Lunes 3 de marzo de 2003
 

Un triunfo y una derrota bien ganados

 

Análisis

  El triunfo de Quiroga brilla con brillo propio. Jugó sus cartas a lo largo de
Quiroga se estrechó en un abrazo con el titular del justicialismo, Sergio Gallia, su aliado en Unión por Neuquén.
tres años con paciencia de artesano. Supo usar mejor sus propios recursos y servirse de los errores del adversario, y le ganó al aparato.
La derrota del MPN le pertenecea Sobisch. El creó el escenario y fue sumando uno tras otro los errores que la hicieron posible.
En su galope al poder, fue Sobisch quien elaboró la utopía de "recuperar la capital para el MPN" y sacó a Federico Brollo de su cargo de vicepresidente primero de la Legislatura para convertirlo en candidato.
También fue el gobernador quien alentó la larga pulseada para arrastrar a Quiroga a su propio juego, y terminó arrastrado.
Es curioso, el largo derrape de Sobisch fue paralelo a su increíble buena estrella. Mientras el país vivía una hecatombre, la provincia vio multiplicados sus ingresos por efectos de la devaluación y del crecimiento sostenido del valor del petróleo.
Pero, mientras las regalías crecían y crecían Sobisch, cada vez más a sus anchas, no dejó desliz por cometer. Inventó la alianza con los partidos provinciales que terminaría de catapultarlo al ansiado escenario nacional. Pero sólo logró crear la primera fisura con su principal socio político, el vicegobernador Jorge Sapag.
Se lanzó someter el Poder Judicial con sus ternas de amigos para el Tribunal Superior. Pero desencadenó un fuerte rechazo en la oposición, las fuerzas vivas y la propia justicia. Sobisch no lo advirtió, y el resultado fue una fractura del bloque del MPN que le impidió concretar su designio.
Paralelamente, estalló el escándalo de los subsidios de Centenario, que puso ante los ojos de todo el mundo la matriz corrupta y delictiva del clientelismo oficial.
Faltaba un final a toda orquesta y Sobisch lo consiguió con el escándalo de las cámaras ocultas, que dio cuenta de su presunto intento de coimear al diputado Taylor para que votara las ternas. La consecuencia fue la caída de su imagen y la toma de distancia pública del vicegobernador, llevando la relación a un punto de no retorno.
Al menosprecio de Sobisch por los efectos de sus desplantes, se sumó una campaña clientelista desenfrenada, que involucró un claro menosprecio por la inteligencia de la gente común. El colmo fue la restitución, sin reparar en las consecuencias para las arcas públicas, del 20% de zona a los estatales, en un intento supremo de torcer lo que ya se presentaba en todas las encuestas como una casi segura derrota.
No conforme con esto, Sobisch se puso al frente de la campaña, dando por descontado que su supuesto prestigio alcanzaría para torcer la suerte a favor de Brollo. Pero no fue así. La derrota de éste no lo deja indemne sino todo lo contrario. Es su propia derrota, e inevitablemente tendrá consecuencias para su futuro político. La primera y más ostensible es el fin de su hegemonía en el MPN, como ratifica el surgimiento de una nueva corriente interna, anunciado anoche por Luz Sapag.
Así como Sobisch se ganó la derrota, Quiroga se ganó el triunfo. No sólo por lo que hizo bien, también porque supo colocarse como alternativa eficaz para la gente, que encontró en su figura el expediente para castigar a un modelo insolente y autoritario.

Héctor Mauriño
vasco@rionegro.com.ar

   
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