Domingo 16 de diciembre de 2001

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La trama secreta del jueves violento

 

Cómo fue la negociación para poner a resguardo el hospital. Las órdenes que tenía la policía para frenar los desmanes.

  NEUQUEN (AN)- La crítica situación en el área de neonatología del hospital Castro Rendón, invadida por los gases lacrimógenos y el humo de los neumáticos, fue la que determinó la necesidad de encontrar una salida a los violentos enfrentamientos del jueves. Pero la negociación fue larga, lenta, tensa; comenzó en el despacho de un juez y terminó en los pasillos de una comisaría, donde se dio la orden de replegarse a los 300 policías que en cada esquina intercambiaban balazos de goma con piedrazos de los manifestantes. La presencia de tantas unidades especiales dispersas en las calles dificultó que se propagara con rapidez la existencia de un acuerdo para cesar las hostilidades; así, varios efectivos siguieron en pie de lucha cuando ya todos sus colegas se habían replegado.
La escalada de violencia desencadenada por los gremios estatales durante cinco horas llegó a su fin cuando el juez Daniel Geloni ordenó el repliegue de las fuerzas especiales de la policía. Para llegar a ese punto medió una negociación, que fue relatada a "Río Negro" por varias fuentes. "Costó ponerse de acuerdo, porque no todos los sindicalistas y no todos los jefes policiales coincidían en qué había que hacer", dijo uno de los que participó en las conversaciones.
Lo que distinguió a la movilización del jueves de otras anteriores fue la decisión de los manifestantes de atrincherarse en el hospital. Para algunos, era lo que tenían previsto; para otros, lo hicieron a la desesperada cuando se vieron acorralados por las balas de goma y los gases.
Una fuente policial que participó de los operativos dijo que "se metieron en el hospital porque saben que es el lugar donde no se los puede reprimir. Lo grave es que ingresaron manifestantes que escapaban de los gases y otros que se dedicaron a saquear".
Los incidentes comenzaron en Casa de Gobierno. Por táctica o por desbandada, la gruesa columna de manifestantes se dispersó en varios grupos lo cual obligó a dividirse a las fuerzas especiales encargadas de la represión. Así, todo el centro de la ciudad se convirtió en un teatro de operaciones.
Los policías vestidos de negro y protegidos por escudos, cascos y chalecos tenían una directiva simple: "había que evitar los destrozos", señaló un oficial. "Cuando se armaba un piquete en determinado lugar para apedrear vidrieras, la orden era gasearlos hasta que se dispersaran y replegarse".
En la represión actuaron varias unidades: el Grupo Especial de Operaciones Policiales (GEOP), la Policía Metropolitana, el Departamento Especial de la Policía (Despo) y personal de la comisaría Primera protegidos con escudos y cascos. Como refuerzo, la Jefatura hizo "bajar" hasta esta capital a unidades especiales de Chos Malal, Cutral Co y Zapala. Por lo menos 300 efectivos fueron volcados a las calles.
Un comisario aseguró que "para evitar que alguno cometa una locura tienen orden de quitarle el cargador a la pistola reglamentaria y llevarlo en el bolsillo. Sólo pueden disparar con balas de goma y tirar gases lacrimógenos".
No faltaron incidentes curiosos. Por ejemplo los dos efectivos que recibieron perdigones de goma disparados por sus propios compañeros. Y otro que se quejó por la ineficiencia del obsoleto camión hidrante. "Es viejo, lento, está fundido y tiene una autonomía de cuatro minutos arrojando agua. Con eso no jodemos a nadie", se lamentó.
Los acontecimientos adquirieron otra dinámica cuando los gases lacrimógenos invadieron el hospital. Una médica llamó a la fiscal de turno y le pidió que hiciera algo porque los pacientes corrían peligro. La situación más crítica se presentaba en el área de neonatología.
Ahí comenzó la negociación para que la violencia terminara de una vez. Participaron el juez Geloni, los fiscales Cabral y Piana, el abogado de los gremios Mansilla, varios legisladores, concejales y los jefes del operativo policial. Pero no todos se ponían de acuerdo sobre cuál era la mejor salida.
"Al final acordamos que la policía se retiraría por completo si los sindicalistas garantizaban un desalojo pacífico del hospital", señaló uno de los negociadores. Se formó entonces un corredor para que los manifestantes llegaran hasta la Legislatura sin cruzarse con uniformados.
El acuerdo tardó en concretarse porque falló la comunicación, y hubo grupos que siguieron combatiendo cuando el resto había firmado una tregua. "Parecían extraviados en la selva que no se habían enterado de que la guerra de Vietnam había terminado", lo graficó una fuente.

Foto: El playón del Hospital Castro Rendón, fue el lugar donde se refugiaron los manifestantes luego de su raid violento.

   
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