Lunes 19 de mayo de 2003
  Donde sobran las palabras
 

Bolsas de polietileno y pañales se mezclan con el hambre y la pobreza.

 
El basural de Plottier es la llave para la supervivencia de muchas familias pobres.
NEUQUEN (AN).- El olor obliga a mantener los labios apretados y empuja al ridículo intento de no respirar.
El hedor genera arcadas y de los ojos caen lágrimas furtivas e indisimulables.Las lágrimas dan vergüenza, igual que la miseria.
El cronista llama a una mujer joven y mugrienta que cubre a su bebé, de los ojos de las visitas y de las gotas finas que unas nubes también oscuras rocían sobre el basural de Plottier.
La madre mira y se escapa por sobre un cementerio de bolsas: se ubica en un lugar seguro, adonde no podrá llegar nadie que no esté dispuesto a hundirse en el blando colchón de porquerías que la gente tira y de las que ellos viven.
Los hombres parecen zombies, y con calculada indiferencia siguen revolviendo y revolviendo las bolsas grasientas. Allí, adentro de las bolsas, los restos de comida de mezclan con zapatillas viejas y sucias; con diarios que un hombre gorra negra y barba poblada examina al pasar como estudiando lo que ya pasó en un mundo demasiado lejano. "Basora, sitiada", se alcanza a leer. El cronista hace otra pregunta con rebote nulo, ni siquiera lo miran. El cirujeo sigue.
Los pañales descartados vuelan lejos: aparecen en cantidad y son los peores enemigos de los cirujas. Caen a unos tres o cuatro metros y hacia ellos van los perros que no ladran y que mueven la cola por compromiso.

Travesuras

En un escenario desolado y con un revoltijo en las tripas, una risa tierna se hace dueña del patético cuadro del basural. Es la de un chiquito que no tiene más de diez años. Le acaba de arrojar una pata de pollo a otro pibe que asoma debajo de las lonas con las que se cubren de la lluvia, fina como el llanto de los resignados.
Hay más risas porque a la travesura, a la guerras de patas, se suma otro pequeño (quizá de siete años) que sale de entre las bolsas, como si estuviera enterrado.
Los chicos que andan por allí dejan de reir y siguen con lo suyo, comen algo que parece pollo, y refriegan el dedo índice contra los costados y el fondo de una lata que pareciera ser de dulce.
Hay más arcadas, más lágrimas, muchas moscas y una fuga indecorosa.
En ese sitio donde sobran las palabras también hay vergüenzas, la propia y la ajena.

Rodolfo Chávez

   
    ® Copyright Río Negro Online - All rights reserved    
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación