Sábado 8 de marzo de 2003

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Cantar la vida

 

De pantalones bordados y guitarreadas sin tiempo

 

Ricardo La Sala es, a sus cuarenta y tantos años, uno de los más destacados intérpretes de la Patagonia. En esta entrevista cuenta su historia donde, a su vez, otros artistas son contados.

  Parece ayer cuando cantaba, vestido con un pantalón bordado color turquesa traído del Paraguay, con otros amigos en "Demián" un local roquense donde hoy funciona una heladería. Ahí estaban el Chiqui, el campeón de malambo Naldo Pérez, Luis Cide, el "Sapo" Benítez, Omar "Barrabás" Ruiz, "Germinación Trío" y tantos más.
Hacía tiempo que debíamos esta historia, la de un cantante que transfiere energía y logra que las noches de recital se vayan rumbeando suavecitas. Finalmente todo llega. Y arrancamos así, por el comienzo.
- Debo haber sido el único de una familia, una familia grande, que amando la música hizo algo con la música. Un tío mío que fue violinista y cantaba muy bien armó un trío que se llamó "Las voces del Valle". Después él fue escribano. Era zurdo y le llevaba a mi abuela gallinas, conejos, pavos, huevos. Terminó dejándole la escribanía a otra persona y él se fue a militar a Buenos Aires, donde fue preso político y asesinado. En realidad se suicidó, se ahorcó por salvar a su familia. A los siete comencé a estudiar guitarra. A las pibas se las mandaba a corte y confección y los varones a la ENET o a guitarra. Empecé a los 7 con un profesor que había sido trabajador del petróleo muy rústico y muy buena gente. Su vida pasaba entre las clases de guitarra a domicilio, don Sandalio Lisarde. Recuerdo que lo odiaba porque él venía justo a la hora en la que yo quería salir con mis amigos. A la cuatro, puntual.
- ¿A esa edad le encontrabas sentido a clases de guitarra?
- No en lo absoluto. En el tercer año de guitarra yo tenía 10 años. Le pedía llorando a mi viejo que me dejara abandonar. Pero yo cubría sus frustraciones.
- ¿A qué edad empezaste a cantar?
- A los cuatro años. Y en la escuela me agarraron de punta para los actos, don Nicasio Soria era el director. En todos los actos escolares aparecía con un micrófono medio huevo. "La Sala va a tener que actuar y hacer los números" (lo dice con voz solemne). Yo no me podía negar, ¡era uno de los artistas incipientes del barrio!
- ¿En qué momento te diste cuenta de que eras cantante?
- A los quince años. Fue cuando me uní a la agrupación "Hueney". Eran un montón de cantantes que hacían música y demás. El "Sapo" Benítez, Chiqui Pereyra, Barrabás, Hugo Villegas, éramos once en total. Con múltiples estilos musicales. Andábamos de un lado para el otro, en los pubs, en las confiterías. No recuerdo momentos de diversión donde no estuviera esa guitarra o la música. La música además fue un refugio para mi.
- ¿Qué cantabas en tus principios?
- Al principio cantaba música progresiva. Aunque a los 12 años -yo ya tenía un equipo a válvula y luego mi tío me regaló una guitarra eléctrica- con Luis Cide hicimos la primera actuación juntos en la escuela Romagnoli. Hicimos "Salta mi pequeña langosta". Esa escuela la hizo mi abuelo que era constructor. Luis tenía 14 años. Ahí me puse de novio por primera vez. Fue un recital fundacional. La directora de la escuela nos contrató, la señora de Mendoza. No nos pagó nunca. Me dio un odio tan grande. Luis tocaba música progresiva y yo lo admiraba. Cuando empecé a salir con este grupo, gente más grande que yo, ahí comencé a conocer el folclore. Me comencé a enamorar y a cantar baladas y canciones románticas. Porque básicamente eso soy yo, un enamoradizo perdido.
- Aquella novia fue tu primera fan supongo.
- No, no era una fan y a la semana ya me cortó.
- ¿Cómo sigue tu carrera después de estos años jóvenes?
- A los 15 me metí con esta agrupación y comenzamos a actuar profesionalmente. Cantábamos tango, chacarera, hacíamos humor. Era tal la movida que dijimos ¿por qué no lo usufructuamos y armamos una agrupación? "Hueney" significa amigos. Con una Rambler que nos regalaron íbamos de gira de Bahía Blanca a Bariloche.
- Luego llega tu etapa de mayor aprendizaje.
- Sí, luego llega una etapa con gente como José Luis Bollea. Armamos el Grupo Vocal de Casa de la Cultura, cantando "negro spiritual". Era la época cuando a Casa de la Cultura la dirigía Tilo Rajneri. El "Gordo" Bollea fue una bisagra artística y humana para mí. Era y es un tipo muy sólido. Otros momentos fundamentales en mi vida fueron "Sanampay" junto a Naldo (Labrín) y la cantata "Sheypuquin y Juan".
- ¿Nunca te preguntaste qué estoy haciendo con mi vida?
- Sí, claro pero era muy difícil respondérmelo. A los 21 años me tuve que hacer cargo de un quilombo muy groso económico de mi padre y para mí fue una tortura. A partir de ahí comencé un período de oscuridad. En esa época me aferré mucho a mi pareja, Miriam (López) -periodista y profesora de periodismo de la Universidad del Comahue-.
- ¿Cuándo encontraste ese momento de madurez musical?
- Me siento realmente profesional y maduro recién desde hace tres años. A pesar de que sé que he hecho cosas profesionales antes. Pero ahora entendí qué soy y qué estoy haciendo con la música. Ahora me permito hacer cosas y disfrutarlas.
- Llegamos a tus proyectos de hoy, el tango y Sanampay.
- El proyecto de "El Faso" tiene que ver con mi madurez y con algo que necesitaba armar para mostrar otras cosas de mi personalidad. "El Faso" es un proyecto personal. Es como un hijo. Veo que los músicos con los que toco son capaces conservar la esencia del tango y permitirse modernidades y arreglos que refrescan esta música.
- ¿Y el regreso de Sanampay?
- Han sido meses de mucho trabajo junto a Naldo Labrín y los otros integrantes del grupo. En Sanampay se trabaja con seriedad. En lo musical, en lo relacionado con la investigación histórica. Hay sueños y perspectivas.
- ¿Cómo ha sido ser un cantante del sur?
- No fue una tarea dura. Siempre fue un placer cantar. Tengo otros medios para ganarme el pan. Y esto también puedo considerarlo una bendición. Me ha dado un grado distinto de libertad. La independencia me sirvió para crear y aprender.

