Ciencias Físicas
• Maestría en Física Médica
• Doctorado en Física
• Doctorado en Ciencias de la Ingeniería

Para ingresar a las carreras de grado del Instituto Balseiro, los postulantes deben adquirir en otras instituciones los conocimientos que se imparten normalmente en los dos primeros años de cualquier carrera universitaria de Física o Ingeniería del país. Dado que los planes de estudio y los contenidos de las materias dictadas en las distintas universidades varían mucho, se recomienda consultar cada caso individualmente en la Oficina de Alumnos (alumnos@ib.edu.ar). El instituto tiene una muy completa web en http://www.ib.edu.ar/index.htm

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