Martes 25 de junio de 2002

 

La violencia de la cancha continuó en el barrio hasta la madrugada

 

Descomunal batahola en Ciudad Industrial. Los hinchas se enfrentaron con la policía.

  NEUQUEN (AN).- La violencia que se vivió el domingo a la tarde durante el partido de fútbol entre Maronese y San Cayetano se prolongó a la noche en el barrio Ciudad Industrial. Aunque las versiones sobre quién arrojó la primera piedra son contradictorias, entre las 22 y las 3 de la madrugada de ayer hubo una batahola descomunal en la que se enfrentaron hinchas y policías que ya en la cancha se habían mostrado los dientes. El saldo: un centenar de escopetazos de goma disparados, varios gases lacrimógenos, un herido de bala en una pierna, cuatro efectivos lesionados y una docena de automóviles destruidos.
Los enfrentamientos pudieron terminar en una catástrofe. Dos familias tuvieron que abandonar sus viviendas para no asfixiarse con los gases, y en determinado momento alguien cortó el cable que suministra electricidad a la comisaría, el cual cayó sobre una reja y la electrizó.
Una pelea de semejante magnitud no se vivía en el barrio desde enero pasado, cuando la Policía desalojó violentamente a un grupo de desocupados que cortaban la multitrocha.
Esta vez el enfrentamiento fue la secuela de los graves incidentes que el domingo a la tarde se produjeron en la cancha de fútbol del club Maronese, donde el local se enfrentó con San Cayetano -el club que defiende los colores de Ciudad Industrial- por la última fecha del campeonato oficial.
Al término de ese encuentro hubo incidentes entre las hinchadas que la policía provincial reprimió utilizando gases lacrimógenos y balas de goma, tal como se informó ayer (ver más información en las páginas de la sección Deportes).
La hinchada de San Cayetano regresó al barrio y un grupo de entre 20 y 30 jóvenes, entre los que había también algunos de los jugadores del plantel, se reunió en la plaza.
Allí empezó la confusión. De acuerdo con algunos vecinos, la policía se presentó en el lugar y los intimó a que se retiraran. Los jóvenes se negaron y los reprimieron. En esa refriega resultó herido Cristian Martínez (ver aparte).
La versión policial es distinta. El jefe de la unidad 20, comisario Guillermo Salazar, dijo que un vecino del barrio pidió auxilio porque estaban pateando la puerta de su vivienda. Cuando una patrulla fue a ver qué sucedía los recibieron a piedrazos, y allí comenzó la batalla.
En cuanto a la herida de Martínez, la policía dijo que la sufrió a la tarde en la cancha, y no a la noche en el barrio.
Las huellas de cuatro horas de enfrentamiento se podían rastrear ayer fácilmente en las calles de Ciudad Industrial: cartuchos de gases lacrimógenos, perdigones de balas de goma, piedras, autos rotos, y cápsulas de balas, eran los restos que quedaban sobre el asfalto.

La primera piedra

Según el comisario Salazar, alrededor de las 22 del domingo un grupo de efectivos de la comisaría se presentaron en un departamento ubicado en la calle 6 y peatonal 24 del barrio, luego de recibir una denuncia telefónica del propietario quien aseguró que estaban atacando su vivienda.
El denunciante, también miembro de la policía, habría tenido un enfrentamiento con integrantes de la hinchada de San Cayetano durante el partido de fútbol. Se cree que por ese motivo los jóvenes lo habrían ido a buscar.
"Al presentarse el personal policial en el lugar del hecho se constató la veracidad de la denuncia, pero no pudieron intervenir debido a la agresión que sufrieron por parte de los jóvenes que estaban en el lugar", indicó el comisario. Los cuatro policías "debieron replegarse hasta la comisaría mientras este grupo de personas corría detrás de ellos arrojando piedras y todo tipo de elementos contundentes", agregó.
"Ante esta situación decidimos pedir los refuerzos necesarios para dispersar a los agresores", explicó Salazar. El lugar se llenó de patrulleros y efectivos de las comisarías Primera, Tercera, Cuarta y 18. Acudió además el grupo de choque de la Policía Metropolitana.
Las corridas y enfrentamientos se prolongaron hasta las 3 de la madrugada. Policías y revoltosos protagonizaron escaramuzas en las estrechas callejuelas, ganando posiciones y perdiéndolas a fuerza de proyectiles: piedras de un lado, balas de goma y gases lacrimógenos del otro.
Los jóvenes del barrio llegaron a estar cerca de copar la comisaría, destrozaron los vehículos que muchos vecinos estacionan en el predio policial para tener mayor seguridad y rompieron algunos vidrios de la unidad.
El momento dramático se dio cerca de la medianoche, cuando alguien cortó el cable que suministra energía eléctrica a la comisaría. Según se informó, el cable cayó sobre una reja y la electrizó.
En el otro extremo, algunos vecinos tuvieron que abandonar sus viviendas afectados por los gases lacrimógenos.
La situación se calmó a la madrugada, cuando el accionar policial hizo replegar a los más revoltosos.

