Viernes 16 de mayo de 2003

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Kirchner marca límites y busca mayor adhesión para gobernar

  El último grito de Menem
 

Por Gabriel Rafart (*)

  Carlos Saúl Menem tomó una decisión que será expuesta a modo de un gesto de virtud pública y razonabilidad política, sin duda asumida bajo cavilaciones interesadas con sabor a un pasado heroico y futuro negado. Decidió evitar una segura y contundente derrota en las urnas al retirarse de la segunda ronda electoral. Su gesto es una muestra palpable no sólo del reconocimiento a la aversión ciudadana por una historia reciente sesgada de megalomanía y corrupción institucionalizada. Desde su último acto, el ex presidente también dio cuenta del fracaso de su principal artificio institucional: el ballottage pergeñado en la Constitución del "94. De hecho ni con este instrumento pudo resolver el principal clivaje de todo régimen político afincado en el personalismo: el de la sucesión o, en todo caso, el de su propia sucesión.
Llegó la hora de Néstor Kirchner y una oportunidad para romper con el pasado. Después del 25 de mayo, el nuevo presidente deberá afrontar un escenario donde aligere esa dudosa legitimidad de origen con un manto de legitimidad de ejercicio. Atender a esta nueva fórmula, a este tipo de legitimidad, implica encarar rápidamente algo más que un maquillaje institucional.
Paradójicamente el presidente "patagónico" cuenta con un escenario propicio para avanzar en acciones que rompan con un presente institucional de baja densidad. Su agenda debería contar con una convocatoria prolija pero urgente a la renovación de todos los campos que sean capaces de asumir la co-responsabilidad en las decisiones de políticas que interesan a todos. El llamado a elecciones para renovar la totalidad de las bancas del Congreso Nacional se impone como necesidad estratégica si se le quiere dar a la institucionalidad política un grado de densidad mayor al heredado. Junto con esa convocatoria, plebiscitar la posibilidad de pensar en una nueva Corte Suprema de Justicia sería parte de esa agenda de medidas plausibles.
Construir un nuevo esquema parlamentario se impone en tanto las recientes elecciones dieron cuenta de un novedoso escenario de opiniones políticas. Esas voces deben consagrarse en posiciones parlamentarias dentro del centenario edificio de Entre Ríos y Rivadavia. Es que el último acto electoral expuso una pléyade de opiniones que, de acuerdo con sus definiciones de campañas y algunas con su pasado de denuncias, apuntaban a revitalizar la vida política dentro de patrones de moralidad pública a prueba de actos de venalidad. No deben dilatarse los tiempos para saber si esos nuevos actores políticos están dispuestos a llevar a cabo esos designios.
Kirchner cuenta con otras variables a su favor si está dispuesto a revisar la precariedad institucional existente. La más importante de todas ellas es el estado del principal partido electoral de la Argentina. La retirada anticipada de Menem y su discurso inflado de ataques hacia el presidente de estas últimas horas, coloca a ambos en la obligación de un retiro a cuarteles de invierno. De hecho ambos ganaron y perdieron en este su último acto político, pero también es cierto que los dos se enfrascaron en un combate donde ni uno pudo ganar la presidencia ni el otro pudo construir un candidato a su entera medida. La precariedad política del resto de los caudillos peronistas, como el gobernador de Córdoba y por efectos de una naturaleza indómita, del de Santa Fe, así como también del puntano Rodríguez Saá coloca al Partido Justicialista en una situación inédita. Fragmentado el peronismo, incapaz en el corto y posiblemente en el mediano plazo de imponer un liderazgo indiscutido, está colocado como una fuerza política sin la legitimidad mayoritaria que supo mostrar con soberbia durante su larga historia.
Otra variable significativa para darle oportunidad a una institucionalización razonable está dada por la inédita relación establecida entre economía y política que, en la Argentina, supo vivirse siempre en clave bélica. Hoy parece que hasta esos poderes de los mercados se han visto obligados a entenderse desde el apaciguamiento de sus expectativas corporativas. Prueba de ello son las definiciones públicas sobre el fracaso del mercado privado de fondos jubilatorios, joya en otros tiempos junto con las empresas privatizadas, de un capitalismo que proyectaba a cada ciudadano propietario de esos fondos como un inversionista racional.
La Argentina siempre fue vista como un país cargado de incertidumbres por su institucionalidad precaria. El derrotero reciente de los últimos dieciocho meses informó hasta el hartazgo de un escenario mucho más crítico al arribado. La retirada de Menem del ballottage podría pensarse en clave de riesgo institucional, pero también en términos de oportunidad en vista de una nueva historia política. Seguramente habrá ruidos, el ex presidente no querrá alejarse de posiciones de poder en tanto animal político que se precia. Pero también gran parte de la ciudadanía tendrá ante su vista el recuerdo de sus últimos arreglos publicitarios donde desde gritos de furia se lo llamaba para hacerse cargo de los destinos del país. Ni esa furia vociferada pudo dar cuenta de lo irreversible de su hora final.


(*) Profesor regular de Derecho Político II de la UNC.
     
     
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