Miércoles 14 de mayo de 2003

 

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Suspenso hasta hoy: Menem anunciaría su decisión de bajarse

  Desgarros
  Análisis
  Sólo dos cosas quitan el sueño a Carlos Menem: quedarse pelado y perder poder.
En relación a lo primero, luego de éxitos coyunturales, la batalla que entabló bajo la conducción de su coiffeur, "Tony" Cuozzo, se mantiene en un empate precario.
En lo concerniente a lo segundo, el poder político del ex presidente parece destinado a desgarros.
Construyó ese poder con voluntad asiática. Lo hizo de la mano de una formidable plasticidad para combinar audazmente lo que en teoría siempre fue antitético.
- ¿Menem?... Menem es capaz de hacer una reunión de gabinete en "Fechoría" - reflexionó años atrás el talentoso y hoy desaparecido Oscar Landi.
Menem es la simbiosis más atrevida de la convergencia de voluntad y heterodoxia que brinda la política argentina en por lo menos un siglo.
Ni la muerte trágica de su hijo le revolvió primero y le generó después la más mínima mudanza en su imaginario de hacedor de la historia.
Menem es un clásico animal de la política. Lo es entendiendo como tal el estar dirigido por un dictado genético muy primitivo en la prosecución de objetivos.
El animal para sobrevivir.
Menem, para usar y reproducir poder.
Su lógica para la acción política es no dejarse encorsetar a ninguna prescripción. Una lógica a la que adhiere con firmeza pétrea. El hace política atado a una única exigencia: lo que él desea.
Y no se permite jamás que esa cosmovisión de la política le instale tensiones éticas-morales.
Con maniático rigor de fundamentos, James Neilson opina que esta es la razón que le ha permitido a Menem superar dificultades que hubieran hundido a cualquier político contemporáneo.
Así dominó primero al peronismo.
Y luego captó por una década a una inmensa franja del resto.
Pero el poder de Menem está ahora en decadencia. ¿Por qué?
No se trataba de la segura derrota que le iba a infligir Néstor Kirchner si había ballottage. Es algo mucho más profundo.
Se trata de un creciente convencimiento que va ganando a los argentinos: el sistema político ya no puede seguir librado al espontaneísmo, ambigüedad y la heterodoxia ajena a toda racionalidad. Esto es lo que poda poder a Menem. El lo sabe.
Y responde con manotazos de ahogado.

Carlos Torrengo
   
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