"Me dispararon desde atrás", dijo el herido de bala

NEUQUEN (AN).- Faltaban quince minutos para las diez de las noche. Nicolás Martínez, el hermano mayor de Cristian, que trabaja en el club San Cayetano como preparador físico de las inferiores y además juega en la primera división, estaba cenando en la casa de su tía a 30 metros de la plaza donde se produjeron los enfrentamientos.
"Escuché el ruido de disparos y salí corriendo a la plaza porque sabía que mi hermano estaba ahí", contó Nicolás. "Todos los domingos después de los partidos se juntan en ese lugar y se quedan hasta tarde tomando algo y cantando, total con los vecinos está todo bien, no hacen problemas", relató a "Río Negro".
"Cuando salí a la calle vi que todos los pibes corrían. Llegué a la plaza, no quedaba nadie, así que volví a mi casa". Al ingresar a su habitación "lo vi a mi hermano sentado en el piso y con todo el pantalón manchado con sangre; lo agarramos y lo llevamos al hospital en el auto de mi tío", explicó Nicolás.
Según los dichos de Cristian, que juega en la cuarta división del club, y de jóvenes que estaban en el lugar de los hechos, los enfrentamientos se originaron porque los efectivos de la policía intimaron a los jóvenes para que abandonen la plaza. Ellos se negaron, se produjo una discusión que derivó en un intercambio de insultos, y la policía comenzó a disparar tiros al aire.
Inmediatamente se produjeron las corridas y un proyectil impactó en la pierna derecha de Cristian. Cuando sus amigos se enteraron, decidieron juntarse e ir hacia la comisaría donde estaba el supuesto responsable de la herida que recibió el joven de 21 años.
"Me dispararon de atrás", contó Cristian a este medio desde su cama en el hospital Castro Rendón, donde está internado fuera de peligro. "Yo salí corriendo y de golpe sentí el impacto en la pierna y por suerte pude llegar hasta mi casa".
En tanto Walter Fuentealba coincidió con el joven herido y aseguró que la policía inició los incidentes. "Estábamos tranquilos y la policía vino a hacer bardo; la gente reaccionó mal cuando se enteró que habían herido de un balazo en la pierna a uno de los pibes del club", explicó.
Asimismo, muchos vecinos del barrio se quejaron por los efectos de los gases lacrimógenos que los obligaron a interrumpir su sueño para atender a sus hijos sofocados.
Graciela Pagliaro vive a seis cuadras de donde se registraron los enfrentamientos, y debió levantarse para atender a sus dos hijos. "Los dos son asmáticos y tuve que quedarme toda la noche haciéndoles nebulizaciones y dándole medicamentos", explicó. "Cerca de las diez llamé a la ambulancia para que lleven a los chicos al hospital y todavía estoy esperando", se quejó ayer a la mañana.

La isla del dolor

NEUQUEN (AN).- Construido a contramano de la más elemental lógica urbana, aislado de la ciudad, y con una tasa de desocupación altísima, el barrio Ciudad Industrial Jaime de Nevares es un gigante en el que viven 7.000 personas a las que les duele la violencia.
Con tristeza, se han resignado a salir en los diarios por las malas noticias antes que por los esfuerzos que realizan para contener a tantos destinos frustrados que recorren a diario sus estrechas callejuelas, y viven en departamentos que pocos se interesan en comprar cuando los ponen en venta.
De acuerdo con un relevamiento realizado a fines del año pasado, el 25 por ciento de los vecinos en condiciones de trabajar están desocupados. Así, el laborioso nombre de Ciudad Industrial parece una burla cruel.
Separado del resto de la ciudad, derrumbado al borde de una multitrocha surcada a toda velocidad por automovilistas que nunca disminuyen la velocidad, el barrio siente el aislamiento. No hay prácticamente actividades de contención para sus jóvenes, que sin dinero para pagarse el viaje en colectivo hasta el centro -en los horarios en que el trasporte público se atreve a ingresar- se quedan en la esquina sin saber qué hacer con tanto tiempo vacío en sus manos.
Pese a la realidad explosiva que contiene, el Parque tuvo un período de calma que ayer se rompió. Incluso en los últimos meses las estadísticas policiales le mostraron un rostro favorable: descendió la tasa de criminalidad respecto del año pasado.
Ayer todo volvió a desbordarse. Poco importa quién arrojó esta vez la primera piedra: el caldo espeso que provocó los enfrentamientos se viene cocinando desde hace años.

   
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