Viernes 18 de julio de 2003

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Federico Andahazi y la anatomía de la novela

De pintor frustrado a pintor literario

Su abuelo húngaro era un pintor reconocido, "un personaje que calificaría de literario, merecería una novela. Siempre me definí como pintor frustrado porque en mi familia ese lugar lo ocupó él. Llegué a la literatura por descarte y con esa pasión latente. Estando en Bariloche hace unos años en una casa junto al lago Moreno tuve el impulso de pintar y surgió la idea, hasta entonces vacía de sentido, de pintar una novela".

Entonces "recordé la historia de la absurda guerra entre florentinos y flamencos en el siglo XV para apoderarse de los conocimientos artísticos de perspectivas, escorzos y puntos de fuga de unos y de los secretos del color, del óleo, de los otros". El hecho de que hayan utilizado el espionaje "ofrecía el marco ideal para un policial, un desafío más porque el género es moderno y siempre es arbitrario ubicarlo en esa época. La idea de pintar una novela fue tomando forma y argumento poco a poco en El libro de los flamencos".

Las protagonistas de Las piadosas "por algún motivo que desconozco son las trillizas Legrand, dos hermosas y una tercera monstruosa pero la más genial, fuente de inspiración de muchos escritores". Invitado a los tradicionales almuerzos para hablar de El anatomista anticipó a la conductora el apellido de las protagonistas, hecho que fue bien recibido. Andahazi participaría de otro programa para hablar de la nueva obra pero fue "desinvitado" luego de que la conductora la leyera. "No creí que hubiera una alusión personal pero la releí, cosa que nunca hago, y aunque transcurre en 1816, sí, puede ser...". Las piadosas es una "gran sátira al género de terror, un libro bizarro que quizá sea el que mejor representa esta idea de desacralizar la literatura".

Empezó a escribir muy joven aunque dice que "hay que tener cierta edad" para hacerlo. La primera novela de juventud le demandó siete años. De la segunda, El oficio de los santos, extrajo lo más rescatable publicado como cuatro cuentos en El árbol de las tentaciones.

Uno de los grandes méritos de la literatura es que permite viajar. "No había estado en Italia pero conocía Florencia y Venecia a través de los libros y pude ambientar allí El Anatomista. Quien no ha leído no conoce y no puede disfrutar de lo que ve", consideró.

Con su entrañable colección de motos antiguas intenta hacer lo mismo que con sus obras literarias, rescatar del olvido. "Puliendo determinadas cosas, restaurando, se descubre la historia. Una vez salí en una moto del 47 y paré en un bar. Llegó un hombre buscando al dueño de la moto y me contó que era de él, sus viajes a Mendoza y Chile. Es fantástico resucitar lo que estuvo enterrado".

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