Miércoles 21 de mayo de 2003

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La menopausia demanda otra alimentación

  La personalidad sigue cambiando a los treinta y tantos...
 
  A pesar de lo que pudiera parecer, la personalidad de los individuos no está formada del todo al llegar a la treintena. Algunos de los cambios más significativos en nuestros rasgos característicos se producen a partir de ese umbral. Con la edad somos menos neuróticos, más conscientes, menos extrovertidos...
Los responsables de esta afirmación, que contradice una creencia largamente establecida, saben de lo que hablan a juzgar por las cifras que ponen sobre la mesa como aval. Sus resultados son el fruto de una investigación en la que participaron más de 132.515 adultos (estadounidenses y canadienses) con edades comprendidas entre los 21 y los 60 años, reclutados todos ellos a través de la Red.
Mediante un análisis de los llamados "cinco grandes" rasgos de personalidad -conciencia, agradabilidad, neuroticismo, franqueza y extraversión-, los investigadores de la Universidad de Berkeley (en California) llegaron a la conclusión de que algunos de los principales cambios de personalidad tienen lugar en los primeros años de la edad adulta; precisamente en la treintena, una cifra que hasta ahora se establecía como umbral para determinar si alguien estaba ya "hecho y derecho".
Por el contrario, con la edad nos volvemos más conscientes ("organizados, disciplinados", explican los científicos) y más agradables en el trato (es decir, más generosos, cálidos, serviciales...). En cuanto a las actitudes neuróticas, éstas se reducen significativamente a medida que las mujeres envejecen, mientras que no parece haber un cambio parecido en las neurosis masculinas, similares a los veinte y a los treinta (y a los cuarenta, y a los cincuenta...). Algo parecido apreciaron los expertos con el carácter extrovertido de los individuos: cada vez menor en las mujeres, invariable en los caballeros.
Este grupo de sociólogos y psicólogos considera que esto se debe a un aumento progresivo de la madurez, que hace que el ser humano se adapte cada vez mejor a su entorno. Estos descubrimientos contradicen una afirmación muy extendida que aseguraba que los rasgos de la personalidad estaban programados genéticamente para dejar de evolucionar al llegar a esa edad, en la que una persona pasa de ser "joven" a ser "adulto". De hecho, parece más lógico pensar, dicen los autores, que la personalidad cambia a lo largo de toda la vida, progresiva pero sistemáticamente. Incluso más allá de los treinta.
La personalidad humana, su desarrollo, su formación, son materias que han apasionado a los científicos desde tiempos inmemoriales. ¿Cuánto de genético hay en ello? ¿Hasta qué punto el entorno puede modificar nuestra forma de ser? La teoría de los cinco factores defiende que nuestros rasgos son exclusivamente genéticos, se desarrollan a lo largo de la infancia -aislados de la influencia del ambiente- hasta alcanzar su plena madurez en la edad adulta. Frente a ella, las teorías contextuales defienden un cambio constante durante toda la vida, según la influencia de las circunstancias.
En el punto medio, parece más lógico pensar que los diferentes roles sociales que se van ejerciendo a lo largo de la vida introducen matices en unos rasgos de personalidad definidos genéticamente. Empezar a trabajar, casarse o tener descendencia son algunas de las transiciones que contribuyen en la consolidación de nuestra identidad.
   
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