Sábado 21 de junio de 2003 | ||
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"Sexualmente hablando" |
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"Las exigencias de los militantes gay, que creían fundamental que el único gran dramaturgo de nuestro país se dedicara en sus obras exclusivamente a personajes y situaciones gay, no hicieron precisamente más felices los últimos años de la vida de Tennessee Williams. Me pareció admirable su respuesta a esta clase de obtuso fanatismo: "Por qué limitarse a una audiencia más exigua de la que tengo?". Tras décadas de ser atacado sin tregua por los heterosexuales, Williams había dejado de tener un gran público; sólo después de ser reestrenadas, tras su muerte en un desgraciado accidente, empezaron a tener éxito sus obras. Pero el sentir subyacente de sus críticos gay me parece siniestro. ¿Es la condición gay tan única e incomparable en cada aspecto de la vida, especialmente tal como se manifiesta en el arte, que merece la pena marginar otras formas de vivir y de amar? A sus críticos jamás se les ocurrió pensar que él no era como un Proust, que convertía a los homosexuales en heteros a fin de poder ser leído o representado. Tennessee sabía mucho más de la relación hombre-mujer que de la relación hombre-hombre (tuvo su primera aventura homosexual en el YMCA de Sloan Street, a mediados de los años veinte, después de haber servido mucho tiempo en territorio hetero). Sin embargo durante décadas, se suponía que cualquier escritor marica, sobre todo en el teatro, transmitía los valores de la familia al mostrar los horrores de la vida de los maricas mientras fingía escribir sobre heteros. A los lectores de inclinación morbosa les recomiendo el artículo de The New York Review of Books titulado "Albee Damned", escrito por el detestable homófobo Philip Roth. La confusión acerca de que existen dos bandos -uno bueno, heterosexual; otro malo, gay- no se resuelve invirtiendo los adjetivos. El mérito de un gran escritor como Tennessee es saber que sólo existe un bando, el humano, y lo demás es política. Durante años he tratado, con poca fortuna, de hacer tal declaración humana. Por desgracia los norteamericanos son tan retorcidos de nacimiento en sus actitudes sexuales y supersticiones que no acaba de entrarles en la cabeza esa realidad. Así y todo he seguido insistiendo en ello en mis ensayos a lo largo de los años. Escribí un artículo titulado "El sexo es política" y como iba a publicarse en un número aniversario de Playboy lleno de nombres ilustres, creí que con él podía ampliar mi público y dirigirme al mundo entero gracias a la tirada millonaria de la revista. Entonces vivía en Hollywood Hills. Por fin voy a provocar una reacción, pensé. Pero no hubo ninguna: ni una carta, ni una postal, ni un comentario de un amigo. Con el tiempo averigüé que sólo me habían leído dos personas. Uno era un guarda de seguridad entrado en años durante el estreno de una película de la Warner Brothers. Le había gustado el artículo. La otra era Eliane May, una vieja amiga. "¡Eres tan positivo!". Esto viniendo de una mujer que en una ocasión dijo: "Me quedo con un problema moral mucho antes que con uno real". Me emocionó tanto su elogio que olvidé preguntarle qué hacía leyendo Playboy". Gore Vidal Ravello, Italia, marzo de 1999 |
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