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Domingo 30 de diciembre de 2001 | |
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Seducción de dos Salmas |
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La sensual actriz mexicana Salma Hayek interpretará en el cine el papel de su compatriota, Frida Kahlo. Sus rasgos físicos, muy similares a los de la artista plástica, sorprendieron a los cineastas que recrearon una figura casi perfecta. Encontraron en la mujer latina del filme "Del crepúsculo al amanecer" el poder de seducción que la atormentada vida de Kahlo necesita. |
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Si Salma Hayek no fuese la inalcanzable joven actriz mexicana seguramente sería esa clase de chicas que andan por la calle llenándonos el alma de llagas de vez en cuando. Siempre seductoras.
Tal vez ella nos recuerde a aquel frustrado amor de infancia, en el primer vecindario, que en rara oportunidad nos atrevimos a confesar; o también sea un símbolo de talento y sexo, como en la imagen que muestra a los "chicos duros" sentados en la mesa del bar de Titty Twister -en la película "Del crepúsculo al amanecer" (Robert Rodríguez y Quentin Tarantino, 1996)-, enmudecidos por un deseo animal y onírico cuando observan a una Salma deseante, mientras emula a una danza étnica moviendo sus senos y caderas con una serpiente colgada al cuello. Sobre todo, la actriz chicana tiene el poder de emanar intensos olores impregnados de toneladas de seducción. Y esa genética importada de sus ancestros libaneses carga con una inteligencia que al moverse y al gesticular la distingue como una verdadera sex-simbol latinoamericana. Vale decir que cada plano que la cámara toma de su figura despierta la obsesión y descarga una buena dosis de testosterona en al menos dos generaciones de hombres. Esa energía con la que supo conquistar a los productores de Hollywood es la misma que ahora utiliza para rodar su próxima película que estrenará en unos meses en la que interpretará la vida de su compatriota y polémica pintora, Frida Kahlo, junto a Antonio Banderas en el papel del muralista David Alfaro Siqueiros. El protagonista de "La máscara del Zorro" deberá enfrentarse a una dura batalla por amor contra el esposo de Kahlo, Diego Rivera, que es interpretado por Anthony Molina. Salma posee una cualidad sobresaliente como mujer-actriz, codiciada por las modelos que se pavonean arriba de cualquier pasarela internacional: su estética es originalmente perfecta y no encaja dentro de los cánones estrictos de las que lucen Armani o siguen el manual de las buenas costumbres femeninas. A sus 35 años, 1,58 metro de estatura, una fisonomía menuda pero con acabadas curvas que nos deja esos destellos freudianos en los sueños, y facciones que dibujan una amalgama entre mestiza y arábiga, es para los norteamericanos la "mujer latina con la figura ideal". Con ese eslogan la mostraba, seguida por el cuerpo de Liz Hurley y Angelina Jolie, una encuesta que dos cirujanos plásticos le hicieron a un millón de personas en Beverly Hills hace unos años. El papel de Frida se permitió disputarlo con Jennifer López y hasta dicen que la superó a Madonna, ya que su parecido físico con la artista mexicana es incuestionable. Muy impactante es que dos personas tengan casi los mismos rasgos y el talento en dos ramas distintas del arte como lo son Kahlo y Hayek en la pintura y en el cine. Ambas mexicanas, una de raíces alemanas y la otra libanesas. A pesar de que no puede trazarse un juicio sobre quién se lleva el premio a la belleza, Salma tuvo que dejar crecer su bigote y cejas para acercarse mejor a los rasgos de Frida. Este podría ser otro de los saltos e inflexiones que Salma tuvo en su carrera, ya que en las entrevistas televisivas comenta que está "obsesionada" con el personaje de su vida. Como fueron también los minutos que Tarantino le ofreció en "Del crepúsculo al amanecer", donde su papel secundario se convierte en el comienzo de la segunda película dentro del mismo filme. Esto sucede cuando sus increíbles ojos marrones y cargados labios se transforman sorpresivamente en los rasgos de un vampiro, del otro lado de la frontera al sur de los Estados Unidos. En México, esa tierra que alberga a grandes revolucionarios sociales, en el arte, el cine, y en la seducción. Adriano Calalesina |
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