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Del
caos al caos, del sueño al sueño, del mito al mito: “Veo que nací en un
mundo de semillas y huevos/que se transforman, como yo mismo,/ en el verde,
en mis plantas y pájaros./Rodeado de hongos, de flores y mariposas”, escribió
en el poema “Se cree que nací”.
Roberto Matta desenredó el ovillo del universo: buscó en el lenguaje y
encontró la metáfora, quiso hablar y halló la metafísica.
Cuando se agotó, dirigió sus preguntas al mito y se quedó frente a América.
Tomó el color y escribió en pintura.
Se asomó a la otra parte en la que está la vida y volvió. Buceó en El
Greco, pero lo quiso “patas arriba, es decir, que no se vieran los santos
sino esta especie de cosmos, esta especie de caos del que tenía que nacer
algo”: los cielos al revés.
Se trataba de buscar “el embrión de algo que quería nacer y lentamente”,
y así fue en su etapa más productiva -entre 1940 y 1947-, según el gusto
de bolsillo de los marchands.
Matta recordó su viaje a París, cuando se encontró con el marino inglés
Gordon Onslow-Ford, que vio sus dibujos y lo obligó a pintar. Le compró
siete telas, pinturas y lo instaló en una casa en las afueras de la ciudad
con el compromiso de que, cuando volviera, los cuadros estuvieran pintados.
Así comenzó todo.
Los surrealistas eran
muchos y se reunían todos los días en un café, el “Deux Magots”, ubicado
en una zona entre Saint Michel y Montparnasse, “que eran los barrios
más vivos... Picasso, Breton, Eluard, todos ellos eran gente sentada
en el café, estábamos todos juntos”.
En ese momento, Breton se interesó por sus trabajos y le dijo que era
surrealista en una especie de “ordenación artística”.
En la década siguiente, antes de renunciar -o de que lo echaran- del
movimiento surrealista, se fue a Estados Unidos, no bien se desató la
guerra. Allí, en Nueva York, influyó directamente en Arshile Gorky y
Jackson Pollock, se convirtió en un líder en el mundo del arte surrealista.
Las pinturas de esta época temprana en la vida de Matta exploraban la
posibilidad de representar los impulsos psicológicos a través de las
imágenes artísticas, un tema que se mantuvo en su arte posterior.
Matta orientó el paisaje de ilusión hacia un modelo completamente interno
y abstracto. Esos fueron los cimientos del paisaje primordial del yo,
del yo en el primer día de la creación y en la génesis de su propio
mundo psíquico. Las obras de este período norteamericano fueron designadas
“morfologías psicológicas” y las tituló “inscapes” o paisajes internos.
Era frecuente que, luego de una velada poética, les exigiera a sus amigos
-Pollock, Gorky- que fueran a sus casas a convertir la poesía en imágenes.
El trabajo consistía en hacer un dibujo desde la caligrafía y usar las
imágenes como la metáfora visual que luego utilizó como títulos de sus
obras.
Su influjo sobre Pollock y Gorky se aprecia en la idea de que es posible
crear una obra bella pero esto no es sólo responsabilidad del artista,
porque el azar determina dónde aterriza la pintura.
En busca de mitos, Matta viajó a México para estudiar los paisajes volcánicos
y las manifestaciones precolombinas que representaban el nacimiento
del nuevo mundo. Comprendió que era un mundo gobernado por los dioses
del caos.
Un concepto importante en Matta es la idea de que la tierra nació del
caos y el hombre y la mujer tienen con ella una conexión íntima. En
“La Tierra es un hombre” resulta difícil discernir las líneas entre
la tierra amarilla, el cielo azul, y la carne y la sangre del hombre.
Todos están entrelazados.
Matta trató de crear espacios internos gestados mediante una red de
líneas que entrelazan formas imaginadas y sugieren, según los críticos,
“el infinito mediante la captación del movimiento, de una manera que
no había sido lograda por ningún pintor surrealista antes”.
En 1948 dejó el grupo surrealista o fue echado, según quien lo cuente.
El motivo esgrimido por ambas veredas es el mismo: tenía ideas que no
estaban de acuerdo con las de ellos.
Más específico: con las de André Breton, factótum autoritario del movimiento.
Matta estudiaba estructuras como las piedras, la gente, la vegetación
y la arquitectura, para observar la metamorfosis de la vida y de los
objetos. Reconoció la fragilidad en todos, y pintaba en su arte su conexión
íntima.
Aunque pasó una gran parte de su vida con el grupo surrealista y tuvo
una influencia en otros artistas en Europa y América, las obras del
período posterior incorporaron principios científicos pero sin incluir
el pensamiento científico.
Cuando Matta se mudó a Italia se separó de los expresionistas abstractos
(Mondrian y Duchamp, por ejemplo) que solamente tenían interés en el
acto de pintar y la simplicidad que se podía lograr. Habían olvidado
al espectador y no incluían las estructuras lógicas de la ciencia en
su arte. Al contrario de estas ideas, Matta quería unir arte y ciencia
en una disciplina.
Gerardo Burton
gburton@rionegro.com.ar
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