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Testigo clave fue comprometido por testimonios y se contradijo

CUTRAL CO (ACC-enviado especial).- Marcela Inda Ruiz es morocha, tiene ojos negros, la piel pálida y un gesto apagado que le inunda el rostro. Ella es la única persona que sabe todo lo que pasó en su casa el último día del niño. Marcela calla y sabe que su destino seguirá estando entre las rejas de la cárcel de mujeres de Neuquén. Además de su amigo y ex jefe Roberto Sánchez Diego, que ayer sembró dudas con sus dichos, su mamá Josefa -que declarará hoy- puede quedar implicada en la causa ya no como una simple testigo: es que de la causa surge que sola no pudo hacer todo lo que se le adjudica.

Sin pestañear, Marcela Inda Ruiz miró en silencio y dedicación a todos y cada uno de los testigos que desfilaron por el juicio. Sólo se emocionó cuando la psicóloga describió científicamente la unión que ella guarda con Josefa. La profesional habló de fusión y recordó las noches en que Marcela adolescente no iba a bailar para no abandonar a Josefa. La familia de mujeres -Marcela quedó huérfana muy chica- se completa con Daiana (de 6 años). La pequeña es hija de una relación que Marcela tuvo con un hombre que falleció sin llegar a formalizar. Ayer, los psicólogos explicaron que no tiene una personalidad depresiva y uno de ellos señaló que hay cosas que "no las recuerda porque no quiere", porque le duelen. Quienes la conocen no entienden cómo Marcela Inda Ruiz pudo hacer lo que hizo y creen que su silencio más que una defensa es una protección para las personas que más quiere. Es sabido todo lo que los hijos pueden hacer por los padres y viceversa. Es paradójico que no haya familiar alguno que defienda al bebé. En el juicio, los jueces no sabían si llamarlo feto o bebé y un policía llegó a decir sin malicia "nos dijeron que había una persona muerta pero nos encontramos con un bebé".

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