Sábado 29 de marzo de 2003
 

El complot Nazi en la Patagonia

 

La puesta en marcha de un proyecto de integración de Río Negro y Neuquén y rumores acerca de la existencia de un movimiento secesionista de la Patagonia, volvieron a colocar a esta región en el centro de la polémica. Lo cierto es que no es la primera vez que la Argentina es pensada como un país dispuesto a fragmentarse, ni que sea la Patagonia un espacio que cabe en algún sueño independentista. A lo largo de la historia, con llamativa frecuencia, se instaló la sospecha de algún complot ideado para separar el triángulo austral del resto del país. Hace unos 60 años se vivió una situación similar. Fue en tiempos en que Hitler se lanzó a la conquista del mundo. En 1939, la prensa denunció un proyecto de presunta ocupación nazi de la región. El hecho, conocido como "causa Müller", llegó a la Justicia, pero se comprobó que los rumores respondían a un argumento servil utilizado como parte de la estrategia bélica.

  Todo comenzó con una publicación aparecida en un diario brasileño hacia 1939. Entonces, Adolf Hitler ya había mostrado sus garras y el fuego de la primera guerra no se apagaba en el corazón de muchos alemanes que se sentían humillados por la derrota. El temor a una nueva guerra planetaria se encarnaba como una profecía autocumplida, mientras el Führer avanzaba, imaginando un imperio que -según el diario brasileño- se extendería hasta el último confín austral, la Patagonia. El periódico en cuestión daba cuenta de la existencia de un documento secreto fechado en 1937 que aseveraba que los complotados habían suministrado a Berlín datos económicos de valor estratégico aportados por la Cámara Alemana de Comercio, bancos alemanes, inmigrantes de ese origen y el apoyo de separatistas locales.
El dato, de por sí sugestivo en un contexto de inminente guerra mundial ante el avance del nacionalsocialismo alemán, desató una tormenta entre dirigentes, diplomáticos, intelectuales, prensa, magistrados, nacionalistas vernáculos, pobladores del sur y espías que llegaron a montones al país para constatar la información.
Así, en 1939, los rumores de un complot nazi sobre el sur argentino tomaron vuelo y se cargaron de dramatismo. Trascendió que el presidente Roberto M. Ortiz recibió los documentos en el mayor de los secretos y éstos fueron filtrados. Ante los crecientes temores denunciados por la prensa, el gobierno "inició" una investigación, la Justicia abrió una causa, Hitler se vio obligado a desmentir la información calificándola de "ridícula" y EE. UU. e Inglaterra atesoraron pruebas que definieron el mapa del conflicto.
¿Los nazis querían quedarse con la Patagonia?, se repetía una sorprendida opinión pública. ¿Y por qué no con la Pampa Húmeda o con el Litoral? Esta pregunta no es secundaria. Con llamativa frecuencia este territorio aparece como espacio de conquista. Pensemos que recién se incorporó oficialmente al mapa argentino a mediados del siglo XIX. Antes, se insinuaba como "tierra de nadie". Aunque no como una nada. El mito de la "Ciudad de los Césares" había despertado en el pasado la sospecha de que aquí existía algún tesoro oculto, riquezas por explotar y el sur se mostraba como uno de los pocos espacios del mundo que quedaban por conquistar. Así llegaron exploradores, científicos, inmigrantes -como los hombres de Gales que arribaron a Chubut munidos de su propia Constitución, autoridades y moneda, y hasta hubo un Rey que decretó que la Patagonia era suya. Así es que desde hace siglos esta parte del mundo ha sido deseada, codiciada, conquistada y disputada por sus riquezas reales e imaginarias.
De este modo, la alerta dada por la prensa cobraba la dimensión de lo verosímil. Era real el avance del nacionalsocialismo a paso desafiante y la Patagonia constituía una geografía conflictiva. Tenía extensiones enormes de suelo deshabitado, también estaba llena de colonos -muchos de ellos alemanes- y enormes potencialidades. Tampoco era falso que los habitantes del sur expresaban su malestar por sentirse ciudadanos de segunda, huérfanos del poder central y carentes de derechos políticos. El complot también se había alimentado en la actividad de la Junta Central Pro-Autonomía de los Territorios, cuyo presidente afirmaba que un agente alemán lo había citado en Chile para ofrecerle todo el apoyo de Adolf Hitler para crear "Los Estados Totalitarios del Sur", uniendo el sur de la Argentina y Chile.
   
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