Sábado 8 de diciembre de 2001

 

La decisión del FMI

 

Por Julio Rajneri

  La negativa del FMI a autorizar el envío de fondos, que la Argentina necesitaba imperiosamente para atender los vencimientos que debe afrontar en los próximos días, se suma a las calamidades que tienen acorralado al país y parecen conducir inevitablemente al "default" tan temido.
Sin embargo, la decisión del organismo internacional y el apoyo implícito de su principal accionista, los Estados Unidos, son consistentes con sus propias exigencias y evidencia un cambio de rumbo respecto del pasado de las que el gobierno ha debido tomar debida cuenta, lamentablemente en forma tardía.
En principio el gobierno norteamericano y el titular del FMI, más cercano a las posiciones de la nueva administración republicana que su antecesor, el permisivo Camdessus, creen que los sucesivos salvatajes realizados a nuestro país han significado en los hechos un estímulo a la irresponsabilidad de los bancos acreedores que han confiado en su intervención en última instancia, para defender sus operaciones mal concedidas, pero en definitiva han sido un aporte nulo a la solución de los problemas del país.
Por otro lado, el desembolso requerido coincidiría con el inicio del operativo tendiente a reestructurar la enorme deuda acumulada con los acreedores del exterior. Un aporte de más de mil millones de dólares, que requeriría nuevos montos en los meses sucesivos, estimularía la resistencia de los acreedores a aceptar el canje propuesto, especulando con nuevas ayudas y podría hacer fracasar las negociaciones. La negativa del FMI emite una clara señal a los acreedores reticentes. La única alternativa al canje propuesto es el "default", que implica no solamente reducción de intereses, sino asumir las pérdidas reduciendo el monto del capital, una alternativa nada agradable para los balances de las entidades financieras.
Pero por otro lado las cifras que el gobierno puede exhibir, no constituyen el cumplimiento de las metas propuestas en la concertación y también hay aquí una señal inequívoca del Fondo. No hay como en el pasado condescendencia con las desviaciones que puedan ser toleradas ante un cumplimiento a medias de los compromisos asumidos. Y el organismo internacional está dispuesto a asumir incluso el riesgo de que se lo responsabilice del descalabro final.
Si el déficit cero ha sido un objetivo perdido este año, es difícil que el organismo tolere una eventualidad similar en el año próximo. De manera que tampoco es probable que haya desembolso hasta tanto el Congreso apruebe el presupuesto del año 2002, que debe contener podas sustanciales para poder cumplir con la solvencia fiscal requerida.
Así las cosas, todavía queda un arduo camino por recorrer. Si el país sale airoso de esta tormenta de dificultades, le queda por enfrentar la devaluación tan temida, cuestión sobre la cual, al parecer, el Fondo ha variado su posición anterior de apoyo irrestricto a la convertibilidad, para flexibilizar en una u otra forma la relación uno a uno con el dólar.
Este apoyo inesperado puede significar la eliminación de una paridad que, en nuestra opinión, ha sido la causa principal que ha provocado la recesión. El peso se ha revaluado con relación a las monedas de los principales clientes de nuestro país en una forma grotesca e insostenible. Casi un cincuenta por ciento desde 1991, año de iniciación de la convertibilidad. La revaluación del peso afecta no solamente a las exportaciones, sino a toda la industria nacional. Hace pocos días cerró en Neuquén una de sus pocas industrias con alta ocupación de mano de obra. La empresa no pudo competir con la importación desde el exterior, subsidiada por el tipo de cambio, y sus operarios no aceptaron la flexibilización indispensable para afrontar esa desventaja. El ejemplo es una repetición de lo que viene ocurriendo hace años. Empresas que cierran o emigran hacia otros países y nuevos contingentes de desocupados.
La devaluación puede desatar una tormenta financiera de imprevisibles consecuencias en momentos en que el sistema afronta una serie de dificultades por el clima de inseguridad existente y las incógnitas que el resultado del canje de deuda mantiene en el país y en los medios financieros internacionales, pero es seguramente el próximo paso que deberá afrontar el gobierno, si tiene éxito en la operación de canje y con mucha más seguridad si ésta fracasa.
Al principio de la gestión de De la Rúa, una devaluación hubiese sido igualmente traumática, pero había más reservas en el Banco Central y se hubiese iniciado una recuperación en algunas áreas de la economía argentina. Ahora la devaluación va a ser seguramente compulsiva y su resultado puede ser un terremoto no solamente financiero, sino también político.
   
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