Claudio Andrade

El goce del tango

- Tienes una vinculación fuerte con el folclore romántico.
-Si, pero con el folclore romántico y bueno, no el más obvio. Y debe ser por mis características personales. A eso se le suman mis condiciones vocales. Mi garganta es una garganta chiquita. Yo me sentía más cómodo cantando balada y folclore romántico. En eso me ayudó José Luis Bollea, a elegir lo mejor de ese folclore romántico y a comprender por qué era mejor, por este y este motivo.
Cuando vos hablás del amor citando lugares comunes para mi eso no es lo mejor, por ejemplo. Lo mejor es cuando una canción despierta emociones por la poesía con que se armó. Pienso en Joan Manuel Serrat y en la altura con que dice las cosas. A partir de los 20 y tantos comienzo a hacer música en serio. Y después me sumé a Sanampay. Creo que en ese momento comencé a crecer como intérprete, desde el punto de vista de entender lo que estás cantando.
- ¿Cómo se estableció tu relación con el tango?
- En mi casa siempre se cantó tango. Y por más que no sabía bien las letras, sí reconocía las melodías de haberlas escuchado allí. Fue como un desafío ¿a ver cómo es cantar tangos? Es gozar también. Ahora estoy seleccionando. En general muchas letras no me dan vuelta la cabeza pero ya puedo entenderlas porque a los 45 años he vivido bastante cosas. No creo que me identifique plenamente con el tango pero lo hago porque lo disfruto.

   
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