Domingo 10 de agosto de 2003

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El tráfico de armas alimenta la muerte

 

 

Cada 4 minutos, alguien es asesinado en América Latina

Nuestras ciudades son más violentas y feroces aún que las africanas.

Exclusión, droga, impunidad y armas a granel, un cóctel explosivo.

 

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Los ajustes de cuenta entre bandas narcotraficantes son una constante en las ciudades de México, Colombia y Brasil.

Cada cuatro minutos, en algún lugar de América Latina suena un disparo y muere una persona asesinada. En ese mismo lapso, 216 hogares, autos u oficinas son robados El olor a pólvora se convirtió en un perfume familiar en muchas ciudades y en todos los países de la región, sin excepciones, la violencia se transformó en los últimos años en la principal inquietud de la opinión pública Las pantallas de televisión y las portadas de los diarios desbordan de imágenes de horror No puede ser de otra manera en un continente donde cada año mueren asesinadas 140.000 personas y se cometen 28 millones de robos al ritmo de un delito por segundo Con frecuencia se argumenta que es preciso buscar el origen de la violencia en el empobrecimiento que sufrió la región durante las últimas décadas. Ese diagnóstico es cierto También es verdad que los altos índices de criminalidad conspiran contra el crecimiento: el costo de la violencia asciende a 168 millones de dólares anuales, cifra que representa 14,2% del Producto Interno Bruto (PIB) del continente, estimaron Juan Luis Londoño, Alejandro Gaviria y Rodrigo Guerrero en un estudio publi

cado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Al mismo tiempo, en capital humano se pierde 1,9% del PIB, lo que equivale al presupuesto de educación primaria para toda la región Pobreza, desempleo, impunidad judicial, corrupción policial, deterioro familiar, cárceles hacinadas, y tráfico de armas y drogas son algunas de las causas de este huracán que atraviesa América Latina, arrastrando consigo las inversiones extranjeras y locales, y desalentando a los propios ciudadanos, que muchas veces optan por emigrar.

Frente a esa ola que amenaza con cambiar la fisonomía de América Latina, los gobiernos parecen impotentes para encontrar una solución eficaz. "La prevención del delito, la disminución de la inseguridad y el control de la violencia se han vuelto en temas de gran prioridad en la agenda del gobierno ciudadano, no sólo en países con índices elevados como Colombia o El Salvador, sino también en países con tasas comparativamente bajas como Uruguay y Costa Rica", indican Andrew Morrison y Mayra Buvinic en otro estudio del BID publicado en 1999.

Peor que en Tanzani  

"Me cansé, me ganaron", confesó en mayo de 2003 un farmacéutico de Santiago al anunciar el cierre definitivo de su negocio tras 15 asaltos en cinco años, durante los cuales baleó a tres delincuentes y fue herido cuatro veces. Situaciones similares se viven diariamente en varias ciudades latinoamericanas, donde los hurtos y homicidios se transformaron en moneda corriente Pero muchos no tienen

conciencia de la magnitud del problema. Poca gente imagina que las grandes ciudades de América Latina tienen la tasa de robos más alta del mundo: en Río de Janeiro hay 12 víctimas de hurto cada 100.000 habitantes y en Buenos Aires alrededor de 6,4, según el Informe de Desarrollo Humano 2003 de la ONU A título comparativo, la capital de Tanzania, Dar Es Salaam -considerada como la ciudad más violenta de Africa- tiene un promedio de 8,2 robos por cada 100.000 habitantes  

Delito cada vez más letal  

Pero lo más significativo de esta nueva escalada de violencia de América Latina es su letalidad: "Cada vez hay menos heridos y más muertos, por la capacidad de daño que tienen las armas de fuego y por el ensañamiento personal que muestran los agresores", indicó el coordinador del Grupo Violencia y Sociedad del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Roberto Briceño Colombia, Brasil, Venezuela, Jamaica, Honduras, Guatemala y El Salvador son los países con mayores tasas de asesinatos en América Latina, con más de 25 homicidios por cada 100.0000 habitantes. Uruguay, Chile y Costa Rica -en contraste- son los que presentan índices más bajos con menos de 5 asesinatos por igual cantidad de ciudadanos Las tasas de homicidio que se registraron durante 2000 en América Latina son alarmantes: Colombia, por ejemplo, tuvo ese año más de 70 asesinatos cada 100.000 habitantes, El Salvador unos 50, Venezuela más de 35 y Perú alrededor de 10 Para tener una idea precisa de la dimensión de ese problema, basta con saber que la tasa de criminalidad en Canadá o Suecia es de menos de un asesinato cada 100.000 personas. "Se estima que, por cada muerte intencional, ocurren alrededor de 5 a 7 lesiones, que producen incapacidad, pero no la muerte", indicó Rodrigo Guerrero, ex alcalde de Cali (Colombia) .

Otra faceta de la de violencia en América Latina es la ferocidad con que se cometen los delitos: en la mayoría de los países, ya sea porque los delincuentes actúan drogados o porque descargan un odio profundo contra ciertos sectores de la sociedad, no se limitan al despojo, sino que además acompañan su acción con vejámenes y violaciones. Cada vez con mayor frecuencia, esos episodios culminan con la fría ejecución de las víctimas.

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