Domingo 10 de marzo de 2002

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Encontraron los restos de un reptil marino del período Cretácico

 

Una piedra para el cenicero

 
  TRAHUNCURA (enviado especial).- Los cerros de este paraje tienen pocos verdes y muchas piedras; o toscas, como prefiere llamarlas el criancero Hugo Jara. En esas piedras negras, marmoladas y grises, las chivas resbalan de lo lindo y más de una patinada termina en porrazo.
Hugo Jara, de 17 años, reniega cuando los animales escapan hacia esos pedreríos en vez de permanecer en las pasturas bajas.
Trahuncura -ubicado a 60 kilómetros de Loncopué- es una tierra de silencios, donde vive gente de gestos puros. Es un lugar que parece perdido en el tiempo donde los mapuches y los criollos respetan buenas costumbres y hacen culto a las tradiciones. Trahuncura es, en definitiva, un lugar de misterios.
Lo mismo que la mayoría de los puestos y parajes que salpican el mapa de este pedazo del norte neuquino.
Hace un par de años, escalando esos cerros chatos, varilla en mano el pibe de entonces movió una piedra con forma de discos y concavidades en las dos caras. Ideales para un cenicero, pensó el chico antes de levantarla.
Era una piedra rara, de unos diez centímetros, que quedó en su casa, saltando de la mesa al aparador hasta que algún ojo atento la identificó. La piedra no era piedra: era la vértebra fosilizada de un reptil marino del Jurásico tardío o bien del Cretácico inferior.
     
     
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