Viernes 21 de marzo de 2003
 

Bagdad vive en los ratos libres que dejan las bombas

 

La gente intenta mantener su vida cotidiana pese al peligro. El temor a un ataque masivo es palpable, pero prometen resistir.

 
Los hospitales de Irak comenzaron a recibir ayer a las primeras víctimas de los bombardeos aliados.
BAGDAD. -Bagdad era ayer una ciudad casi muerta, con una población que sólo salió de sus casas para hacer las actividades mínimas e indispensables. En las calles se veía a los milicianos del partido Baas, numerosos en cada encrucijada. Por la noche, varios edificios aún estaban en llamas, a consecuencia de uno de los numerosos raids aéreos realizados por las fuerzas aliadas.
Las sirenas de la capital resonaron ayer varias veces en la madrugada y al anochecer. El cielo se iluminó de repente con los tiros de la defensa antiaérea. Poco después se escucharon explosiones en la periferia de esta ciudad de cinco millones de habitantes. Los disparos no afectaron el centro y aparentemente tuvieron por blanco la periferia sur y sudeste de la ciudad, donde se encontraban edificios de gobierno o búnkers de la dirigencia iraquí. (ver aparte)
Durante el día, en la arteria comercial Saadún, miembros del partido Baas en uniforme verde oliva, algunos con cascos y fusiles de asalto, controlan los cruces junto a los policías uniformados de azul, parapetados detrás de sacos de arena.
Algunos aprovecharon la pausa en el bombardeo para salir y hacer compras en panaderías, comercios de alimentos y farmacias. En las calles, además de soldados, también podían verse comerciantes y algunos niños jugando al fútbol.
Es que estar en guerra es algo ya habitual para muchos iraquíes.
"Habitualmente abro a las 10, pero hoy vine a las 6.30, inmediatamente después de los bombardeos", afirma Salmán, que vende bolsos. "Dios me ha recompensado, vendí tres esta mañana", agrega.
Sameh Mohammad, de 10 años, estaba comprando golosinas durante un paréntesis de la guerra "Mis papás me dijeron que ellos (los aviones estadounidenses) regresarán a la noche y que tenemos que volver al refugio", dijo el niño, feliz de tener su provisión de chocolate para la noche.
Nacido después de la Guerra del Golfo en 1991, Sameh relató su primera experiencia de guerra.
"Mis papás me despertaron cuando empezaron a sonar las sirenas y me llevaron al refugio. Escuché el bombardeo y los ataques aéreos. Todos en el edificio bajamos (...). Estaba asustado. Mis papás me decían "no tengas miedo, ellos van a atacar y se van a ir y nada nos sucederá", dijo el niño. "Pero si un misil cae cerca, todo nuestro edificio se va a derrumbar", dijo señalando el viejo edificio donde vive .
Pero la mayoría sabe que los bombardeos masivos se producirán después. "Esto no es nada, ustedes verán dentro de poco lo que son capaces de hacer contra nosotros", afirma un anciano.
Muchos iraquíes estaban aún en la cama cuando Estados Unidos comenzó la guerra para derrocar al presidente Saddam Hussein, pero otros estaban en las mezquitas. "Estábamos rezando cuando escuchamos el bombardeo. Todos empezaron a gritar "Allahu Akbar" (Dios es lo más grande). (...)
"Rezamos para que nuestro país y nuestra gente esté a salvo e insultamos al mugroso Bush", dijo Abu Ahmed, un conducto, mientras esperaba clientes deseosos de huir a Jordania.
"No nos asustan no lograrán atemorizarnos", dijo Ahmed, de 50 años. (AFP-Reuters)

Varios edificios en llamas

Al menos cuatro personas murieron en los bombardeos que se produjeron durante la jornada de ayer en Bagdad.
Misiles estadounidenses tipo crucero impactaron el palacio del presidente iraquí Saddam Hussein en Bagdad el jueves en la noche, durante un ataque que provocó grandes explosiones y dejó edificios en llamas en la capital iraquí.
Los misiles impactaron el principal palacio de Hussein, ubicado en la costa del río Tigris, en el centro de Bagdad.
Varios misiles impactaron en otra de las residencias de Hussein. Hubo un incendio en los alrededores del Ministerio de Planificación iraquí, en el centro de Bagdad, y otros tantos se registraron en el sudeste de la ciudad. En uno de los edificios del gobierno en llamas están las oficinas del viceprimer ministro, Tareq Aziz. La ribera occidental del Tigris, que atraviesa la ciudad, estaba cubierta de humo.

Comienza el éxodo a países vecinos: otros huyen a las montañas

Amman y Ginebra (Télam-SNI).- El responsable regional de la Federación Internacional de la Cruz Roja y Medialuna, Christer Aguist, dijo ayer en Amman que el primer grupo de refugiados llegados a Jordania son 25 sudaneses, el que llegó ayer a la frontera a 360 kilómetros de Amman. "Otros 200 refugiados esperan en la frontera para entrar a Jordania", agregó la misma fuente que precisó también que este país aguarda alrededor de 60 mil personas en busca de refugio.
Los refugiados son recibidos por la Federación que está instalando uno campo en medio del desierto, a 60 kilómetros de la frontera. Otro campo está previsto en Jordania y será administrado por el Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU (ACNUR).
Por su parte, el ACNUR, con sede en Ginebra llamó ayer a los países limítrofes con Irak para que dejen abiertas sus fronteras para permitir el paso de los eventuales refugiados. El ACNUR advirtió que no cuenta con los fondos suficientes para los planes de contigencia de la guerra
"Ya gastamos 28 millones de dólares, y sólo recibimos 21 millones, de los al menos 60 millones que necesitamos", dijo a Télam Peter Kessler, vocero del ACNUR en un campamento de refugiados en la frontera entre Jordania e Irak. "La situación por ahora está tranquila, pero podría empeorar rápidamente", dijo.
Por su partes, Irán y Turquía cerraron sus fronteras con el Kurdistán iraquí y obligaron a regresar a varias familias de refugiados kurdos iraquíes, indicó la agencia oficial Irna.
Por otra parte, sin dinero para escapar y sin un sitio seguro donde esconderse, decenas de kurdos en Irak buscaron refugio el jueves en cuevas en la tierra de nadie, ubicada entre los frentes kurdos e iraquíes, para protegerse de los proyectiles durante la guerra. La mayoría huyó a ciudades en el norte de Irak y a las montañas, muchos de ellos por temor de que se repitan los ataques con bombas químicas que el presidente iraquí, Saddam Hussein, realizó en 1988 contra los kurdos, causando la muerte de miles de personas, particularmente en el poblado de Halabja. "No tenemos automóviles ni dinero, no tenemos nada. ¿Cómo podemos ir a algún sitio?", dijo un hombre que cargaba sacos de ropa hacia una cueva.
   
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